OPINIÓN | Ecologistas de PAC y pandereta
Los “ecologistas de pandereta”
suelen ser urbanitas que prefieren superalimentarse con maca andina y chía
mesoamericana antes que con un lechazo de pastoreo y km 0
BÁRBARA PALMERO
Patricia Palmero, ganadera, escritora y
alcaldesa del pueblo zamorano de Prado.
Europa prima la
agricultura ecológica, lo que motiva que negacionistas de la emergencia
climática y el Green New Deal se cambien de chaqueta: son los “ecologistas de
PAC”
En nuestro Edén
ultraliberal, donde todos tenemos un precio, la tierra es un bien raíz más. Y
como tal, su función no es la de producir garbanzos, queso de oveja, aceite o
aerogeneradores, si no la de rentar el máximo beneficio económico a su
propietario. Si a lo anterior sumamos, que la ganadería de montanera,
trashumancia y pastoreo está siendo fagocitada por la industria del pienso para
humanos, verbigracia la industria alimentaria, que no necesita tierras
sembradas de cereal o forraje, porque las integradoras imponen que sus animales
se ceben sólo con sus piensos compuestos medicalizados, entenderemos mejor el
cambio de rumbo que se está produciendo en el rural español.
Lejos quedan ya
aquellos años de reivindicaciones agrarias vitales y sujetas a lógica. Sólo
unos pocos podríamos hoy contextualizar históricamente aquel “La tierra para el
que la trabaja”. Qué importa, si ya nadie quiere trabajar la tierra. Nadie. A
excepción de unos pocos, entre ellos los escasos ganaderos de montanera,
trashumancia y pastoreo, que continuamos apacentando a nuestros rebaños en modo
tradicional con lo que produce el campo, tal y como se viene haciendo desde que
allá por el Neolítico se inventó la agricultura y la ganadería. Porque trabajar
cansa, produce escasos beneficios, y es más cómodo esperar a ver qué
subvenciona Europa.
A nadie
sorprenda pues que al igual que un trigal produce trigo, y el sueño de la razón
produce monstruos (Goya dixit), un sistema aberrante, y la PAC tal y como está
concebida lo es, sólo pueda producir aberraciones. Como que firmes defensores
de macrogranjas porcinas, algunas de ellas, por ejemplo, la de Hellín en
Albacete, contamina más que una refinería de petróleo, declaren sus tierras
como agricultura ecológica en la nueva PAC. O como que, puede que si llegado el
caso y la PAC del futuro, Dios no lo quiera, subvencionara las fincas de
algodón recogidas por esclavos negros, estos ahora ecologistas de cartera llena
y sin escrúpulos ni conciencia se reconvertirían sin dudarlo en las nuevas
Scarlett O´Hara.
En la gran
ciudad crece otro tipo de ecologista, también de cartera llena, pero escaso
sentido común. Estos ecologistas de pandereta prefieren superalimentarse con
maca andina y chía mesoamericana antes que con un lechazo de pastoreo y con
alimentos de proximidad y kilómetro cero. Sin importarles las consecuencias que
se derivan de su libre y contradictoria elección, como el despilfarro
energético en el transporte o la esclavitud a la que se aboca a algunas
comunidades indígenas. Ya existe una etiqueta internacional Cruelty free (libre
de crueldad), para certificar los productos de origen animal producidos sin
crueldad contra éstos. Así que ¿para cuándo una etiqueta Cruelty free que
garantice que un alimento vegano ha sido producido sin ocasionar maltrato a los
campesinos que lo han sembrado y recolectado en cualquier parte del planeta?
Aviso para
navegantes: la palabra ecología, procede del griego, oikos para decir casa y
logia para conocimiento, y sirve para definir la ciencia que estudia las
relaciones que establecen las infinitas especies con el medio natural que
habitan. Así que eco-oportunistas de PAC y eco-urbanitas de pandereta, que no
saben diferenciar al mastín del carnero padre, aparte, más nos vale a todos
tomarnos muy en serio la protección de esta casa común que habitamos, o no será
tan sólo el mundo rural el que no tenga ningún futuro.
(*) Ganadera,
escritora y alcaldesa de Prado
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