Ruego primero: Si alguien copió la semblanza que hice al fallecimiento de DECOROSA PÉREZ MARTÍNEZ, le ruego me la envíe.
Sin querer borré esa entrada. Ayer su hija Maite me preguntó. Creí se había guardado. La busco y no la encuentro. Me gustaría quedara ahí como recuerdo.
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Hace unos días que al pasar por la calle Miraflores, no veía puesta la puerta de cristal en la tienda de Juanito, ni el carretillo en la calle. Me encuentro con un amigo y le pregunto. -A Juanito le ha dado un ictus. Lo llevaron a León. Ahora está en Zamora.
¡Qué pena!: se nos está acelerando el tiempo. En mi existencialismo me consolaba ver a Juanito resistiendo. Ver su tienda abierta.... Le compraba nueces para mi desayuno, alguna latilla, de vez en cuando, unas botas para el huerto,....
¡Por favor!: que nadie critique a Juanito, con eso de roñoso, de tener mucho dinero, etc. De toda la vida el mismo cuento.Puede que tuvieran dinero hace setenta, ochenta años; pero ese dinero ahora es nada.
A Juanito, en los malos tiempos, le han dejado mucho a deber, y lo ha perdonado. Juanito es un santo.
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Anteayer, conversando con Julio "el pescadero", en la conversación salió a relucir Tarsicio Alaiz Miranda, de Villárdiga, como ejemplo de hombre juicioso con quien le encantaba conversar..
Le pregunto: -Han comprado un piso aquí, pero no veo hayan venido a vivir.
-¿No te has enterado? Tarsicio se murió hace unos meses.
La noticia me dejó triste. -¿Cómo no me enteré para, al menos, acompañar a sus hijos? Lo malo es que los he visto después y nada les he dicho. No sé si alguien les transmitirá mi pésame.
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La hija del Sr. Demetrio, monja clarisa en Valladolid, cuyo nombre no recordaba, se llamaba Felisa. El hijo mayor de África y Sócrates, es un calco de su padre.
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Que no tomen como fanfarronería la entrada de ayer. Es humano compartir con los lectores, no sólo las penas, sino también las alegrías.
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UNA HORA DESPUÉS, pues nadie creo me lo iba a enviar:
VOLVIENDO A RECORDAR
A DECO.
El día de su marcha, le redacté
una semblanza. Los recuerdos más gratos de tantas vivencias comunes, de tantas
conversaciones, vecinos de toda la vida. Algunas tardes me sentaba con las tres amigas, Concha Boyano,
Cecilia y ella, en la terraza del Ideal, en verano. Todas las tardes las veía
pasar por mi ventana. Se borró la entrada y no la encuentro archivada. Recurro
al disco duro de mi chola, pues su hija me ha preguntado, que se lo habían
dicho y no la ha encontrado en mi blog.
Lo mejor será que transcriba
fragmentos de su charla:
Fue así como vine de rolla “an cá” tu abuela Ana, porque tu madre y tu
tía Coral, todavía no se habían “apartao”. Aunque a ti ya te habían llevao con
los otros abuelos, ( no me traigáis al Agapito, que pega a los otros niños. -Pero si tenía menos de tres años, Deco),(Les aseguro que he evolucionado) estaban los de Coral, los “Chinas”, Jesús ya mayorcico,
Felisa y el Eustaquín, que aprendió a andar para hacer trastadas, también
estaba tu hermano Pablito de poco más de un añico. Mira si había críos. Además
tu madre y tu tía Coral, estaban embarazadas.
Ya llevaba yo unos meses, creo
que empecé al cumplir los 13 años, cuando nacieron tu hermana y tu prima
Coralina, la monja, el mismo día en casa de tu abuela. (04-11-1943)Por aquel entonces
todavía andaban arrieros, cisqueros, manteros, afiladores, marraneros por la
carretera; metían los carros en el corral y las mulas en las cuadras; dormían
sobre sacas de paja, vestidos, en el “portal de los hombres”.
Además de cuidar a los críos
yo era la aguadora. Me ponían en la burra, encima de los cuévanos. Llenaba los
cántaros en el caño de Santa María, que me costaba trabajo echarlos y bajarlos.
Serví en pocas casas. Salí de
la de Concejo pa casarme, a los veinte años, cuando vino Segundo de la mili. A
él nunca le faltó trabajo en el pueblo, por eso no emigramos. Después de ganar
el jornal cada día, nos poníamos a hacer adobes en las Tenerías, pa una casica,
que no teníamos. Después compramos ésta a los Tollas, y los adobes se los
vendimos a Lizondo, que todavía están ahí, en el almacén.
Estuvimos viviendo en el molino de “Misfelis”. Un frío. Segundo me traía al pueblo en la bici.”
Me contaba, ya casada, como
ayudó, con otra mujer, más la criada que había en esa casa, cuando la grave
intoxicación a numeroso grupo de personas en fiesta familiar.
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