120 años de LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA: Villalpando y Carmen Polo
EL CORREO relató la
conmemoración del V Centenario del Voto Concepcionista de la villa y su tierra,
presidida por Carmen Polo, esposa de Franco, el 18 de junio de 1967
La capital de Tierra
de Campos, Villalpando, protagonizó uno de los acontecimientos
religiosos más importantes de todos los sucedidos en la provincia de Zamora a
lo largo de los últimos 120 años, la conmemoración del V Centenario del Voto
Concepcionista, celebrado el domingo 18 de junio de 1967 con
toda la fastuosidad propia del régimen nacional-católico de Franco, y del que
EL CORREO DE ZAMORA dio buena cuenta en sus páginas a lo largo de varios días,
como se podía esperar de un diario nacido con vocación católica y
tradicionalista.
No era para menos, la
efeméride atrajo hasta la villa terracampina al nuncio del papa Pablo VI, monseñor
Antonio Riberi, y a la esposa del jefe del Estado, Carmen Polo «de
Franco», cuya fotografía acompañada del gobernador civil y jefe provincial
del Movimiento, Tomás Pelayo Ros, abría la portada de EL CORREO del
martes 20 de junio de 1967. Esos días sucedían otras cosas en el mundo, como
las conversaciones entre el presidente estadounidense Lyndon B. Johnson y el
primer ministro soviético Kosygin sobre la crisis en Oriente Medio —acababa de
terminar la «Guerra de los Seis Días»—, pero el diario provincial dedicaba casi
la mitad de sus páginas a la ceremonia celebrada en Villalpando, que contó con
la presencia también del ministro de Justicia, Antonio María de Oriol,
y del fiscal del Tribunal Supremo, Fernando Herrero Tejedor, el
encargado de hacer el ofrecimiento de los actos.
Todos los
terracampinos, de los 13 pueblos inmaculistas, que se acerquen o pasen de los
60 años de edad recuerdan con menor o mayor nitidez el acontecimiento que
supuso la llegada de tanto ilustre, pregonado a los cuatro vientos durante
semanas, y que obligó a engalanar las principales calles de Villalpando además
de la Plaza Mayor, el espacio donde se celebraría una ceremonia
deslucida por un cielo nublado que a lo largo de la mañana descargó
varios chubascos sobre las cabezas de los cientos de devotos y curiosos allí
congregados. Pero la lluvia no era suficiente motivo para suspender una fiesta
que los próceres de la provincia llevaban meses preparando, de hecho el
centenario se había cumplido en noviembre de 1966, y al año siguiente se
organizaba este acto expresamente para conseguir la visita de los miembros del
Gobierno y de la «primera dama española», como calificaba el periódico a la
mujer de Franco. Una fusión entre fervor religioso y patriótico, propaganda
política y exaltación de las tradiciones locales muy habitual en aquellos años.
En el ágora
villalpandina se levantó un enorme altar para la Inmaculada,
«tapizado de terciopelo granate y remates y adornos de oro» según describía el
diario, y provisto de dosel, sitial con reclinatorio donde se situaría la
esposa del jefe del Estado, y arengario. Frente al altar se dispusieron dos
tribunas, igualmente tapizadas, para que las personalidades políticas y
militares pudieran seguir los actos religiosos cómodamente, mientras cientos de
fieles llenaban el piso de la Plaza, los soportales e incluso las ventanas,
como se puede apreciar en varias de las fotografías que ilustran la crónica de
EL CORREO DE ZAMORA.
Pero el corresponsal
se recrea principalmente en pormenorizar la entrada de Carmen Polo, que
apareció en coche por la calle Liceo a ritmo de la Marcha Granadera una hora
después de que la Purísima llegara en procesión desde la iglesia de San
Nicolás: «El clamor de los vítores y el estruendo de los aplausos,
mezclados con las notas del himno nacional, anunciaron, sobre las doce de la
mañana, la llegada al final de la calle Liceo, que da entrada a la Plaza Mayor,
y donde se levantaba un arco de bienvenida, del automóvil en que viajaba la
esposa del jefe del Estado, doña Carmen Polo de Franco y que iba escoltado por
cuatro motoristas». En la misma esquina de la Plaza le recibieron el alcalde
de Villalpando, Emiliano Suena Allende y su mujer, Amparo Anta,
que «obsequió a la esposa del generalísimo con un bello ramo de claveles
rojos». Según se desprende de la crónica, todas las mujeres de los mandatarios
locales vestían de negro con peineta, sin embargo la «primera dama española»
sorprendió con un «sencillo, pero elegantísimo, modelo estampado con flores
rosas y ramos verdes sobre fondo azul marino», no detalla si también lucía
alguno de sus famosos collares u otra joya. Después del primer edil, besaron la
mano de Carmen Polo el resto de miembros de la Corporación Municipal —y todas
sus respectivas—, que en ese momento estaba compuesta por los tenientes de
alcalde Marino Cepeda Lucas y Modesto Sánchez Castresoy, y los concejales
Julián García Alonso, Ciriaco Boyano Chimeno, Alfredo Fernández San Pedro,
Nazario San Pedro Prieto, Aniano Gil Suena, Ángel Fernández Núñez y Rafael
Alejo de Prada. El siguiente en saludar a la «primera dama» fue el párroco, don
Modesto Rodríguez. A continuación llegaban a Villalpando el nuncio y el obispo
de Zamora, Eduardo Martínez González.
La presencia de la
mujer del jefe del Estado despertaba la curiosidad de la multitud que «pugnaba
por ver de cerca» a la ilustre invitada. La esposa del dictador atravesó la
Plaza a pie hasta el altar, unos instantes que el periodista describe como «Un
júbilo, un delirio. Durante el corto recorrido, el clamor fue incesante. Las
mujeres agitaban sus mantones. Fue una apoteosis inenarrable, y la esposa del
caudillo iba en su paso a pie, sonriente, mirando a todas partes,
correspondiendo gentilmente a todos».
Los actos religiosos
comenzaron con un discurso de ofrecimiento del fiscal del Tribunal Supremo y
continuaron con la misa concelebrada por el nuncio monseñor Riberi, el arzobispo
de Valladolid, José García y Goldaraz, el prelado de Zamora y los párrocos
de los 13 pueblos protagonistas, las primeras localidades del mundo que en el
siglo XV juraron defender que la Virgen María había nacido sin ser alcanzada
por el pecado original, cuatro siglos antes de que la Inmaculada Concepción se
convirtiera en dogma para la Iglesia católica: Cañizo, Cerecinos, Cotanes del
Monte, Prado, Quintanilla del Monte, Quintanilla del Olmo, San Martín de
Valderaduey, Tapioles, Villamayor de Campos, Villanueva del Campo, Villar de
Fallaves, Villárdiga y Villalpando. Terminada la misa, el alcalde de
Villalpando refrendó el voto en nombre de todos los vecinos de las 13
localidades, y un notario dio fe levantando un acta que firmarían todos los
munícipes de la comarca, dando por finalizada la ceremonia.
La visita del nuncio
papal también supuso un acontecimiento de relevancia para toda la provincia. El
italiano, que seis meses más tarde moriría en Roma y sería elevado a cardenal a
título póstumo, era recibido por cientos de feligreses en el atrio de la
catedral de Zamora, el sábado a las ocho de la tarde. Durante su estancia
bendijo una casa sacerdotal en la calle Reina, el Seminario Menor de
Toro y entregó al obispo una carta escrita por el papa Pablo VI con
motivo de las bodas de plata episcopales del prelado zamorano.
Coronación canónica de 1954
13 años antes Villalpando recibía a otro
nuncio, del papa Pío XII, monseñor Antoniutti, con motivo de la
quinta refrendación del Voto, efectuada el domingo 13 de junio de 1954, el año
en el que se cumplía un siglo la bula «Ineffabilis Deus» de Pío IX que
convirtió la Inmaculada Concepción en dogma de fe para el resto del orbe
católico, pues para los villalpandinos ya lo era desde 1466. En aquella ocasión
no acudió la mujer de Franco ni ministro alguno, sino que el Gobierno envió al subsecretario
de Justicia, Ricardo Oreja Elósegui. Sin embargo, la fecha entró en la
historia de Villalpando porque el nuncio papal coronó canónicamente a la
patrona, la Purísima.
Al igual que en 1967,
la villa se engalanó, según recogía EL CORREO DE ZAMORA al día siguiente, con
banderas nacionales y concepcionistas, arcos de flores y una alfombra desde la
plaza de san Miguel hasta el Ayuntamiento, donde el alcalde Pablo Riaño iba
recibiendo a las distintas autoridades militares y políticas que asistían a la
ceremonia, encabezadas por el presidente de la Diputación Provincial,
Prudencio Rodríguez Chamorro. En cuanto a las autoridades eclesiásticas, el
nuncio llegó acompañado de dos arzobispos, los de Valladolid y
Sión, y cinco obispos, de León, Palencia, Astorga, Zamora y
Changteng (China). Los actos religiosos se celebraron en la Plaza Mayor, que se
llenó de vecinos y de miembros de Acción Católica llegados de toda la provincia
de Zamora, además de 400 seminaristas de León e incluso 80 villalpandinos
residentes en Madrid que llegaron en un autobús fletado por la Casa de Zamora.
Si en 1967 presidiría el ágora un altar de terciopelo granate y oro, el de 1954
fue más modesto, decorado con telas blancas y azules, los colores de la
Inmaculada.
EL CORREO dedicó al
acontecimiento la totalidad de su portada y otra página en el interior de su
edición del lunes. En ellas se detalla cómo el alcalde Riaño abrió
los actos religiosos leyendo «con voz clara, firme y entusiasta la quinta
refrendación del Voto», a continuación, Antoniutti bendijo «la riquísima
corona de oro y pedrería, valorada en 100.000 pesetas, que le ha sido
ofrecía a la patrona por suscripción popular por Villalpando y pueblos de la
Tierra», encargada al orfebre Lázaro Gumiel, seguidamente subió al altar «y
ciñó la corona sobre la cabeza de la venerada patrona de Villalpando, en medio
de una delirante y respetuosa demostración de entusiasmo, con vítores al papa,
al nuncio, aplausos y flamear de pañuelos», describe con la retórica propia de
los textos periodísticos de mediados del siglo XX. Tras la misa, el nuncio y
los prelados se dirigieron a la plaza de San Nicolás para descubrir una lápida
en memoria del fallecido párroco Luis Calvo Lozano, a quien el
alcalde dedicó un breve discurso que el diario recoge íntegramente. Este
sacerdote fue también el estudioso que recogió y publicó la historia de
Villalpando.
Durante el posterior
almuerzo para autoridades organizado por el Ayuntamiento, el alcalde aprovechó
la ocasión, según informaba EL CORREO, para pedir al nuncio y al representante
del Gobierno la construcción de una basílica dedicada a la Inmaculada en
Villalpando. Esa tarde la villa organizó una procesión mariana con la
imagen de la Purísima, desde la Plaza Mayor hasta San Nicolás, durante la
cual se rezó un Santo Rosario «que fue radiado a toda la villa a través de los
altavoces instalados en distintas calles», para terminar con el canto de la
Salve.
Tal importancia
suponía para la villa la canonización de su patrona, que en la víspera EL
CORREO DE ZAMORA dedicó todo un suplemento de 12 páginas a la
Inmaculada, con disertaciones teológicas, poesías y oraciones, artículos de
ilustres de la villa reivindicando la construcción de la basílica mariana y
páginas promocionales de la Semana Santa de la villa, de sus iglesias y su
murallas. El número extraordinario llegó a toda la provincia de Zamora gracias
al patrocinio de 25 comerciantes, industriales de Villalpando que se
publicitaron en esa fecha, entre los que se encontraban la tienda de
ultramarinos José Román, el taller de carros de Francisco
Gutiérrez, hijo de Baldomero y Lozano Tejidos y Ferretería
(fundada en 1850), el Teatro Principal que se encontraba en la
Plaza Mayor, el parador de la viuda de Peliblanco, la fábrica de
ladrillos y tejas de Eustaquio García Fernández, el taller mecánico
de Germán Carbajo, la autógena de Vicente Sánchez, la
droguería de José Mazo, la frutería y pescadería Martín
Álvarez, el café La Unión situado en la calle Real, la
fábrica de hielo y gaseosas de Felícitas Martínez, la Pensión
Bartolo, la Fonda Miluchi o la Casa Chabolo de Ángel Fernández, el
negocio que pagó el anuncio más grande de todos, un comercio donde se vendían
ultramarinos, alpargatas, levadura y hasta petróleo y aceites de engrases,
ubicado en la calle Olivo. Anuncios que seis décadas después nos cuentan la
intensa actividad profesional y económica que se cocía en una cabecera de
comarca como Villalpando, que en aquellos tiempos surtía de todo tipo de bienes
y servicios —todos los que podía haber en tiempos de posguerra— a una tierra
llena de vida. Hoy esa tierra disfruta de mejores comunicaciones y comodidades,
y sin embargo languidece perdiendo población a un ritmo cada vez más acelerado.
Se pierden empresas, dinero y jóvenes, se pierde futuro, pero, para bien o para
mal, no se pierde la fe en la Purísima.
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1 comentario:
Ud, siempre ha dicho, por este medio, que aquel acto de nuestros antepasados fue fruto de la situación de la época, llena de penurias. Ud, mas de una vez, nos ha intentado explicar, que poco o nada, nos podíamos haber aprovechado de ello. Como si hacen en Fatima, o Lourdes. Creo que si no se intentan, nunca se sabrán si hubiese sido posible. Después toda esa parafernalia, de la mujer de Franco, de los Nuncios del Papa, me extraña que algún comerciante villalpandino, no sacase provecho. Pero sabiendo que fueron muy vivos con los negocios, puede que Ud tenga razón, y lo del voto no sea tan importante como pensamos, para el resto del mundo, pero para un villalpandino, villalpandina, es lo mas grande que tenemos, y podemos decir. Que nuestro pueblo, con los pueblos hermanos, fueron los primeros del mundo en proclamar el dogma de la Inmaculada. Saludos.
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