SÁNCHEZ, FEIJÓO o VICEVERSA:
PACTEN, POR FAVOR.
Echemos un vistazo al mapa electoral: en
catorce, de las diecisiete comunidades, ha ganado el PP y es mayoría absoluta
junto a VOX; han empatado en Extremadura. El PSOE lo ha hecho en Cataluña, 19
diputados, 7 más que en 2.019, única comunidad en que junto a Sumar, 7
diputados, obtiene mayoría, y en las Vascongadas, 5 diputados, 1 más que en
2019, empatado a PNV y Bildu. 1 Sumar, por lo tanto no mayoría.
El PP ha pasado de 89 diputados en 2.019 a 137
ahora. Ha aumentado su número de diputados en la mayoría de las provincias. De
los 121 diputados conseguidos por Pedro Sánchez, 24, una quinta parte, lo son
de entre Cataluña e Euskadi. Ambas comunidades suman 9,780 millones de
habitantes, frente a los 48 millones de toda España. El 20% del total
poblacional. En cuanto a territorio (Euskadi tiene menos que la provincia de
Zamora), 39.000 de Km2, frente a los 506.000 Km2 de toda España (cito de
memoria y en números redondos), menos
del 8 % del total nacional.
En estas dos comunidades, ricas y pobladas, (en
parte debido al trato de favor, incluido del franquismo, que siempre han
recibido) existe un fuerte sentimiento nacionalista (aunque los
independentistas no son mayoría). Existe odio a lo español, y, por ende, al PP,
y no digamos a VOX (partido surgido como reacción a los radicalismos de
izquierdas y separatistas). La reacción a ese odio, incluso miedo, diría yo, en
Cataluña, ha sido el voto útil al PSOE, para frenar a las “derechas”. Mérito de
Sánchez ha sido desinflar en Cataluña el globo independentista, que ha perdido
un millón de votos.
Resumiendo mucho: si Pedro Sánchez repite como
presidente del gobierno de España, será con los votos, además de los suyos, de
quienes odian a España, incluidos los simpatizantes del terror, que impondrán su voluntad sobre una inmensa
mayoría de españoles (incluidos votantes moderados del PSOE). Mal asunto: la
crispación regional y poblacional está servida. Las “derechas” no se van a
callar. Y si nos hacen volver a votar creo la reacción debería ser, no ir,
abstenernos. Además los resultados iban a ser parecidos.
Si leen mi entrada del día 24 por la mañana,
así que supe el resultado, miren que vi la solución en un gobierno de pacto,
entre lo más moderado de las izquierdas e igual de las derechas. Ahora,
socialistas históricos y honrados, (Nicolás Redondo, Rodríguez de la Borbolla...) están diciendo lo mismo.
Las políticas sociales y económicas del
socialistas y populares son muy parecidas; también el modelo de nación. Un gran
bloque centrista abordaría un cambio constitucional, en el que se debería vetar
a partidos que no hayan condenado el terrorismo, a los que aboguen por el
independentismo; a los totalitarios…
Ya sé que la crispación actual en nada se
parece a la de hace 90, y más, años,
cuando la pobreza, el atraso y la injusticia campaban por doquier. Entonces, si
los moderados centristas y de izquierdas y derechas, (Azaña, Besteiro,
Indalecio Prieto; Marcelino Domingo, Álvaro Albornoz, Galarza, Lerroux (aunque
era un vividor); don Niceto Alcalá, Miguel Maura, Gil Robles…) hubieran llegado
a un acuerdo de gobierno para las imprescindibles reformas que la nación
necesitaba, se hubiera evitado la guerra civil.
Volviendo a insistir en lo de “quien ve su
villa, ve Sevilla”, les copio la intervención en un pleno de la Diputación
Provincial de Zamora, durante la II República, del Diputado socialista por los
distritos de Toro y Villalpando, donde el paro obrero y el hambre hacían
estragos, de mi querido esquilador, a quien no me cansó de citar, Antonio
García Sacristán: -“Son los hacendados
del pueblo los que deben contribuir, gravando sus imposiciones territoriales e
industriales para ayudar a los que menos tienen”; “no es cuestión política,
sino económica, demostrándolo el
Ayuntamiento de Villalpando que, constituido en su mayoría por monárquicos, reconoce que los desheredados de la fortuna
necesitan protección para no morir de hambre, y no pudiéndosela prestar el
Estado, ni la Diputación, deben contribuir los que tienen riqueza, gravando
ésta con la décima que atenúe la situación angustiosa”.
Transcribo otro párrafo: “Con la décima haremos que contribuyan los hacendados forasteros, que
después de esquilmar a los arrendatarios y llevar sus rentas saneadas a las
ciudades, obligan con su actitud a que los
modestos labradores, e incluso medianos, no puedan resistir un recargo
sobre la contribución por carecer de ingresos”.
¡Qué elocuencia la del señor Antonio! (lo
recuerdo, cuando niño, esquilando a la Pastora y al Castillo, algún domingo por
la mañana, en una casa de confianza, para no perder el jornal en las viñas),
con pocos trazos bosqueja la situación: los monárquicos, pequeños y medianos
labradores esquilmados por los hacendados forasteros (la dehesa del Conde de
Superunda, el Monte de las Pajas, las tierras buenas de “abajo” propiedad de
los Nájera, Maroto, Láncara, “Huesines”...; los jornaleros hambrientos. Ni
siquiera se mete con las tres o cuatro casas de labranza grandes, de señoritos por
aquel entonces, “la Viuda”, Luis Mazo, Paco Morales y las Gallegas; los de las
otras dos labranzas grandes, Resgones y “Chicharros”, tiraban de mancera, no
eran “señoritos”).
Estos pequeños y medianos labradores,
simpatizantes del Partido Agrario y de Acción Popular (luego CEDA), aunque
tuvieran dos cachos de tierra y fueran a misa (por eso eran de derechas, la cuestión religiosa también crispó mucho),
debieron hacer causa común con el sector más moderado del PSOE, y con los otros
partidos de centro izquierda. Un bloque reformista, moderado, democrático,
apartado de los extremos: comunistas y anarquistas por la izquierda y
terratenientes (muy pocos) por la
derecha.
Aunque la crispación de ahora no sea la de
entonces (mucho bla, bla, blá en redes sociales), mejor evitarla; mejor
aprender de lo que se debió hacer, y no se hizo, cuando la II República.
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