domingo, 10 de mayo de 2020
ESUTAQUIO FERRALLISTA. (Capítulo III)
Ese lunes, luego a primera hora, cogió el periódico de anuncios y se puso a llamar. Se ofrecía como peón en la construcción. Todos le decían: "¡Si fueras ferrallista..!"
A Eustaquio esa palabra le sonaba a chino. Ni zorra idea qué era eso de ferrallista. Preguntó al tío del bar le dijo que eso era atar las barras de hierro para los emparrillados y los encofrados en la construcción. -
-Mira, a dos manzanas están empezando un edificio grande de pisos.
Se fue para allá y, como distraído empezó a observar. Por allí pasó la mañana. Le quedaba dinero para tres comidas.
Por la tarde, a primera hora se presentó en la obra. Preguntó por el encargado.
-Es que vengo por lo del anuncio de ferrallista.
-¿Conoces el oficio?
- He estado trabajando de ayudante en la obra de una gasolinera de unos primos míos en el pueblo. El de la ferralla venía, me dejaba los hierros, me decía cómo, y yo, con un peón, lo iba montando todo. Como ya se ha terminado he venido aquí a buscar trabajo.
-¿Tenía pisos esa gasolinera?
-No, pero sí una solera muy grande en la que hubo que meter mucho hierro y hormigón porque iban a entrar camiones. También montamos una visera sobre tres columnas.
-Vale. Ven mañana a primera hora con ropa de trabajo. Los guantes y la herramienta te la damos aquí. Empezarás como oficial de tercera.
Tuvo la suerte de que le adjudicaron como ayudante a un chaval, mayor que él, que conocía el oficio, que sabía interpretar los planos. Eustaquio, ante el otro, no demostró ignorancia, sino que le mostraba los planos. haciendo observaciones, como en plan de consulta.
Tiró la semana mal comiendo, hasta que el sábado a mediodía, le pagaron el sueldo: 780 pts. Los otros de Villalpando, en un laboratorio, lavando envases ganaban 450 pts a la semana. Para la pensión y comer, malamente. Marino y Antón, varias semanas después, regresaron al pueblo. En Madrid quedaron los dos Mazariegos: Eustaquio porque fue mejorando de trabajo y Josele porque soñaba con ser torero.
Mejorando de trabajo, ¡y de qué forma!
Como en la obra se pasaba mucho frío, siguió leyendo anuncios: "Se necesita encargado para granja avícola".
-Esto es lo mío.
Se presentó en la granja, una nave grande que ocupaba todo el bajo de un bloque de pisos en Carabanchel Bajo. Nº 164.
-Que vengo por lo del anuncio.
-Lo siento, pero acaba de marchar otro, que ya he quedado con él.
-¡Bueno!: pero me deje usted ver la nave y los pollos.
Estaban en jaulas corridas de tres pisos, unas sobre otras. Los excrementos caían en unas bandejas extraíbles. El agua corría por un pequeño canilillo exterior. Para la comida existía otro canal mayor y por debajo del bebedero, que se rellenaba manualmente. Tres chicas se afanaban en limpiar, con espátulas las bandejas, dejando la basura sobre una estera grande. Se había marchado el encargado anterior y ellas habían pasado la mañana matando, desplumando y preparando pollos para servir a tiendas y a restaurantes.
-¡Perdone don José Luis! ( Ya le había dicho su nombre: José Luis Monterroso, natural de Chinchón), estos pollos están muy mal atendidos.
-¿Pues?
- Las bandejas están hasta arriba de gallinaza. Llevan por lo menos tres o cuatro días sin limpiar. ¿No nota usted el olor a fermentado? ¿No ve como andan los pollos metiendo el pico debajo de las alas? Es por el fermentado que cojan piojos los pollos y no engorden. Y además si alguno se hace sangre, los otros, como son carnívoros, le pican hasta matarlo.
-Oye muchacho. ¿Por qué sabes tú tanto de esto?
-Porque ese ha sido mi oficio en el pueblo. Mire mi tarjeta: (había encargado tres o cuatro cuando vio el anuncio) Eustaquio Mazariegos Alonso, sexólogo y castrador de pollos.
El hombre se echó a reír. -Hombre, yo no necesito a un tan especialista
-Pero sí a alguien que conozca el oficio. Mire usted: no ve manchas rojas y verdes en los excrementos. Pues eso es porque los pollos tienen "guitosis". Es urgente una limpieza y desinfección de esta nave.
- Sí, pero son las siete, las chicas ya se tienen que marchar, y mañana es domingo y sólo van a venir a echarles agua y comida.. Con el otro no he quedado hasta el lunes.
- Si usted quiere yo vengo mañana y se lo dejo todo en orden. Lo primero es ir a comprar a esa ferretería un recogedor de chapa de la anchura de las bandejas. Las apoyo sobre una tabla que pongo encima sobre esos baldes grandes de goma, y de una pasada, todo al balde. Luego a cada bandeja hay que pasarle un cepillo, que queden bien limpias y "echarlas" Zotal. Tiene usted que comprar una mochila para desinfectar toda la nave. Y el suelo hay lavarlo con agua a presión que quede completamente limpio, y más Zotal.
-¡Oye muchacho! Pareces muy espabilao.- ¿De qué pueblo eres?
- De Villalpando que a uste ni siquiera le sonara.
-¡Cómo no, si es el pueblo de Andrés Vázquez,
-Pues Andrés es mi primo hermano; por ese estoy yo en Madrid, pa verle torear con otro primo que quiere ser torero.
-¡Bueno, bueno! ¡Pero tú no te apellidas Vázquez!
-Es que su padre, Antonio y el mío José, son hermanos. Nos apellidamos igual del primer apellido, Mazariegos, pero él se lo ha quitado porque es más artístico el Vázquez.
-¡Bien, hombre bien! En este negocio tengo una socia, Laura. Su marido Pedro, es directivo de una gran empresa. Es el encargado de organizar los festejos taurinos en la Plaza Mayor de Chinchón. Somos muy amigos de Julio Aparecio y de Antonio Bienvenida. Así que a ese primo, que se entrena en la Casa de Campo, le podríamos meter en una novillada para maletillas.
-Mire don José Luis. A mí ahora lo que me interesa es el trabajo.
-Seguro que quieres venir mañana?.
-Dígales a las chicas que mañana, a las ocho de la mañana, aquí como clavos.
Eustaquio empezó a sacar bandejas, rallarlas, mano de Zotal, vueltas a meter. Cuando llevaba llenos 25 de esos grandes cubos de goma gorda, apareció don José Luis.
-Bien muchacho bien. Me parece que te vas a ganar el puesto. ¿Cuánto quieres ganar?
-Pues mire usted, lo que ganaba en el otro trabajo. Mire la factura.
Ahí empezó la ardua negociación. Cuando el encargado de la obra donde trabajaba de ferrallista, le dio la cuenta de la semana, le pidió pusiera en la factura, en lugar de las 825 pts. que ganaba, 950 Pts.
Don José Luis se echó las manos a la cabeza.
-Pero hombre, hombre. El que marchó ganaba 650 pts. y por ese dinero va a venir otro el lunes.
-Usted deme lo que le pido, que le voy a salir más barato. Usté ha dicho que al de antes le llevaba todo el día limpiar las bandejas. Usté verá como esto lo tengo ya casi acabado, y estaban hasta'rriba. A mi no me va a llevar más que la mañana, y por la tarde puedo ayudarle a repartir pollos por Madrí.
-¿Tienes carné de conducir?
-No, pero sé conducir, que en el pueblo andaba con la "cirila" de mis primos.
-¡Bueno, bueno. Aquí hay mucho que hablar. Termina la limpieza que ahora van a venir Pedro y Laura, los otros socios. Tenemos que contar con ellos.
Eustaquio siguió canino su trabajo. Cuando llegaron, con don José Luis de nuevo y los socios doña Laura y don Pedro (Eustaquio trataba a todo el mundo de don), estaban limpias todas las bandejas, el suelo, las paredes; todo limpio y desinfectado con un agradable olor a Zotal; apartados los pollos picados..., y 37 canastones llenos de gallinaza, sacados con carretilla de dos ruedas a la puerta de la nave, donde pasaría a recogerlos un hortelano de Navalcarnero, padre de Jesús casado con una Sampedro de Villalpando.
-¡Bien, bien!, nunca ha estado esto tan limpio, pero pides mucho dinero, dijeron los tres.
Eustaquio volvió a repetir sus argumentos de que el podría también encargarse del reparto, y puso la condición de no trabajar el domingo, porque a él le gustaba descansar ese día e ir a Misa y al cine.
-Como me imagino que estarás muerto de hambre -eran las dos y llevaba con un café, currando desde las ocho, ¿Qué te parece si te vienes a comer con nosotros y hablamos.
¡Hambre!: si tardan un poco más me aso un pollo de éstos.
Rieron con ganas los patrones. Lo llevaron a un restaurante clientes de la pollería. Eustaquio pidió un primer plato de cuchara, alubias con chorizo, para irse entonando. De segundo un pollo tomatero que servían asado. Lo trinchó en un pis-pas. Le invitaron a café y a copa. -Puro no; no fumo.
-¡Vaya hombre!: pues sí que nos está saliendo virtuoso este chico de Villalpando. Hace pocos días he pasado por tu pueblo. A ver cuando os arreglan el puente que se llevó la riada.
-Pues pasaron ustedes por delante de mi casa. Se acordó de su madre y se le soltó una lágrima.
-Vamos a aceptar lo que pides,pero de eso hay que descontar la mitad de la cuota a la Seguridad Social. Vas a empezar, por las tardes-noches a ir a una Auto-escuela. Eso también lo vamos a pagar a medias. Y, mañana, a las ocho en la pollería.
-Perdonen ustedes. En la obra no empiezan a trabajar hasta las nueve y quiero despedirme del encargado, don Alberto, que me dio la oportunidad de trabajar de ferrallista, viendo que no lo había hecho nunca, pero que aprendía muy rápido.
-Vale hombre: nos parece bien el gesto.
Eustaquio sacó al carné a la primera. El examen teórico era oral con un ingeniero, y el práctico, con dos clases, lo tenía chupao.
En el siguiente capítulo contaremos las aventuras de Eustaquio con la DKW de la pollería repartiendo por Madrí.
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2 comentarios:
Magnífico relato. Una novela, escrita con este estilo sería una joya.
¡Gracias hombre! Pues esperaté que falta lo mejor. Es buena idea la de la novela, pero habría de ser picaresca.
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