Portan la imagen, para lo que era necesario pagar bastante dinero en la subasta, tres de los hermanos Mazariegos Vázquez. En los brazos delanteros Juan "Jabonero" y Andrés. Las de atrás, el mayor, Antonio, a quien no se ve y el brazo derecho trasero Teófilo Fernández, "Ofo". Por delante el mayordomo de entonces, Luis Cepeda Lucas, "El Currero". Los cofrades que se ven al fondo son: Anatasín el de Andres y Adolfito Riñones, "Ardilla", quien sigue siendo cofrade.
ME DUELE
SEMANA SANTA Y LA INJUSTICIA.
Me
duele por la farsa, el esperpento que todas las primaveras venimos montando en
torno al sufrimiento de un hombre bueno: Jesús de Nazaret.
Desde
adolescente, hasta bien entrado en la madurez, vivía estos días, sobre todo en
los actos litúrgicos, con un verdadero
fervor religioso que me trascendía, que me hacía amar a todos, sin un odio, sin
una enemistad. (“Yo he nacido en estos llanos de la estepa
castellana, cuando había unos Cristianos/ que vivían como hermanos/ en
república cristiana…”) . Días casi místicos de romántico ascetismo, al vivir
los mismos ritos que vivieron nuestros mayores al escuchar las mismas campanas
tañendo lúgubre, los mismos tambores, las mismas esquilas; al respirar el mismo
olor a campo, a oveja y a rosquilla; el recuerdo, al pasar por la Puerta de
Villa, de tanto labriego, amo, mozo de año, agostero, podador, alumbrador…; de
tanta mujerica vendimiadora, algarrobera, respigadora…. Y de inspirarme, como a
ellos, mucha compasión el sufrimiento, tan bien reflejado en las imágenes.
He
ahí la gran tragedia de la humanidad: el sufrimiento, los sufrimientos. Uno
inevitable: el de las enfermedades (cada vez más paliadas) y la muerte;
otro evitable: el que nos provocamos los unos a los otros.
Para
el segundo nos dio los remedios: un código de conducta basado en la bondad y en
la honradez: fraternidad y justicia (me
refiero a la justicia social. La otra, la de los jueces, si todos fuéramos
buenos, justos, honrados no sería necesaria), compendiado en el Sermón de la
Montaña. Y, a éstos, a los buenos, a quienes cumplen ese código de conducta, a
quienes si pecan se arrepienten, les promete la vida eterna. La esperanza al
temor existencial que, a todos, nos preocupa.
Esa
doctrina chocaba contra los poderes instituidos en una sociedad injusta, en la
que los fuertes oprimían a los débiles. Y se lo cargaron, y de qué forma tan
bárbara y cruel. Pero su doctrina cuajó, y sus seguidores de los primeros
tiempos fueron puros. Después: ¡cómo se fue adulterando!, hasta el esperpento
actual.
Soy,
como otras tantas, persona sensible y compasiva.( Me afecta el sufrimiento de
los demás, incluido el de los animales, aunque ahora, tan saturados de guerras,
tragedias, crímenes, sucesos, ante la impotencia, uno ha de decir: ¡lo siento!,
pero yo qué voy a hacer, salvo reprobarlo). Por eso los “Gregorios Fernández”,
Junis, Montañeses, Salcillos…, me siguen conmoviendo. Fue el primer inocente
histórico “ajusticiado”.
Por
desgracia, a pesar de su doctrina o, incluso, lo más lacerante, por parte de
quienes se decían sus seguidores, millones y millones de seres inocentes en la
historia de la humanidad, han sido aniquilados con parecida crueldad o muertos
en guerras: Bárbaros contra Romanos, Musulmanes contra Cristianos; las
Cruzadas, Católicos contra Protestantes; la infame Inquisición; rojos contra
nacionales (en todos los casos: y viceversa) guerras mundiales, los campos
Nazis de exterminio; la plaga Yihadista actual… A muchos de estos inocentes,
como al de Nazaret, les hicieron, además, pasar por la cruel parodia de un
juicio: tribunales militares contra los “republicanos”, y de milicias populares
contra “nacionales”, por ej. Siguen dándose aislados casos, conozco alguno, de inocentes
condenados, lo que, aunque no sea a muerte, siempre es grave condenar a un
inocente. Menos mal que en este caso, las pruebas de inocencia son tan
contundentes, que la verdad ha de abrirse camino.
Y
resulta que la doctrina del Nazareno
tiene plena vigencia, es muy coincidente con la moral natural, con la ética universal. Que el humanismo
cristiano ha impregnado las políticas de progreso en Europa. Que Cristo fue el
primer regenerador.
Y la práctica religiosa, sobre todo la
procesional, si no se traduce en un mejor comportamiento personal es pura
hipocresía. Por ello me pregunto (aparte del costumbrismo, la tradición, de la
belleza estética, de la estremecedora solemnidad de los pasos por las viejas
rúas de Rioseco, de Zamora, de Valladolid…) ¿sirve para algo tanta piadosa talla, tanta flor, tanta corneta,
tanto caperuz, tanto oropel, tanto cirio, tanta carroza, tanta mantilla, tanta
peineta…? ¿Para qué acompañar a un hombre bueno si no seguimos su ejemplo?
Por
eso, por tanta falsedad, si bien espero no vuelva a haber inocentes condenados,
me duele la Semana Santa.
º
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