¿Pinchen sobre la foto de abajo, y la verán en toda
la pantalla. ¿A qué es una hermosura? Iré a ponerle una vela a San Antón. ¡Qué
Dios los conserve!
Uno no puede menos de
recordar endenantes, cuando servidor niño y mozuelo: mi abuela, o mi tía Petra;
ocurría en primavera:
-Mira a ver a esa
gallina, que no sale del nial a ver si está clueca".
-¡Creo que sí. Se
deja coger y menuda calentura tiene.
Entonces, en una media talega, se ponía
paja y trece huevos, el número de San Antonio, y se colocaba en un cuarto medio
oscuro. Le poníamos agua y comida a la gallina, y ella se quedaba, tan contenta
sobre los huevos. Previamente al cascarlos para tortilla o fritos, nos
fijábamos a ver si tenían la galladura.
A los veintiún días
empezaban a asomar las cabecitas, entre la cáscara. Al poco ya piaban, tan
pinchos. Mientras terminaban de eclosionar todos los huevos, cogíamos a los
primeros pollitos y los metíamos en una cesta de mimbre, con un trapo en el
fondo, al calorcico de la lumbre. Les dábamos migas y agua en una latas de
sardinas. Si pasaban dos días y no rompía más huevos es que estaban
güaros. Entonces le poníamos todos los pollitos a la gallina. Con un poco de
suerte, de los trece huevos, podían nueve o diez pollitos "subir al
gallinero". ¡Claro! Así los pollos. tomateros o gallos, eran un artículo
de lujo.
Pues miren la
diferencia. Casi treinta mil trajo ese día el camión. Unos sesenta mil salen a
diario de esas incubadoras de Lugo. Ni sé los miles que entran a diario en el
matadero de Galocha, en San Cristobal de Entreviñas.
Si se
fijan verán que la nave es estanca en cuanto a la entrada de la luz solar.
Todas esas ventanitas que ven en la parte superior a lo largo de las dos
paredes, son respiraderos. Por cuatro grandes huecos cilíndricos, a modo
de chimeneas sale el aire de la nave. Además de por ocho grandes extractores en
la pared del fondo.
De la calefacción se
encarga una enorme caldera de biomasa, situada fuera de la nave, cuya tolva se
llena, cada dos días con la pala del tractor. Cáscara de almendra en este
momento. Insufla en la nave, por un tubo de
chapa que no lo abarca una persona y recorre todo el techo de la nave, aire
caliente . La temperatura los primeros días era de 33 grados.
Comida, agua,
(no vean que pronto aprenden a picar en el chupetillo el agua fresquita) calor,
humedad y CO2 del aire interior, todo está automatizado. Un gran cerebro
electrónico, en un armario en sala de apoyo, con su pantalla correspondiente y
un montón de botones, todo lo controla.
En la
nave sólo entra una vez al día el granjero a revisar y sacar las bajas, ahora
ya muy pocas, siempre con el mismo calzado que deja en la sala. Si ha de entrar
otra persona, el veterinario que viene casi todos los días, se pone unas
calzas. Además en la entrada se ha de pisar cal viva. El objetivo es evitar la
medicación. Les puedo asegurar que estos pollitos son una comida muy sana.
Esto es la revolución avícola, gracias a la cual comemos carne barata de
mucha calidad.
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