NO ME QUEDA
MÁS REMEDIO: ADVIERTO.
Los
acontecimientos, que vienen de atrás, me obligan, a mi pesar, a volver a
ensillar a Rocinante, no para alancear a ovejas, sino para dar a conocer unos
hechos verdaderos, que deben tener consecuencias.
Por
las cartas de mis tíos durante la guerra, por todo lo leído, conocido y escrito
sobre ella, me traslado al drama que vivió mi familia. Cuando viene Casimiro,
el alguacil cojo, a darles la noticia de la muerte de mi tío Gil-Agapito, mi
abuela se desmaya y ya queda enferma del corazón. A esa tragedia se une el que,
en ese momento, los otros tres hermanos, también estaban en la guerra, y del
pueblo, diciembre del “treinta y seis”, ya se habían llevado a unos cuarenta
hombres (unos al paredón del cementerio de Zamora, y otros a la cárcel, durante
cinco años) y tres mujeres, dos, madre e hija; de esos, varios correligionarios
de mi padre y abuelo, habían ya fusilado a unos cuantos.
Puede
que de niño, conviviendo con la abuela, me marcara el recuerdo constante por el
hijo muerto. Por eso, puede que bien pronto, me empezara a preocupar por las
causas del conflicto. También en mis genes (mi abuelo, mi padre comprometidos
políticamente por la regeneración, por la justicia) podemos buscar el motivo de
mi compromiso con lo justo.
Justo,
de justicia, además de por caridad, fue mi información a los búlgaros sobre la
situación legal de la desocupada casa, que fue de Domicio Redondo, si bien la
decisión de ocuparla, muy gustosamente,
la tomaron ellos. Ellos entraron, y ahí siguen, el dos de septiembre hizo un
año.
Mi
error fue acudir a la llamada de Aneliya a las cuatro de la tarde, cuando ya
había dos grupos enfrentados: los próximos al de las llaves y los búlgaros, fue
la forma de implicarme en el conflicto. Aunque también quizá, si no voy, me
hubieran implicado igual y sin posibilidad de defensa.
Varias
causas motivaron mi ayuda a quien yo consideraba entonces, pobre y buena gente:
mi amistad con Sofia, la madre y abuela del clan, con quien mi amigo Elicio
Sánchez, estaba, y creo siga, encantado; también mi compasión por ese
matrimonio, los cuatro hijos y a punto de dos nietos, quienes vivían en ese
momento en Villaveza del Agua.
No
obré a lo tonto. Antes, mi abogado, me había indicado el art. del Código Penal
o Civil, que exime de cualquier responsabilidad a quien se apropia o utiliza
cualquier bien que no tenga dueño, y, por supuesto, menos responsabilidad
habría de tener quien no disfruta del bien, ocupado en este caso.
La casa que
fue de Domicio, ni tenía, ni tiene dueño. Va para cinco años que falleció éste.
Miren si en ese tiempo, de haber herederos posibles, no podían haber arreglado
ya lo de la herencia. Prueba de que el primo, que tenía las llaves, y cobraba
renta (de quien quería pagarle) por
cocheras y almacén, no pagaba el IBI ni las Tasas Municipales, incluida el
agua. Pocas esperanza de herencia tendría cuando estaba dando lugar a un
posible embargo.
Yo era de sobra consciente que la tal ocupación iba a caer muy mal entre las gentes asociales de pueblo tan de derechas. ¡Amigo!: hasta los sociatas de toda la vida criticaron el hecho. En esto de lo mío, mío “tos” de VOX.
Con lo que no contaba es que el Jefe del Puesto de la Guardia Civil, por
aquel entonces, me tuviera tantas ganas (y todo por una pequeña y civilizada
controversia en Facebook). Tampoco contaba con que el “regidor”, regido, aprovechara la ocasión
para, intrigando, y en compañía del otro “preside procesiones”, viniese a por
mí con la boca abierta. Tampoco contaba con la denuncia del usufructuario de unos bienes que no son
suyos: cocheras, almacén y patio para una peña.
Aquella
tarde del follón el matrimonio de búlgaros y servidor, presentamos en el
Cuartel de la Guardia Civil la declaración cuyo final transcribo a continuación
Novena; Que Agapito Modroño lo único que ha hecho ha sido ayudarnos en las gestiones del pago de los recibos del qgua corriente, en Caja Rural, cargando dicho importe de su cartilla, para evitar el corte del agua.
Décimo: Que si fuere necesario y puesto que ya poseen la carta de pago, Radoslav y Anelia están dispuesto a pagar la deuda del IBI.
Duodécimo: Que Agapito ni les ha hecho contrato de arrendamiento, ni les ha cobrado la más mínima cantidad, sino al contrio.
Duodécimo: Que si algún día esa herencia estuviere arreglada y aparecidos propietarios, Radosla y Anelia, les pagarían la renta que convinieren, de acuerdo con el valor catastral de dicha vivienda.
Y para que conste lo firmamos en Villalpando a dos de septiembre de dos mil diecinueve.
Firmado: Radoslav Ivov; Anelia Emilova Ruseva, Agapito Modroño.
1 comentario:
Taramundi
Publicar un comentario