Mañana, 5 de abril, con motivo del 5º Centenario de la matanza de Villalar, el periódico LA MAR DE CAMPOS, en edición especial, publicará un trabajo que me fue encomendado, del que ahora cuelgo la 1ª parte.
Aparte de mis conocimientos históricos del bachillerato, en que ni siquiera recuerdo si se daba esto de los comuneros, y de todo lo que ido leyendo u oyendo a lo largo de mis años, empecé a tener noticia, poco divulgada, del protagonismo de Villalpando en la contienda, gracias a don Luis Calvo Lozano. En el verano del 19, Ángel Infestas, me habló de Bernardino de Valbuena; después, de la publicación de esas actas por parte del profesor Tomás López. El blog de Ángel, "Memorias del Araduey" me ha supuesto gran ayuda para este trabajo. Por último, también recomendado por Infestas, el libro de Joseph Pérez; 668 páginas con el estudio más completo realizado sobre el tema.
Han sido horas de lecturas, de tomar apuntes, que voy a tener el gusto de irles mostrando. Aunque mejor que compren LA MAR DE CAMPOS.
CRÓNICA RESUMIDA DEL CONFLICTO COMUNERO.
En 1516, por
testamento de su abuelo, el Rey Fernando “el Católico”, se autoproclama en
Flandes, rey de Castilla, Navarra y Aragón, la actual España, y otros muchos
territorios pertenecientes a las coronas de Isabel y Fernando, más los que se
estaban descubriendo y conquistando en el Nuevo Mundo, el segundo hijo , detrás
de Leonor, de Juana I de Castilla y Felipe, “el Hermoso”, Carlos I. Tenía 16
años.
Al año
siguiente, desembarca en Tazones, (Asturias) acompañado de numero séquito de
nobles y clérigos flamencos (de Flandes, no de tablados, actuales Bélgica, Holanda, Alemania…), y sin saber hablar castellano, se había criado
con su abuelo paterno Maximiliano I.
Desde la
muerte de Fernando, tres días después del testamento, enero de 1516, hasta la
llegada a Castilla de Carlos, se encarga de la regencia del reino el Cardenal
Cisneros, quien, desgraciadamente fallece al poco de la llegada del nuevo rey.
La corona le
pertenecía a su madre Juana I (me resisto a escribir lo de “Loca”), quien
víctima de la ambición, primero de su padre, Fernando, segundo de su marido, el
“Hermoso” e infiel Felipe, quienes se habían repartido los papeles en el
tratado de Villafáfila, y tercero, de quien más víctima, de su hijo Carlos,
permanecía, ya por entonces, encerrada en Tordesillas. Así cuarenta años.
Cuando, tras
su llegada, el belfo Carlos, comienza a nombrar para los principales cargos del
reino a sus acompañantes extranjeros, (regente general, al Cardenal Adriano de
Utrecht, Arzobispo de Toledo, a Guillarmo de Croix de 20 años, entre los más
escándalosos), comienza el descontento entre las élites castellanas. Así se lo
manifiestan en las Cortes reunidas en Valladolid en 1518.
Antes de
marchar de España, en 1520, convoca Cortes en Santiago de Compostela y en la
Coruña, donde, al fin consigue de los procuradores presentes obtener dineros
castellanos para su proclamación como emperador del Sacro Imperio Romano
Germánico. Al volver a sus ciudades, principalmente en Toledo a estos
procuradores se les castiga.
La muy
floreciente economía castellana, con los Reyes Católicos, había entrado en
recesión: pestes, sequías, hambre… No estaban los castellanos en condiciones de
prestar mayores impuestos. Además en aquellos tres años de Carlos en estos
reinos comenzó a exportar la lana de mejor calidad, para los telares de su
procedencia, perjudicando a las industrias textiles de Zamora, Palencia, Salamanca,
Bejar… A pesar de ese, no alarmante, retroceso económico, en las dos mesetas y
valles andaluces se concentraba el 77% de la población y la riqueza
peninsulares, basados en el trigo, la lana (en competencia entre ambos que
dirimía la Mesta en favor de las ovejas), y el vino. “Tierra de Campos” tenía
una densidad de población de 26 h/Km2. Medina de Rioseco, cabeza del Señorio
del Almirante don Fadrique Enriquez de Velasaco, contaba con 11.310 habitantes, cuando en toda la península no llegaban a los seis millones. En ciudades y villas se había creado importante industria textil, de curtidos,
cerámica… , cuyos promotores y propietarios empezaron a engrosar relevante
clase media, libre.
Es en esta
capa social urbana donde comienza a hacerse visible el malestar, el descontento
por la imposición de mayores impuestos y la pérdida de derechos civiles. En las
primeras medidas del imberbe monarca, veían el cariz absolutista que intentaba
a su reinado.
COMIENZAN LAS HOSTILIDADES.
Es en Toledo
donde, hartos de exigir al regente Adriano de Utrech que se respeten las leyes, los fueros y las
libertades de los castellanos, comienza la revuelta en abril de 1920.
Triunfa la rebelión. Se crea la primera Junta del Reino.
El ejemplo de
Toledo lo secundan Segovia, Salamanca y Ciudad Rodrigo, en un primer momento.
Adriano de Utrech ordena sitiar Segovia. Los rebeldes, que ya se empiezan a
denominar comuneros, rechazan el cerco. Entonces, el dicho Cardenal Regente,
ordena a las escasas tropas realistas, dirigidas por Ronquillo, apoderarse de la artillera real resguardada
en Medina del Campo. Los medinenses los
rachazan. Como amenaza Ronquillo ordena incendiar alguna vivienda, pronto el
fuego prendió en la mitad de la ciudad.
A medida que
la noticia corría por ciudades y villas castellanas, en la mayoría se iban
formando Juntas, cundía la rebelión. Se organiza el primer ejército comunero a
las órdenes de Juan Padilla. El 29 de agosto de 1520 toman Tordesillas,
importante villa en la que, además, residía cautiva la reina Juana I de
Castilla, acompañada de su sexta, póstuma hija, la niña Catalina de Habsburgo,
en la que los Comuneros habían puesto todas sus esperanzas. A esta villa
comienzan a llegar representantes de cada una de las ciudades para formar la
Junta General del Reino, órgano supremo de la rebelión comunera: la Santa
Junta.
Ya, en el
verano, de 1520, los de abajo, siervos labradores de tierras de los Señoríos, y
braceros, comienzan a rebelarse contra los señores, dejando de pagar rentas e
impuestos que derivan a las Santas Juntas; si bien, en parte, aunque menos,
pagan diezmos a la iglesia que se había posicionado en favor de la rebelión.
La nobleza
que, en un primer momento no había tomado partido, salvo algunos Señores, el de
Salvatierra, por ej., que abrazó la causa comunera, al sufrir como el
movimiento subversivo no sólo era anti real,
sino también anti señorial, se puso con todas sus mesnadas al lado del Rey.
En repetidas
ocasiones representantes de la Junta se entrevistan con doña Juana I,
intentando que ésta se adhiera a la causa comunera, quienes harían valer su
derecho a ser la reina de Castilla, y ellos sus súbditos. Ésta, a pesar de la
mejora en las condiciones de su penoso cautiverio, mientras los comuneros
estuvieron en la villa del Duero, permitiéndole incluso la libertad de salir de
su castillo, se negó a firmar disposición alguna que fuera en contra de su
hijo, y usurpador, Carlos I. Caro lo pago: cuarenta años, hasta su muerte, a
los 76, encerrada y maltratada.
Octubre de
1520, en Tordesillas, la Junta General, por ciertas discrepancias con Juan
Padilla, e intentando atraerse el favor de los nobles, nombra Capitán General
de sus Ejércitos, a un sobrino materno del Condestable de Castilla, llamado don
Pedro Téllez Girón de Velasco.
Realistas y
Comuneros comienzan a reclutar
soldadesca, no entrenada en las artes de la guerra, principalmente los infantes
comuneros.
En noviembre
de 1520 tenemos al grueso de los dos ejércitos: acantonado, en Medina de
Rioseco, con toda la nobleza a la cabeza, el ejército real señorial: 6.500
infantes y 2.200 caballeros; a una legua
al suroeste, en Villabrágima, al mando de don Pedro Girón, al ejército
comunero, de 8 a 9.000 infantes y 900 caballeros, con mucha y más abundante artillería.
Los dos
ejércitos se vigilan, se temen, rehúsan el enfrentamiento total; los
encuentros, las infructuosas negociaciones son constantes. Sin hostigarse
mutuamente pequeños destacamentos de comuneros toman Villafrechós, de cuyo
convento, clarisas contemplativas, es abadesa Ana Téllez Girón de Velasco,
hermana de don Pedro, el capitán comunero; Tordehumos, Villagarcía y Urueña. Igual,
los realistas ocupan La Mota del Marqués, San Pedro de Latarce, Castromonte y
Torrelobatón.
Entre tanto,
Antonio de Acuña, Obispo de Zamora, al frente de una tropa de trescientos
caballeros, todos clérigos, sembraba el terror por las villas Señoriales de la
palentina Tierra de Campos, hasta que fue llamado a Villabrágima
DE VILLABRÁGIMA A VILLALPANDO:
¿TRAICIÓN ? SÍ.
Al amanecer
del día 3 de diciembre de 1520, ante la sorpresa e incredulidad de los señores,
prácticamente sitiados en Rioseco, el ejército comunero, comandado por don
Pedro Girón, abandona el sitio y emprende viaje hacia una plaza fuerte del
Condestable, su tío don Iñigo Fernández de Velasco, la murada y fortificada
villa de “Alpando”, como a seis leguas al Oeste. El pretexto fue la escasez de
víveres en Villabrágima, y la abundancia de éstos, y aposentos en Villalpando.
A medida que
pasan por Tordehumos, Pozuelo de la Orden, Cotanes del Monte, voluntarios de
estos pueblos se suman al ejercito comunero. El más relevante Juan Ruiz
Maladino de Cabreros del Monte.
Hasta ese
momento, Villa Alpando no se había declarado claramente comunera, su alcaide,
alcaldes y regidores seguían obedeciendo la autoridad del monarca, si bien de
una familia de “ricos homes” había surgido Bernardino
de Valbuena, un líder comunero, mozo
de apuesta figura, como de 25 años quien había conseguido reclutar como a
treinta caballeros, con los que acudió, llamado por Acuña, a Zamora para
derrotar al Conde de Alba de “Liste” y poner la ciudad al servicio de la Santa
Junta, hecho lo cual, regresa, por Toro, con el dicho Obispo y su tropa a
Villabrágima, mediados noviembre de 1520.
De este importante
capitán comunero villalpandino no había noticia histórica hasta que los
historiadores, profesor toledano Tomás López Muñoz y el catedrático emérito de
la Universidad de Salamanca, el paisano y amigo Ángel Infestas Gil, encontraron
en el Archivo Histórico Nacional las ACTAS del proceso, (juicio) seguido, en
rebeldía, contra dicho Bernardino.
Prologado por
Ángel Infestas, el profesor Tomás López ha publicado el libro titulado: “Proceso contra el comunero de Villalpando
Bernardino de Valbuena”, en el mismo transcribe todas las actas (copia) de
las declaraciones de todos los testigos en el largo proceso que tuvo lugar en
el otoño de 1521.
Leer esas
actas, por la gran cantidad de detalles en ellas aportados, es trasladarse a la
villa del siglo XVI: recinto amurallado de perímetro ampliado con muralla de
tapial sobre el siglo XII, y cuatro puertas de entrada, dentro del contorno de las, todavía, actuales
“Cercas”, surcadas por el antiguo foso, que conocimos, la cava, por el que
corría el agua. Fuera del recinto estaban el arrabal de Olleros, algunas
ermitas y posadas.
¡Qué fácil
imaginarse al capitán comunero, ya de noche, golpeando, con el pomo de su
espada, los maderos del portón de San Andrés. El alcaide Bañuelos se resistía a
la apertura, al no estar seguro de quién llamaba. Oíd lo que dijo Girón:
-“¡Abrid ese postigo e sacá esa hacha acá e
conocerme héis!”
- ¿De parte de quién
veniedes?
- Con Bernardino de Balbuena de parte de la
Santa Junta Comunera
-Pasad pues
Los
goznes chirriaron. Unos doscientos caballeros encabezados por Girón, Acuña y
Valbuena, sin encontrar resistencia, irrumpieron en la villa, con mucha
algarabía de trompetas y atabales, recibidos con desbordado entusiasmo y
aclamaciones de todos sus moradores,
“tanto de labradores como de gente baxa e no de cuenta”.
Los
villalpandinos agasajaron a las huestes comuneras con quinientas treinta y ocho
gallinas, tres docenas de ánsares y seis cargas de harina para facer pan. Por
supuesto que tampoco faltaría la olla de carnero con tocino y berzas, ni
pellejos de vino.
Bernardino
de Valbuena, unos cuantos días después, ausentado de Villalpando, don Pedro
Girón y la mayoría de sus tropas, deselló tres silos propiedad del Condestable
en la plaza del Templo y repartió las ciento tres cargas de trigo que
contenían, entre los habitantes de la villa.
Otros
muchos sucesos, mientras fue comunera, acaecieron en la villa, que no caben en
esta crónica.
CONSECUENCIA DEL LEVANTAMIENTO DEL CERCO A RIOSECO.
No
pierden tiempo los nobles y realistas. Al día siguiente, 4 de diciembre,
inician la marcha hacia Tordesillas. De camino van ocupando las plazas
abandonadas por don Pedro Girón. Sólo en Villagarcía encuentran, escasa,
resistencia; no así en Castromonte, Peñaflor de Hornija, Torrelobatón.
El
día 6 de diciembre de 1520, tras seis horas de combate contra la guarnición
comunera, y sesenta muertos, los realistas toman Tordesillas, que sufre el
pillaje de los mercenarios reales. Doña Juana vuelve a soportar, y hasta el
resto de su vida, penalidades.
La
pérdida de tan importante villa desmoralizó a los comuneros. En Villalpando, el
obispo de Zamora, Antonio de Acuña, llega a acusarle de traición a don Pedro
Téllez Girón de Velasco (Pedro Girón). Malhumorado se retira, con sus
trescientos clérigos-soldados, a Toro, desde donde regresa a Toledo.
Girón,
abrumado por las críticas o porque ya había cumplido su misión, dimite. El 15
de Diciembre con sus caballeros, de Villalpando a sus dominios de
Burgos. Cierto que se mantuvo neutral, que, por abril, informó a los comuneros
de los victoriosos movimientos del Condestable por tierras de Burgos y Álava.
Cierto que pudo pasarse al ejercito realista. Pero cierto, también que no fue
juzgado, ni castigado, por éstos. Tres años después, en la invasión francesa a
Navarra, ya combatió al lado del ejército imperial. Obtuvo así el perdón de
Carlos I.
Traidor
o no, su retirada a Villalpando fue un hecho determinante en la derrota
comunera.
Juan
Padilla, desde Toledo, vuelve a comandar a las huestes comuneras. Aunque los
realistas se habían asentado en el corazón de Castilla, tierra de castillos, de
Tordesillas a Rioseco, castillos en Tiedra, Villalonso, Torrelobatón, Urueña
(toda ella un castillo), Villagarcía, San Pedro de Latarce, Tordehumos; los
comuneros conservaban su poder en todas las ciudades y villas importantes.
VILLALAR.
De
las huestes que llegaron a Villalpando, grueso del ejército comunero, gran
parte de ellas, desertaron, volvieron a sus lugares de origen. Otra importante
facción se unió a la Junta de Valladolid, adonde llega Padilla con 1.500 nuevos
hombres. El 25 de febrero conquistan Torrelobatón, donde se acantonan, en la
villa y Montes Torozos.
Entre
tanto, el Condestable de Castilla, don Iñigo Fernández de Velasco, había
conseguido reclutar, entre los nobles unos 1.000 caballeros y 2.000 infantes (gran
parte de ellos vascos). Derrota en su villa al marqués de Salvatierra, toma
Vitoria; cabalga hacia el sur, tomando las villas que se resisten, Meneses, por
ej.
En
aquellas semanas de marzo y abril, en Torrelobatón, y en Valladolid, comienza
el pesimismo. La Junta no encuentra quién dirija los 1.500 hombres de refuerzo
a los comuneros, hasta que un estudiante, Diego López de Zúñiga se ofrece
voluntario. De los Torozos huyen desertores, entre otros los de Madrid que no habían percibido la
soldada. El temor a las noticias que llegan de la imponente caballería realista,
siembra cierto pánico entre la soldadesca comunera.
El
21 de abril llega el Condestable a Peñaflor de Hornija. Allí le esperaban el
Almirante don Fadrique y los Señores de Tordesillas; reúnen entre todos un ejército
de 6.000 hombres, de ellos, 2.400 caballeros (jinetes).
En
Torrelobatón, a una legua de Peñaflor, se sienten inferiores, cunde el
nerviosismo. Deciden partir, en la madrugada del 23 de abril, hacía la ciudad
de Toro, buscando el amparo de sus murallas y de su ejército.
Al
mando del Condestable, los realistas salen en su persecución. Cuando los ven
cercanos ordena Padilla, guarecerse, para hacerles frente, en Vega de
Valdetronco; órdenes que no son oídas; antes de llegar a la aldea de Villalar,
en medio de intensa lluvia, los alcanzan. No les da tiempo a los comuneros a
desplegar su artillería, gran parte de sus jinetes huyen. Las más de dos mi
lanzas reales a caballo van ensartando, como a quijotescas ovejas, a los
infantes comuneros. No coinciden las fuentes. Dos mil bajas estiman las más
certeras. El resto, huyendo, consigue llegar a Toro, de ahí, los más nobles, a
Portugal, por Fermoselle.
En
Villalar, todo el Señorío de los linajes castellanos, contentos de poder seguir
disfrutando de sus privilegios, contempla impávido el degüello del líder
toledano Juan Padilla de 31 años; del segoviano Juan Bravo de 38 años, y del
salmántino Francisco Maldonado de 32 años; todos de buenas familias; todos
amantes de la justicia y de la libertad.
Todas
las ciudades y villas castellanas, comuneras, sucumben, menos Toledo. Allá huyó
el 24 de abril el capitán villalpandino,
Bernardino de Valbuena con sus soldados leales, unas decenas. Doña María
Pacheco, la viuda de Padilla, heroína de la resistencia toledana, lo nombra su
capitán. Junto al Obispo de Zamora (quien no consiguió que lo nombraran Arzobispo
de Toledo), resisten unos meses, hasta febrero de 1522. Valbuena consiguió huir
a Portugal, A Acuña lo apresaron en su huida y lo ajusticiaron.
Desde
Villalar, fue a Villalpando, a la primera de sus villas, a la que se dirigió el
Condestable. “Emberronao” de venganza decapitó al alcaíde de la fotaleza,
alcaldes de la villa y regidores.
-“Desde
entonces ya Castillaaa / no se ha vuelto a levantar, ah, ah / Siempre añorando
una Junta, ah, ah, / o esperando a un capitán, ah, ah.
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