Queridos amigos: Sabéis que he seguido con tristeza la enfermedad de vuestra madre y esposa. Anteayer pregunté a persona de la familia, y me dijo: "Se ha muerto, no la traerán hasta pasado mañana". Me propuse estar pendiente del funeral para acompañaros.
Ayer por la tarde no salí de casa. Esta mañana me levanté pensando en ello, Sara dormía. A las nueve y media, cuando salí al campo, me fije, tanto en el poste del Paseo como en el de la Puerta de Villa. No vi esquelas. En cambio, cuando he vuelto a las doce, ya las vi y supe de la hora. Mientras que me aseo y demás, ya no llego. Siento un montón no haberos acompañado en toda la ceremonia. Por eso vais a permitir que utilice este medio para deciros que comparto, aunque sea un poco, de vuestro inmenso dolor. Quiero recordaros el cariño que he tenido siempre a la familia del señor Luciano "El Tobo", y al ver esa foto, os lo juro, ya tengo el nudo en la garganta y las lágrimas en los ojos: ¿Por qué el tiempo no se podrá parar y atrapar como en los retratos?
La mocetona guapa, esplendida (además simpática y buena como ella sola) que emerge tras de los padres y abuelos, el señor Luciano y la señora Juliana, es Carmela, llena de vida, en plena juventud; el mismo cerebro y, ojalá, la misma alma que cuando ahora, a los 86 años, (no los parecía antes de la enfermedad que es de cuando la recuerdo) con plena lucidez, ha acabado su recorrido.
El grupo familiar posa en el jardín del corral grande, con cuadra, cabañales, pajares,... que daba a las Tenerías: dos generaciones de "Tobos" que se terminan con Carmela, y la tercera, los dos niños, Marisa y Laureano, que ya no son "Tobos", sino Espiñeiras, hijos de Manolo y de Socorro, que también están en la foto. Carmela, aún soltera, no había comenzado su gran labor: traer al mundo, junto con Luis, a Pablo, a Isabel a Elena, quienes, a su vez, están dejando hermosa descendencia.
El otro mocetón, con la cara curtida por los soles del Teso Polanco, es mi muy querido "Luci, el Tobo". Tampoco habrían llegado el Delibiano "Lucianín", ni Carlos.
En ese grupo familiar falta el hijo mayor, Laureano, uno de los caídos, a los 23 años, en la guerra civil, cuando Socorro era mocica y niños Luci y Carmela, ésta aunque con solo cinco años, me decía que si recordaba la tragedia que se vivió en su casa
.No ha mucho, en el entierro, muy viejo, del miliciano a quien de joven salvó la vida el señor "Tobo", por haberse portado bien con su hijo, antes de que cayera, vi cómo lloraba Carmela. Era buena. Tenía muy buen corazón. Seguro que el llanto nacía del recuerdo de unos padres tan queridos, de una familia tan llena de valores humanos, entre ellos el de la compasión que superó los odios en aquellos años difíciles.
¡Qué bien si ahora se ha vuelto a reunir con todos los mayores de la foto!
1 comentario:
A través de mi Sari me llega la "razón" de agradecimiento de un familiar. Lo acepto. No hay de qué. Escribo lo que siento sin pensar en poner en compromiso a nadie.
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