1º. El agricultor recogió a los vendimiadores que le había mandado una agencia que, en teoría, se dedica a estos menesteres. Nada más ver la pinta de algunos le dio mala espina, pero si quería recoger la uva, no tenía más remedio que tirar p’adelante. Su intuición no le falló. Aquellos muchachos doblaban poco los riñones. A los cinco minutos ya parecían agotados, especialmente uno que iba de cepa en cepa como un sonámbulo. El agricultor se puso a vendimiar con él y comprobó que dios no lo había llamado por el camino del esfuerzo. Tampoco por el de la habilidad manual. Nada nuevo ni extraño. Le había sucedido más veces. Lo más impactante, capaz de arrancarle una carcajada silenciosa a cualquier persona, fue la reflexión que hizo el vendimiador. Ya de pie, le miró con aire circunspecto y le espetó:
-Lo jodido será quitar y poner todas estas cepas todos los años.
El agricultor se quedó turulato. ¡Le habían mandado un vendimiador que desconocía hasta lo más mínimo de las viñas! Aguantando la risa y el cabreo, solo acertó a decir:
-Pues, ya ves; en algo hay que entretenerse cuando se acaba la vendimia.
Y el otro sonrió satisfecho. Ya sabía algo más.
2º. Aquel primer día de vendimia en serio, la calle principal del pueblo bullía. Eran las ocho de la mañana y nueve o diez agricultores esperaban la llegada de cuadrillas de vendimiadores. La confianza se mezclaba con el recelo. ¿Vendrían todos los apalabrados?, ¿traerían los papeles en regla?, ¿serían gente experta y trabajadora o, como había sucedido otras veces, habría que andar a voces o, peor todavía, pedirles que se fueran porque hacían más daño que beneficio…si es que hacían algo? A las 8.15, ya había gente con la mosca tras la oreja. Habían llegado algunas cuadrillas, pero faltaban bastantes. Y era necesario, urgente, vendimiar. Las bodegas habían avisado y daban plazos perentorios. A las 9.00, cundió el pesimismo entre los cinco o seis cuyos vendimiadores no aparecían. Llamadas a las empresas que se habían comprometido a mandarlos, teléfonos comunicando, silencios, excusas y así hasta que los agricultores afectados optaron por volverse a casa y buscar soluciones para mañana, casi rezar para encontrar vendimiadores.
A pocos metros, ocho o nueve hombres y mujeres barrían las calles y quitaban hierbas. Eran parados del Régimen Especial acogidos al Programa de Empleo Agrario iniciado el 1 de septiembre y que se prolongará hasta Navidad. Todos, con razón, han preferido ese trabajo a ir a vendimiar. Es menos duro y les garantiza más salarios. Sin embargo, la pregunta es: ¿no podía haber empezado el Empleo Agrario el 15 de octubre y así lograr el doble objetivo de dar más jornales a los parados y conseguir que haya más vendimiadores? Parece que no, porque el problema se repite año tras año. ¿No es posible una mínima coordinación entre administraciones o entre negociados de la misma administración? Misterio que no se resolverá ni el día en que haya que dejar la uva en los majuelos por falta de mano de obra.
3º. Mañana de vendimia. Relativa tranquilidad. De pronto, de coches sin distintivos salen señores que se identifican como inspectores de Trabajo. Desbandada general. Gentes corriendo entre los liños; otros escondidos bajo las ramas de las cepas, avisos por el móvil. Comentaba uno de los testigos: “parecía una redada de película”. Se levantan expedientes sancionadores, pero no a las empresas que han mandado trabajadores sin papeles, la mayoría rumanos, sino a los dueños de las viñas, que han contratado por teléfono, a través de esas empresas, a vendimiadores. Ahora, sin comerlo ni beberlo, siendo también perjudicados, les puede caer una buena sanción. “A este paso, habrá que dejar las viñas y que le den “pol” saco al vino de Toro”, me dice uno de los que ha sufrido la persecución majuelo arriba, majuelo abajo. Y luego está lo de los jubilados. No pueden ir ni a tirar del tractor ni a ayudar a los hijos. ¿No fue siempre la vendimia una especie de fiesta familiar donde todo el mundo echaba una mano?, ¿no se nos pide desde múltiples instancias el “envejecimiento activo” para que la Tercera Edad no se amuerme o es que solo pueden hacer actividades en las capitales?
Posdata.- Todo parecido con la realidad NO es mera coincidencia. Estos episodios han ocurrido hace poco y me temo que seguirán sucediendo.
COMENTARIO.- En la viña de Villalpando ya no hacen falta vendimiadores. Esa "vendimiadora" y otra, aparcadas anteayer en la gasolinera de Repsol, realizan todo el trabajo. Lo hacen por la noche para que las uvas no se oxiden.
Para esta vendimia mecánica es necesario que las plantas estén en espalderas, las cuales van pasando por la panza de la máquina. El cierre inferior es una especie de cremallera de cangilones de plástico. Unos vibradores sacuden las parras; las uvas se sueltan del rampojo y caen a esos cangilones giratorios, los cuales las van depositando en un depósito. Cuando está lleno, de ahí al camión.
Dada la situación que nos cuenta Luis Miguel de Dios, peligran los viñedos, en vaso la mayoría, que no permiten la recogida mecánica, en la D.O. Toro. ¡Ale!: a fomentar la vagancia. Y defiendo ayudar a quien lo necesite, si bien es evidente que los PER, ERES, RMU, etc. fomentan la vagancia a la que tantos vagos se apuntan.
En la foto de abajo ven el interior de la máquina. En primer plano los cangilones que, al llegar abajo se ponen boca arriba, se cierran en cremallera unos contra otros, abriéndose lo justo para que pase el tronco, la parte inferior de la parra. En el ascenso, ya cargados, depositan las uvas, sin rampojo, que queda en la parra.
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