HOY VA DE BUENAS, MALAS Y REGULARES
PERSONAS. (I)
Bien pronto,
desde niño, como a Paco, el monaguillo de Mosén Millán, en la novela de J.
Sénder, empezó a preocuparme el comportamiento de las personas. Por eso observaba, me fijaba en actuaciones.
Poco a poco
se fueron afianzando mis convicciones, para las que tampoco hace falta ser un
lince: los seres humanos, en cuanto a sentimientos, somos mezcla de “ángel y
demonio”, o mejor de bondad y maldad, distribuidas ambas de forma muy
aleatoria, predominando en cada uno, en muy distintos porcentajes, una u otra
cualidad. Por ej.: desde los del 100 %
de maldad a los de ídem de bondad. En el intermedio los hay de todas las
gradaciones.
Para
configurar la personalidad de cada uno, a esa tendencia al bien o al mal, hay
que añadir otras muchas cualidades, aptitudes: la inteligencia en todas sus
variantes, capacidades, como las distintas clases de memoria, destrezas y
condiciones físicas (mayor o menor
tamaño, robustez) o intelectuales, habilidades… La mezcla de todo configura la
personalidad de cada cual.
Bien pronto
en la escuela, los maestros, vivimos las enormes diferencias intelectuales, la
facilidad o dificultad en el aprendizaje entre unos y otros niños y niñas. A
pesar de lo cual habíamos, ya en los tiempos de la progresía, de aguantar las
“chapas” de los sicopedagogos para que todos los alumnos por igual, “progresaran adecuadamente”. Se les olvidaba
la evidencia del dicho clásico: “Cuando
naturaleza no da, Salamanca no presta”.
De entre todos
los grupos de alumnos que, en mayor o menor medida, pasaron por mis manos, yo
sabía ya desde primer y segundo curso de Primaria, quiénes tenían capacidad
para realizar estudios universitarios. Como mucho dos o tres en cada clase de
veintipico alumnos. Conociéndolos de niños
qué me va a extrañar la garrulería demostrada por unos pocos de mayores.
Ahora ya,
libre de la esclavitud de lo políticamente correcto, aseguro que el “fracaso” en Educación
Secundaria, aparte de haber disminuido la capacidad de esfuerzo, se debe a que “Quod natura non dat, Salmántica non
praestat…” capacidad intelectual para adquirir los contenidos impartidos en esa
etapa y menos en el bachillerato.
Pues bien: tanto
a las cualidades físicas, volitivas, intelectuales como a la mayor inclinación
al bien o al mal vienen en gran parte determinadas por las leyes de la
herencia. Lo de ser más o menos malo, bueno, inteligente, torpe; soberbio, humilde; agresivo, pacífico;
compasivo, cruel; vanidoso, sencillo;
resumiendo: mejor o peor persona, está en su mayoría en los genes. Todo eso
depende en gran medida de la complejísima lotería de la biología.
Todas mis
anteriores convicciones, tan evidentes para quien no quiera cerrar los ojos,
como los de la filosofía “progre”, resulta que las ha demostrado
científicamente el Catedrático de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de
Barcelona, Adolfo Tobeña, referidas a la maldad, y por ende, a la bondad en el
libro que les recomiendo, “Neurología de
la maldad”.
Basándose en el estudio del genoma humano asegura existen
identificados centenares de genes por su
propensión a la maldad. “El malo, pues,
nace malo”.
Por supuesto que desmonta el
infumable mito “rousseauniano” del buen salvaje, y el de la banalidad del mal
de Hanna Arendt.
Desde sus tangibles, que están ahí,
conocimientos biológicos, basados en el estudio genético y de cómo acaba
cristalizando la maquinaría hormonal y
cerebral (el 30 % que le concede a los factores externos), afirma que los hay
que “vienen de fábrica” con propensiones muy dañinas; que la gente buena, buena
es como el 20% y los malvados no llegan al cinco por ciento; los que ya nacen
criminales andan, en según qué etnias, por el uno o dos por ciento. Éstos son
los poseedores de un gen ya identificado, al que han llamado el gen MAO-A.
También ha sido identificado otro
gen, el “Finlandés”, de propensión a la bondad, que, junto al anterior,
influyen, positivamente en éste, y negativamente en el MAO-A, regulando la
serotonina cerebral.
De lo escrito no quiero sacar
conclusiones pesimistas, estoy convencido es mayor el bien que el mal ( lo dice
Tobeña), sino realistas.
Si Dios quiere, reflexionaremos en
el próximo artículo, bajando ya más a pie de tierra, para buscar soluciones para seguir con mi sermoneo
laico, o no tanto, pues mamo de las Bienaventuranzas.
1 comentario:
Si lees y comentas lo que alguien quiere escuchar eres bueno. Si lees y ni fu ni fa comentando, eres eso, ni fu ni fa. Si lees y comentas lo que alguien no quiere escuchar, eres malo, mezquino y zorro.
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