NOVELA DE UNA CHICA DE SANTA EUFEMIA.

 

      

      Por si no leen el nombre de la autora es Ana Isabel Santos Pumar, hija de Silvestre y de "Tasia" quienes resulta  fueron muy amigos de Carmela Riaño, hermana de mi esposa Sara, y de su marido, natural y residente en ese pueblo, Bonifacio Martín.

     Tuve noticia de su publicación en "La Mar de Campos". La acción transcurre en Santa Eufemia del Arroyo, provincia Valladolid, año 1971, datos suficientes para que me entraran muchas ganas de leerla. No la encontré en librerías. Vino un chico de Santa Eufemia a por pellets. Le pregunté: -Si es Anabel, mi prima. A los pocos días, este chico, Diego, me trajo, de parte de la autora, un ejemplar regalado a casa.

   Podría recurrir a los fáciles calificativos: interesante, preciosa, amena..; los cuales no explicarían todas las vivencias, emociones, el inmenso placer de leer que  "El sueño", tan rural, siendo un ruralista  nostálgico, me ha producido.

   Cuando la autora sitúa la acción, 1971, (por cierto, fue muy buen año), aunque ya estaban llegando los "Ebro", Jhon Deere, Barreiros..., y las cosechadoras, todavía los pueblos estaban vivos; tenían maestro, maestra, cura, médico; familias de labradores, ganaderos, alguna casa grande, (de un conde, por ej.) tienda, casino, baile; niños y niñas, pandillas de jóvenes, de adolescentes (la protagonista, que va a cumplir quince años)... Ahí tenemos los mimbres para el cesto.

 Comienzo a leerlo y todo me resulta familiar: "las Cuatro Calles", la del Río, las bodegas, la casa del Conde; el camino de la Carba (anduve por allí labrando con Boni), los Tesos de la Maya; las eras, las parvas de cebada, que yo compraba; la huerta, el frutero de Villalpando; las vaquillas por la Santa de las que acababan haciéndose dueños los de ese pueblo; la paliza que les dieron a unos cuantos, pues eran chulitos los de "la villa", los mozos del pueblo... Familiares las casas, la iglesia, el baile..., y, lo mejor: las escenas de las interelaciones  familiares, de entre mozos y mozas del pueblo; de entre unos con otros vecinos.

   Ese es el gran mérito de la novela: la capacidad de la autora para, abundando en los diálogos, reflejarnos el carácter, la psicología de los personajes. Es un positivo análisis sociológico de aquellas sociedades rurales; el matriarcado en la ejemplar familia protagonista, por ej., las típicas, tópicas terroríficas homilías del cura... Las descripciones son tan perfectas, en un rico y variado vocabulario, que leerlas es como, mejor, que estar viendo una película. Es una novela muy cinematográfica.

   A media novela, le comenté a la autora, como su lectura me introducía en el ambiente juvenil, con un lenguaje tan propio, para mi desconocido, de las pandillas de chicas y chicos, en aquellos años,  cuando ya comenzaba una cierta apertura. Iba por la página doscientas y pico. Dudaba que en las trescientas que faltaban siguieran reflejándose las amistades, diversiones, amoríos, faenas agrícolas... Sí, sí: buena, poco a poco, se fue poniendo la cosa. Me fue llevando la autora, intercalando muchos episodios, a un verdadero suspense. Es una novela llena de intriga de acción, sin caer en las desagradables truculencias de la novela negra actual, más bien al contrario con alguna escena, la del hospital, por ej., llena de una inmensa ternura.

    ¿Tiene mensaje? ¿Ayude al florecimiento de la bondad, de los buenos sentimientos? Eso se desparrama por toda la novela. Me quedo con el canto, no chirriante, callado, como música de fondo en la novela, a los valores de la familia tradicional. 

    Si todavía diera escuela, se la recomendaría a los de la ESO. Es, además de para mayores, una novela muy juvenil. Se la voy a recomendar a mi nieta Inés.