Sí, sí: la foto no esta hecha en Finlandía, ni en Laponia, sino en Villalpando, en el pinar del Raso.
La noche anterior, un sábado, habíamos cenando, los dos matrimonios, en el chalet de "Miluchi" y Julio Pinto, vimos que comenzaba a nevar.
-¡Pues como amanezca nevado el pinar ha de estar precioso!
-¡Será cosa de pedirle permiso y la llave del refugio a Ramón, "el Gallego".
A la mañana siguiente, viandas de la matanza reciente, incluidos frescos chorizos de callo, vino de casa, fruta, dulces, pan..., cadenas en las ruedas de los coches, y a la aventura.
Yo ya conocía muy bien los caminos: el de la "Casa", cañada de la dehesa, Camino del Sebo, Valdeconejo, Pico de la Pata, y camino del refugio. Éstos, apenas si se adivinaban bajo la nieve. Creo recordar que Becares, quien por entonces tenía arrendado el hostal a Miluchi, ya tenía un "todo terreno". Yo iba con él abriendo la marcha, por sus roderas, detrás, Julio P,nto y Cesáreo Miranda. En más de una ocasión, coche que se va a la cuneta, parada y a empujar.
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Llegamos, por fin: Ramón siempre tenía dentro del refugio leña seca de repuesto. Por aquel entonces la chimenea era un círculo en el suelo, en medio de la estancia, y un enorme embudo, boca abajo, colgado del techo. La de ahora es como las lumbres altas de antaño: empotrada en la pared y a casi un metro del suelo, que sólo caliente la cara.
Lo primero "poner la lumbre". Los hombres marchamos a hollar la nieve por los caminos. Siguió nevando. Regresamos. El refugio ya caliente. Nos sentamos alrededor. Los pies sobre el hogar. Las botas soltaban vapor.
Julios Pinto fue el maestro asador. ¡Nunca he comido, chorizos, lomo en zuza, torreznos y coscarones más ricos!
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En el grupo estamos, de izquierda a derecha, con la mano levantada y gorro blanco; Cesáreo Miranda, su esposa Rosi; Sarita; Julio Pinto, Miluchi; el niño puede ser Raúl, su malogrado hijo; Pedro Bécares; Serafín (un leonés Agente de Extensión Agraria), y servidor. La foto, por ser la que falta, la tiró Cuquela, la esposa de Serafín. Una mujer muy guapa.
Observen que carecíamos de ropa de "ir a la nieve". La de abrigo de salir, incluso la bata felpuda de estar en casa, cuando en éstas, en la nuestra, por ej., no había calefacción.
Quieren ser estas líneas un homenaje a tan entrañables amigos, a los que, ¡ojalá!, Julio Pinto y Rosi, estén hollando celestiales nieves.
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