jueves, 31 de agosto de 2017

EN LA DESPEDIDA DE DON TOMÁS.


                                        MIS RECUERDOS DE DON TOMÁS OSORIO BURÓN.

                Puede que fuera por la Novena de la Purísima, en el atrio del viejo San Nicolás, del año 1977 cuando saludé al cura recién llegado. Tenía muy buena pinta. Era de Fuentes de Ropel. Allí vivían sus padres y parte de sus hermanos. Enseguida simpatizamos. Esta Parroquia estaba dejada de la mano de Dios. Le esperaba una inmensa tarea.

                Se puso de inmediato manos a la obra, tanto en lo pastoral como en lo material. Según le habían dicho, en este pueblo no había más que ruinas, sobre todo en las iglesias; tierras de las que unos pocos se aprovechaban, archivos con valiosísimos documentos amontonados en el viejo obrador de Felipe “el Rufo”, lleno de goteras, medio en ruinas, y una actividad parroquial muy languideciente en lo espiritual.

                Relatar toda la actividad llevada a cabo por don Tomás necesitaría un libro: enseguida organizó la Comunidad Neocatecumenal, el Grupo de Matrimonios Cristianos, la Catequesis; los Cursillos Prematrimoniales, los de Confirmación; excursiones, campamentos.., yo qué sé. Para los asuntos económicos se apoyó en una Junta Parroquial, a la que pertenecí, y cuya actuación no fue siempre ejemplar. No me refiero a tipo alguno de aprovechamiento personal de don Tomás, quien en esto, en lo de los dineros, ha sido, es de una gran ejemplaridad. La sencillez y el desapego de las riquezas son, han sido sus normas de vida.

                De las diez iglesias (vendida unos pocos años antes la de San Miguel y otros más atrás la de Santiago) a él, todavía le llegaron dos en mal estado, San Pedro y San Nicolás. Por su parte las Clarisas se habían ocupado de restaurar la suya, y la de las “Hermanas” estaba en hibernación.

                Recuerdo que esa fue nuestra primera conversación: el estado de San Nicolás.

                Don Modesto había conseguido en aquellos años de pos guerra y de miseria, el casi milagro de mantener abiertas y en pie, San Miguel, San Pedro y San Nicolás, aunque para ello hubiera de vender algunas columnas o santicos. En el traslado del artesonado de Santiago a León no tuvo culpa alguna. Si es que, además, la iglesia se caía; que no había teja bajo la que guardar tanto arte de diez iglesias y tropecientas capillas y ermitas.

                En los sesenta había restaurado don Modesto toda la cubierta de San Nicolás: le plantaron encima encofrado de hormigón y teja. Para evitar la apertura de los muros, pusieron tirantes atornillados.

                San Nicolás no se hubiera caído, aunque necesitara una reparación interior en profundidad, pero no era iglesia que, salvo el atrio, y el escaso ábside plano mudéjar, poseyera arte. Además, llena de naves y recovecos (aunque uno la recuerde con cariño, el último funeral celebrado en ella fue el de nuestro padre, 11 nov. 1978)) carecía de funcionalidad. Su pobre fábrica, tapial en su mayoría, desaconsejaba también su mantenimiento.

                Convoca don Tomás una asamblea en el comedor del Colegio de EGB. Una propuesta a debatir: “vender las tierras para con su dinero construir la nueva iglesia”. La propuesta es aceptada.

 (continuará) 
                 
                 

                

No hay comentarios: