Comencemos
por la historia: originariamente todos los terrenos silíceos de la cuenca del
Duero estaban cubiertos por los carrascales de encina, los limo y arcillosos
predominantes en “Tierra de Campos”,por prados.
Demos
un salto hasta finales del siglo IX: según avanza la reconquista nuestras
llanuras empiezan a poblarse con Cristianos que vienen de las montañas
norteñas. Se van asentando donde encuentran agua de fuentes y ríos; roturan
prados, siembran trigo, plantan viñas, crían ovejas, cerdos, gallinas..; así
van surgiendo pequeñas aldeas y villas.
Las
primeras noticias históricas, escritas, son del siglo XIV, cuando fue concedido
a la Villa y Tierra por los buenos servicios prestados a los reyes Enrique II y
III. En el siglo XVI, durante el reinado de Felipe II, los vecinos de los
pueblos próximos comienzan el descuaje, que ordena parar el monarca. En 1790
acordaron los vecinos de la tierra roturarlo, “por la mucha langosta que había en dicho monte; fue entonces cuando
acordaron que las viesas pertenecerían en lo sucesivo a aquellos que las
señalasen con dos o tres surcos de arada” (Calvo Lozano). Durante todo el
siglo XIX continuó el descuaje.
Como
consecuencia del aumento demográfico y la pérdida de valor de la lana, se
necesitaban más terrenos de labor, de pan llevar. Supongo que cada familia
comenzara a usufructuar (las tierras seguían siendo del común) el terreno que
fuera roturando, descuajando. Empleo el verbo descuajar, en lugar del de talar,
porque el matorral de encina, para que desaparezca es necesario arrancarlo de
raíz, cuanto más profundo mejor.
Supongo
que cada uno empezara a sembrar lo que iba descuajando; posiblemente el valor
de la leña compensaría el trabajo. En los primeros años esas tierras vírgenes,
recién roturadas darían buenas cosechas, que fueron disminuyendo a medida que
los cultivos fueron esquilmando los nutrientes. Ya, en nuestros días
infantiles, las doce mil yeras del Raso, 4.033 Has. se cultivaban en su
totalidad: el rústico trigo candeal, centeno, avena, con el sistema de año y
vez, barbecho, sembrado. Las viesas las sembraban labradores, grandes y
pequeños, de Villalpando, Villárdiga, San Martín, Cotanes, incluso algo Cañizo
y los de San Pedro que se metían. Y si los pastores les comían el trigo,
pobres, no podían protestar. En los años de la posguerra, aunque gracias al
alto precio del trigo, mal subsistían los labradores, rapucheros, que solo
tenían Raso.
Calculo
que, a finales del XIX, comenzaron a plantar majuelos. Fue por entonces cuando
llegó la epidemia de filoxera, que arrasó los viñedos no injertados. La
solución fue plantar vides americanas, que llamábamos bravo (no son
productivas), por lo que al año siguiente de plantar se injertan.
Hasta
los años sesenta del XX, estaba de majuelos todo Valdeconejo, la Barciosa, el
Sebo. Llegó un momento que, por el mucho trabajo que daban y lo poco que valían
las uvas y el vino, se fueron abandonando los majuelos.
En
uno de sus discursos, José Antonio Primo de Rivera, quien conocía la dura
existencia de los que labraban, en toda España, tierras marginales, con su
sentido de lo social, había dicho: “Devolvamos
al monte lo que fue del monte”.
Al
terminar la guerra, con la euforia de aquellos momentos, los labradores, que,
aunque trabajadores, eran todos de derechas, decidieron plantar de pinos todo
el Raso. Salía una caravana de carros, incluso corriendo (a una mula de mi
suegro se le rompió una pata). Aquello duró poco. Llegado el momento de empezar
a reblar, se olvidaron del Raso.
Así
que España comenzó a recuperarse, timídamente, de los daños de la tragedia
civil, cuando el Estado comenzó a contar con algo de dinero (entonces los
gastos políticos eran escasos y los jornales pequeños), desde el Ministerio de
Agricultura se comenzó una importante labor forestadora. Se creó una dirección
denominada, “Patrimonio Forestal del Estado”.
En
1948 el Ayuntamiento de Villalpando, del que era alcalde Pablo Riaño Riaño,
decidió plantar de pinos el Raso. Respetaron los barbechos, hasta la rastrojera
siguiente, y majuelos. Los “Pajalarga”
y alguno otro, aprovecharon viesas perdidas, antes de que las plantaran de
pinos, y se liaron a cavar hoyas y a meter el americano; al año siguiente,
injertaron con verdejo y tinta Madrid; queda un resto de aquellos majuelos;
alguno descepé yo. Domingo lo mantuvo atendido hasta el descepe. Otros dos de
una hectárea cada uno, han quedado abandonados, ahora sale el matorral; otros
dos, de también una Ha. los plantó Domingo, con más de setenta años, de pino
piñonero. Hoy son preciosos pinares.
Aquella
fue una decisión muy controvertida. La verdad es que ya iban quedando viesas en
adil, pero a quienes labraban raso les pareció mal. En cambio, los abundantes
jornaleros, lo vieron bien. Fue la forma de matar el hambre en unos cuantos
inviernos.
Como
eran tierras del común, a nadie se le ocurría reclamar, ni quejarse, (¡Cómo para piarla estaba la cosa en aquellos
años de Cobera y el Teniente Villa!), salvo a un señorito, Luis Mazo Ortega;
pues resulta que tenía escritura (no sé cómo) de aquella viesa en la senda
Marbana, de unas diecisiete yeras. Debió ser por el año “cincuenta y tres”, ya
tenía tractor, un Lanz, y, además, un
cuñado Registrador de la Propiedad influyente.
Le
dijo a Desiderio, el tractorista: -Engancha
los araos y vete a arar la viesa de la Marbana.
¿Cómo voy a ir si han plantado pinos? ¿y si
van los guardias?
-Tú vete, que dentro un rato tiro yo p’allá
en el coche.
Fueron los
guardias, muy respetuosos con Mazo, levantaron atestado, juicio, que ganaron
los Mazo, pues resulta que la viesa era de su hermano Pepe, el boticario; de
las 3’70 Has. dejaron unas 70 áreas sin labrar; allí hay unos pinos hermosos en
el resto, perdido, han salido pinos y carrascos.
Volvamos a la
epopeya de la plantación. Había en el pueblo, antes de la emigración, mucha
mano de obra predominantemente joven; también iba algún jornalero de Villárdiga
y San Martín. El trabajo era a destajo: setenta hoyas de cuarenta, por
cuarenta, por cuarenta, a base de azada; el desplazamiento cada uno por sus
medios; a pie los más pobres, que eran los más mayores, a no ser algún
afortunado propietario de borrico; los más jóvenes fueron comprándole a Isaac
bicicletas Orbea, y a la “Zaurila” BH, a plazos. Me contaba el otro día Miguel
Ángel, el del “Raso”, que su padre, entonces joven, le ayudaba a otro hombrico
mayor de Villárdiga a acabar la tarea, para que no le desquitaran de las 3’70
Pts del jornal.
Creo recordar
que duró la plantación de las 1.400 Has, seis o siete inviernos. Empezaron a
plantar lo más próximo al pueblo, detrás de la dehesa hasta el Sebo y Valdeconejo;
saltado éste siguieron por la zona más próxima al monte Coto, por el Teso de la
Buena Madera, 850 mts. de altitud, hasta el camino de San Pedro, desde el pico
de la Pata, hasta la raya de ese pueblo; más al Sur hasta la raya Belver;
cuando andaban por ahí, de dieciocho a veinte kilómetros de caminata entre la
ida y la vuelta.
En el invierno
de 1965-66 y el siguiente, anduvo una cuadrilla de Villalpando, y alguno de
Villárdiga, reponiendo piñonero en lo perdido. Recién estrenado el Barreiros
R335, de 37 CV, sin cabina, ya , servidor, llevaba a los obreros en el
remolque, con Ramón, “el Gallego”.
-----------------------------------
LAS FOTOS Y EL
VIDEO: Como ven impresionante. ¿Por qué los cortan? Porque esos Pinaster,
plantados hace setenta y pico años, han llegado al final de su ciclo vital.
Muchos se van secando. Ya no crecen más. Además el carrasco, que ha vuelto por
sus fueros, los asfixia. Hace ya años que, detrás de la dehesa, y contra el
Coto, es, como ven en una foto, sotobosque cerrado de encina, de gran riqueza
ecológica, incluso puede que, por la bellota, económica.
No nos preocupemos por la tala de los pinos,
quedan los carrascos, que dan bellotas. Donde las fotos se ve menos bosques
porque son pequeños. No es necesaria, ni conveniente la replantación de pinos,
que ya están las hojarascas de toda la vida. Aunque sí sería conveniente no
seguir a matarrasa, no talar donde no haya carrascales. Por supuesto, veo, y
muy bien, que van dejando los piñoneros.
Este trabajo
de tala lo está haciendo una empresa subcontratada por la Consejería de Medio
Ambiente de la Junta de CyL. Si bien la propiedad del pinar pertenece a los
“trece”, y una Mancomunidad lo gobierna, ésta ha cedido todas las competencias
forestales a la Consejería dicha, quien revierte a la Mancomunidad los
ingresos, creo importantes ahora, por la venta de la madera. Como ven son
troncos creo actos para carpintería o, al menos, para pellets.
Y, ¿qué pasó
con el resto del Raso no reforestado? Pues que al hacer la Concentración
Parcelaría les dieron títulos de propiedad a quienes entonces labraban las
viesas. Convertidas unas pocas en buenos regadíos. También quienes anduvimos
listos a comprar majuelos perdidos y viesas, por cuatro perras, las hemos
reforestado, de lo que hemos obtenido buenas perras, sobre todo quienes hicimos
los trabajos de plantación personalmente: preparar el terreno, comprar la
planta adelantando el dinero, plantar, en varios años los 40.000 pinitos uno a
uno; laboreo, mientras cupo el tractor entre las calles. Incluso en la primera
plantación, a los diez o doce años, hicimos nosotros el entresaque y poda, que
fue también subvencionada. Ahora han quitado esa subvención, pero hay empresas
que se dedican a esos entresaques y podas, gratuitamente, a cambio de la madera
picada que sacan.
Lo cierto y lo
bonito es que desde “La Cañada Real”, hasta los términos de San Pedro, Belver y
Villárdiga-San Martín, no se corta la foresta, de pinares y carrascales.
Una
preciosidad de bosques.
2 comentarios:
Cuál es el motivo para cortar esos pinos y qué se hace con los restos que quedan una vez pelado y troceado?
El motivo ya lo explico: que han llegado al final, que ya no crecen más, que muchos se están secando. Y que, ha surgido, como ocurre siempre que un terreno se deja sin cultivar, la flora autóctona. En la zona de la foto los carrascos son pequeños, pero detrás de la dehesa y junto al "Coto" ahí ya tenemos un bosque de carrascos de encina.
A mí me da mucha pena que desaparezca el pinar, aunque me queda el consuelo del carrascal. Ahora bien. Repito: donde no haya carrascos no deben ni tocar un pino. Debemos tomar conciencia de ello.
No sé qué harán con los restos, las ramas, porque la corteza queda molida.
Esas ramas de la copa de los pinaster carecen de valor. Es ramaje muy menudo. No sé si existirá máquina alguna que las recoja. Eso no vale ni para hacer astillas, pero deben retirarlo, o picarlo. Creo es la mejor opción, hay máquinas que pueden irlo dejando triturado. Las ramas bajas, procedentes de la poda de los piñoneros jóvenes, son más gordas, incluso alguna Jesús no es capaz de meter en la astilladora, y aún así ahí llevan tres o cuatro años sin que nadie las recoja.
Lo único que se puede aprovechar, además de esos buenos troncos que vemos en las fotos. son los pinos enteros, procedentes del entresaque. Llevan las astillas para papeleras. La empresa de Tiedra, astillan, pican, las medas cuando ya está seca la acícula, la llevan a la planta donde criban, para separar la nociva acícula. Esas astillas, limpias, se pueden emplear directamente para calefacción o para fabricar pelets.
Repito: debemos vigilar para que talen todo el pinar a matarrasa.
Publicar un comentario