jueves, 4 de noviembre de 2021

RECUERDOS.

 "Que en tiempo de sementera, anda la gente ocupada". 

    Eso era antes, cuando las mulas. La mayor parte de los hombres de los pueblos, entre labradores y obreros, puede que más de 300 en Villalpando, salían con el lucero matutino, las parejas, arados, cubresemillas, sembradoras, gradas, rastras, cebaderas, alforjas (en un seno el botijo, botella de vino, algunos; en el otro el fardel: fiambrera con tortilla o buenos torreznos, medio pan de a kilo), salían, digo, a sembrar; trigo casi todo, algo de cebada; centeno, avena y algarrobas los más pobres.

  De niño fui alguna vez a llevar la simiente; fanega y media en el costal, encalada con "Piedra Lipe" la noche anterior, con lo que mi tío cubriría las seis cuartas (algo menos de media hectárea)  que podría tapar con el "cubre".

    ¿Para qué voy a comparar con estos tractorazos y maquinonas de ahora? Un tractorista siembra más que cuarenta gañanes.

     La vida en el pueblo giraba en torno a las faenas del campo y a las festividades religiosas. Por estos  días era la tenebrosa novena de Ánimas en las monjas. Como está mis libros no quiero repetir.

     Sí quiero reflexionar sobre la bondad y la maldad de los humanos. Lo del crimen de ese niñico en la Rioja lastima la sensibilidad de los buenos corazones. Y es que la "progresía" no quiere enterarse de que existen seres malvados de nacimiento, que no son reinsertables, y que sólo los sujeta el temor al castigo. Por desgracia tenemos, en abundancia, horripilantes ejemplos.

    En las guerras, sobre todo en las civiles, rotas las ataduras, es cuando sale a la superficie toda la maldad de los humanos; es cuando, hasta los no violentos, entran en la espiral de las violencias, de los odios. Nuestra guerra incivil, fue buen ejemplo de ello. 

     En la paz también, en hechos concretos, se ve quién es malo, violento, odiador. Por ej.: un individuo que, amparado en la impunidad judicial a su favor, en frío, sin mediar palabra, agrede a otro en repetidas ocasiones, servidor la víctima ¿qué no haría con poder derechista en una situación de guerra?

    En contraposición deseo ahora contar un hecho verídico que, aunque está recogido en alguno de mis libritos, como ya están agotados, habrá gente no haya leído.

    Diez de diciembre de 1936. En una casa de labradores modestos, calle de la Amargura, trasera a Platerías, velaban el cadáver de un muchacho de 23 años, único varón, de otras cuatro hermanas, una un poco mayor, las otras adolescentes.

    Había marchado voluntario al frente. Pertenecía a una de tantas numerosas familias trabajadoras de labradores de par de mulas, tierras, la mayoría en renta, trabajo duro y vida austera. Aunque deseosas de una mayor justicia social (ellos también estaban achuchados por los rentistas) estaban en contra del colectivismo, del amor libre, de la irreligiosidad impuesta predicado por las izquierdas, (lo cierto es que aunque no se casaran por la iglesia, entre los izquierdistas de los pueblos los vínculos familiares eran sólidos) estaban a favor de la familia, de los valores tradicionales. Para defender ésto, miles de jóvenes labriegos castellanos se fueron al Guadarrama.

    Zósimo se llamaba este muchacho. Uno de los primeros "caídos" del pueblo. Murió en un hospital de campaña dos días después de ser herido. Lo trajeron a enterrar al pueblo.

     Aquella noche, unos cuantos afines, (de los que no habían ido al frente) con los odios a flor de piel, pues la cosa ya venía caliente desde bastantes años atrás, provistos de pistolas quisieron vengar la muerte del "caído", liquidando a algún "rojo" de los que, todavía, no llevados a Zamora o liquidados por las cunetas, quedaban en el pueblo.

    El padre de aquel muchacho (aunque los de la Gestora Municipal de Izquierdas, nombrada a dedo por el Frente Popular, le habían hecho sacar la paja guardada en el pajar de "Las Hermanas", y le habían destituido, como a toda la corporación, del cargo de concejal electo) hombre noble y bueno, como toda esa familia de los Núñez Alonso, se plantó y dijo: -"Ya es bastante con la sangre de mi hijo".

     Esto me lo contó, ya en democracia, Paulino "Ranillo", un obrero gran trabajador, quien, con alguno más de los vecinos, estaba en el velatorio.

     Hubo otro caso, muy edificante que, aunque lo haya contado hace años en papel, no me importaría repetir aquí.

     

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