Y bien sabe Dios cómo lo siento. He seguido, con mucha tristeza, su estado durante las últimas semanas. En los últimos días, nada más despertar, me acordaba de él. Y así, hoy, ahora, aunque aún no están puestas las esquelas, porque Gaspara estaba pendiente de saber la hora del funeral, (mañana a las 12 en San Nicolás) ya vi que lo habían traído al tanatorio.
En mi sentimiento, nuestra amistad juvenil, tantos ideales, tantas preciosas vivencias compartidas en Acción Católica, han pesado más, han borrado las rencillas por los conflictos que tuvimos de mayores. En este momento, ante el enorme zarpazo de la muerte, ante la cual vemos lo absurdo del odio, aprovecho para desear que la convivencia en el pueblo se base en la justicia, en la honradez, en la verdad y en la bondad.
Ahora voy a contar algo que muy pocos saben: La última vez que coincidí cerca de Jesús fue en una misa de funeral en San Nicolás, antes de la pandemia. Yo me había sentado en el segundo o tercer banco de la derecha. Había muchos huecos. Al poco llegó él y se sentó, justo, detrás de mí. En el momento de la paz, me volví y le tendí la mano. Nos miramos a los ojos, sonreímos. Él la apretó con fuerza. A los dos nos invadió la paz.
Estoy seguro de que su religiosidad le ha ayudado a soportar la enfermedad. Sé que, en su casa, antes de llevarlo al hospital, recibió el Viático y la Extremaunción.
Sé que él, volvería a darme la paz. Eso es lo que deseo, y lo que ofrezco, a todos los de su casa. Quiero sepan que he vivido con tristeza, con pena su sufrimiento. Me consolaba verlo por la plaza con Antonio. Se notaba que el ánimo y la entereza (mitigadora del sufrimiento) no le han faltado.
Quiero que estas letras sean un fuerte apretón de manos. Es muy de verdad que "los acompaño en el sentimiento".
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