Ayer, en la fundación Miguel Delibes de Valladolid, fue la presentación del libro escrito por Luciano López Gutiérrez, y editado por Castilla Edicciones, que da título a esta entrada. Asistió lo más granado de la intelectualidad vallisoletana, entre otras personas, la Presidente de la Fundación e hija del escritor.
A pesar de que invitado por el autor y el editor, me fue imposible asistir. Bien que lo siento. ¡Menos mal que Luciano me acaba de remitir su intervención en la presentación.
Es un texto tan bello, de tal calidad literaria que pospongo otros quehaceres, incluso echar astillas a la caldera, para copiarlo y lanzarlo al disfrute de los lectores.
¡Por favor!: divúlgenlo, se lo digan al familiar, al vecino, a la amiga. Es una auténtica gozada.
PRESENTACIÓN
Cada verano los nublados se cernían sobre la llanura y mientras el cielo y los campos
se apagaban lo mismo que si llegara la noche, los cerros resplandecían a lo lejos como
si fueran de plata. Aún recuerdo el ulular del viento en el soto, su rumor solemne y
desolado como un mal presagio que inducía a las viejas a persignarse y exclamar:
“Jesús, alguien se ha ahorcado”. Pero antes de estancarse la nube sobre el pueblo,
cuando más arreciaba el vendaval, los vencejos se elevaban en el firmamento hasta
diluirse y después picaban chirriando sobre la torre de la iglesia como demonios negros
(Viejas historias de Castilla la Vieja).
Los lectores de En torno a las palabras de Delibes, a lo largo de sus páginas, se van
a encontrar con cumplidas muestras, como la que acabo de leer, de que el escritor de
Valladolid es uno de los grandes estilistas del castellano en el siglo XX, por lo que, en
buena parte, el libro es una invitación a volver a visitar sus universos o, ¡qué envidia
decididamente malsana!, a descubrirlos por primera vez, una invitación a deleitarse con
su prosa, tan pura y esencial como los cavones de los barbechos oreándose al sol de
amanecida o los chopos desnudos que al cielo se desperezan.
En algún pasaje de sus novelas, incluso en alguna de las conversaciones que tuvo
con César Alonso de los Ríos, Delibes declaraba que él exigía al arte sentimiento, por
mi parte, además de amenidad, también se lo exijo a los glosarios, y, por ende, el que
nos ocupa esta tarde no es un frío repertorio de palabras, sino un intento de evocar una
Castilla con animación en las eras y bullicio en los rastrojos, con miedo a la helada
negra, al retumbo del trueno y al restallido de las exhalaciones conjuradas por el rezo
del trisagio.
Quiere ser un acercamiento al campo castellano, a sus besanas y majuelos, a sus
sardones y a sus tesos ondulados, pretende sugerir el zurrido eléctrico de la patirroja, el
vuelo zigzagueante y bacheado de la becada y el trote cansino del galgo lastrado por el
tarangallo. Intenta sugerir la emoción que sienten los que han convivido con grajillas
y asisten al momento decisivo en que ellas deben optar por continuar con su familia de
adopción o por unirse a un bando de sus congéneres para sobrevolar cárcavas, farallones
y torreones derruidos, silenciosos testigos de esplendores pretéritos.
Y nada como las palabras de Delibes para evocar vívidamente lo que acabo de
mencionarles. El escritor siempre busca el término más propio y preciso, huye como
de Pateta de los vocablos insulsos y desgarbados. No habla de pájaros, sino de serines,
verderones o camachuelos, ni de plantas sino de malvas, amarillas, sonidos, piornos,
ardiviejas y quitameriendas. Distingue entre la escarcha y la carama, y cuando se
refiere a un cotarro, apunta no a cualquier cerro, sino al coronado por un monte, y
generalmente de encina. Cada minucia lleva su nombre: las argayas o filamentos de las
espigas, los cascabillos o cáscaras que encierran las semillas de los cereales, las biznas,
esas láminas que separan los escueznos o partes de la pulpa de la nuez.
Nadie como él para captar la poesía y la expresividad de las palabras cotidianas, de
las que usaban las espigadoras, los cazadores de antaño y hogaño, los agosteros, las
muchachas pueblerinas que venían a servir a la capital, las niñeras de voz cavernosa o
las chachas de dedos engarfiados.
A cualquier término, con independencia de su origen y abolengo, tenga o no la
bendición de los diccionarios, se le brinda amparo y cobijo en sus páginas, tan sólo se le
exige justeza y galanura.
En este modesto libro, En torno a las palabras de Delibes, no sólo se pretende
explicar dentro de su contexto el significado de estos vocablos, muchos de ellos,
por diversas circunstancias, ya bastante orillados y para las nuevas generaciones
desconocidos, sino que se rastrean las huellas que han ido dejando en la literatura
española y, por ejemplo, a propósito de la palabra acuitarse se traen a la memoria los
versos de aquel prisionero del romance que yace en mazmorra oscura, mientras la
primavera estalla, alegre y feraz, tras los muros de la celda, o, en relación a la palabra
soto, se trae a colación aquel soto y su donaire en la noche serena que cantara san Juan
de la Cruz.
También se ha comprobado la presencia de tan entrañables vocablos en los repertorios
dialectales y en los venerables diccionarios de los Siglos de Oro, como el de Francisco
del Rosal o el de Covarrubias, o en el de Autoridades, que no están imbuidos del
espíritu científico de los modernos lexicógrafos, pero que quizás estén revestidos de
mayor donosura, como cuando el citado Covarrubias señala que la palabra breña alude a
los matorrales y a los terrenos quebrados y llenos de maleza y apunta que su significado
ya lo sugiere la palabra con la aspereza de sus sílabas.
En definitiva, a través de la prosa cabal, como su propia persona, del escritor
vallisoletano, un clásico contemporáneo, un renuevo tardío de la generación 98, también
se ha querido con este En torno a las palabras de Delibes rendir homenaje a ese idioma
vigoroso que cruzó los mares, como Lorenzo el cazador, y en especial a su variedad
más popular, a la que hablan las gentes sencillas en corto y por derecho, sin los paños
calientes del eufemismo, sin alharacas, chanchas ni camamas.
8 comentarios:
Agapito:
Allí estuvimos y el acto fue extraordinario y muy emotivo.
Luciano, a pesar de ser ya un veterano en estas lides, estaba algo nervioso. No esperaba encontrar a bastantes de los villapandinos que acudimos, aunque a Reyes y a mi nos había invitado personalmente.
En resumen un rato fenomenal.
Un abrazo.
Pablo Román.
¡Muchas gracias Pablo!
Envidia me das. Podías no ser tan lacónico y contarme algo más del acto. Quiénes presidían, intervinieron, además de la hija de Delibes, gente de Villalpando que estuvo, etc.
Soy cotilla, ¡qué lo vamos a hacer!
Un abrazo.
¡ Que personas tan ilustres teneis en vuestro pueblo! Si es normal que me quede anonadado siendo yo tan limitado. Otro aunque no nativo de Villalpando, el hijo del registrador, Alvarez Junco, se ha jubilado hace 2 o 3 dias, dio su útima leccion.
Para vuestra iglesia de S. Pedro se me ocurre que la junta que se ha creado, debe presionar a d. Tomás B. Según mi pariente Vidal A. "un tanto apocado", con el fin que los dos renteros que pagan menos de los 1.000 e, y si es posible, pasar las mismas a quien estuviese dispuesto a abonar dicha renta, e ir al obispado y convencerlos de esa necesidad con el fin de poder seguir manteniendo en pie el templo, si fuese posible que Sara se mantuviese al margen del proceso, ya que no faltaría quien os trataría de liantes.
Conozco bastantes vecinos de Castroverde, comenzando por vuestros antiguos competidores en lo del aguardiente; los Porqueras, , o a Pedro Villar el del bar, o a Petra la hija del secretario; los Álcala, etc... De Cecilio me creo cualquier cambalache.
No os quejareis de los millones de la PAC, y si os faltase agua podíais llevaros algo de aquí, es terrible, por eso suelo decir que cuando sale el sol, hay que echar a correr para tomar lo más que se pueda, el otro día que al final te lo citaba, a las dos horas lloviendo.
Vaya timada la que comenta el amigo Tomás, para algo de tan poco valor.
Supongo que Álvaro aprovechará los fines de semana al máximo en la nieve.
Contactaré con a José A. de ediciones Castilla.
Viene Rajoy, seguro se buscará una posible salida al fin de Eta.
Un abrazo.
.
¡Gracias amigo por tu mensaje!
En cuanto a las personas ilustres vinculadas al pueblo te diré que los que estáis fuera lo apreciáis más que los residentes.
La próxima entrada en el blog la dedicaré a la intelectualidad villalpandina. No creas que los profesores del IES de aquí tienen ni idea de éstos, aunque sean de lo mejorcito de la intelectualidad nacional, como es el caso de Álvarez Junco.
Lo trajeron de nueve meses y se considera villalpandino. Aquí pasó infancia y juventud hasta los 19 años. Desde entonces somos amigos.
En cuanto a que los renteros pagasen lo justo para arreglar la iglesia, ya lo he dicho en el blog y personalmente a mucha gente. Por supuesto que es gestión que debe hacer D. Tomás. Además estoy seguro que estos que quedan no iban a oponer resistencia. Son buena gente. Sara y su Junta Directiva están revolviendo roma con Santiago para ver si consiguen alguna subvención. En lo de tierras y rentas no se van a meter. En eso se quedan al margen.
De Castroverde habrás de decir que conocías a bastante gente. No sé si vive la hermana de Marcos, la última aguardientera. Los demás ya han desaparecido, Porqueras, Manzanos, Bauselas,... y los descendientes no viven en el pueblo. Petra vive, lúcida, con más de 90 años. La visité hace unos meses. Falleció la hermana con la que vivía. Seguro que aciertas en lo de "cualquier cambalache". Este del censo está muy claro. Mira que nadie ha dicho ni mu.
En lo de la PAC se mantiene el mismo presupuesto. El acuerdo no es el que más nos gustaría, pero bueno... a ver los reglamentos.
De agua por aquí también andamos bien servidos.
Lo que cuenta el amigo Tomás es también relativo a una Notaria de Santurce. Espero que la de aquí, para seguir funcionando, se iguale en honorarios con la de Benavente.
En cuanto a Rajoy lo que le faltaría es que se pusiera a negociar "salidas". Mejor que no.
Un abrazo.
Que pena no poder asistir a actos tan fabulosos de villalpandinos como Luciano, tiene gran facilidad de palabra escrita, núnca le he oido en ninguna presentación, y bien que me hubiera gustado.
Ademas a mi me admira su poesia, los versos al Nazareno me fascinan, cuando los leo pienso que yo no deberia hacerle esas migajillas de versos que le hago, pero sé que el Nazareno me perdonará porque sabe que estan hechos desde el cariño e imagino que Luciano pensará que desmerezco el libro de la cofradia, espero que él me disculpe.
Gracias por darnos a conocer estos acontecimientos , de éste en concreto no tenia información.
Un abrazo Agapito.
¡Gracias por tu mensaje Madolok!
Luciano López Gutierrez lo de la literatura lo lleva en los genes.
Su abuelo, el Sr. Luciano, "El Tobo", íntimo amigo de tu abuelo Teofilo, "El Cartero", desde tiempo inmemorial, era quien componía los "refranes" por San Antón.
Esta cualidad de refranero, la heredó su hijo Luciano López García, "Luci el Tobo", quien, además, tenía una enorme facilidad para versificar con calidad, sobre todo en temas religiosos: versos al Nazareno, a La Purísima y, sobre todo la escenificación del voto.
Y, ya en la tercera generación, tenemos al filólogo erudito, gran prosista culto, Luciano López Gutierrez, hijo de "Luci" y de Emilia, de "Las Fusinas", autor los libros que tú conoces, incluido el recién presentado, "En torno a las palabras en la obra de Delibes".
Un abrazo.
A. Modroño.
Pues mira que me "jode" no enterarme de estos acontecimientos en la ciudad que vivo.No se si había aforo limitado o era libre.Me hubiese gustado asistir y seguro que mi padre también le hubiese gustado ir y pasar un rato buenísimo.Para otra vez será.
Siento mucho Fernando no haber dado la noticia en el blog. De todos modos, a toro pasado, también aquí puedes enterarte, y degustar la presentación de Luciano. Aunque ya sé no es lo mismo que disfrutar de ese ambiente con la gente del pueblo.
Ahora voy a abrir correos de Pablo y de Luciano.
Un saludo.
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