domingo, 19 de marzo de 2017

                      HOY VA DE BUENAS, MALAS Y REGULARES PERSONAS. (I)

            Bien pronto, desde niño, como a Paco, el monaguillo de Mosén Millán, en la novela de J. Sénder, empezó a preocuparme el comportamiento de las personas.  Por eso observaba, me fijaba en actuaciones.

            Poco a poco se fueron afianzando mis convicciones, para las que tampoco hace falta ser un lince: los seres humanos, en cuanto a sentimientos, somos mezcla de “ángel y demonio”, o mejor de bondad y maldad, distribuidas ambas de forma muy aleatoria, predominando en cada uno, en muy distintos porcentajes, una u otra cualidad. Por ej.:  desde los del 100 % de maldad a los de ídem de bondad. En el intermedio los hay de todas las gradaciones.

            Para configurar la personalidad de cada uno, a esa tendencia al bien o al mal, hay que añadir otras muchas cualidades, aptitudes: la inteligencia en todas sus variantes, capacidades, como las distintas clases de memoria, destrezas y condiciones  físicas (mayor o menor tamaño, robustez) o intelectuales, habilidades… La mezcla de todo configura la personalidad de cada cual.

            Bien pronto en la escuela, los maestros, vivimos las enormes diferencias intelectuales, la facilidad o dificultad en el aprendizaje entre unos y otros niños y niñas. A pesar de lo cual habíamos, ya en los tiempos de la progresía, de aguantar las “chapas” de los sicopedagogos para que todos los alumnos por igual,  “progresaran adecuadamente”. Se les olvidaba la evidencia del dicho clásico: “Cuando naturaleza no da, Salamanca no presta”. 

            De entre todos los grupos de alumnos que, en mayor o menor medida, pasaron por mis manos, yo sabía ya desde primer y segundo curso de Primaria, quiénes tenían capacidad para realizar estudios universitarios. Como mucho dos o tres en cada clase de veintipico alumnos. Conociéndolos de niños  qué me va a extrañar la garrulería demostrada por unos pocos  de mayores.

            Ahora ya, libre de la esclavitud de lo políticamente correcto,  aseguro que el “fracaso” en Educación Secundaria, aparte de haber disminuido la capacidad de esfuerzo, se debe  a que “Quod natura non dat, Salmántica non praestat…” capacidad intelectual para adquirir los contenidos impartidos en esa etapa y menos en el bachillerato.

            Pues bien: tanto a las cualidades físicas, volitivas, intelectuales como a la mayor inclinación al bien o al mal vienen en gran parte determinadas por las leyes de la herencia. Lo de ser más o menos malo, bueno, inteligente,  torpe; soberbio, humilde; agresivo, pacífico; compasivo, cruel;  vanidoso, sencillo; resumiendo: mejor o peor persona, está en su mayoría en los genes. Todo eso depende en gran medida de la complejísima lotería de la biología.

            Todas mis anteriores convicciones, tan evidentes para quien no quiera cerrar los ojos, como los de la filosofía “progre”, resulta que las ha demostrado científicamente el Catedrático de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Barcelona, Adolfo Tobeña, referidas a la maldad, y por ende, a la bondad en el libro que les recomiendo, “Neurología de la maldad”.

 Basándose en el  estudio del genoma humano asegura existen identificados  centenares de genes por su propensión a la maldad. “El malo, pues, nace malo”.

Por supuesto que desmonta el infumable mito “rousseauniano” del buen salvaje, y el de la banalidad del mal de Hanna Arendt.

Desde sus tangibles, que están ahí, conocimientos biológicos, basados en el estudio genético y de cómo acaba cristalizando la maquinaría hormonal  y cerebral (el 30 % que le concede a los factores externos), afirma que los hay que “vienen de fábrica” con propensiones muy dañinas; que la gente buena, buena es como el 20% y los malvados no llegan al cinco por ciento; los que ya nacen criminales andan, en según qué etnias, por el uno o dos por ciento. Éstos son los poseedores de un gen ya identificado, al que han llamado el gen MAO-A.

También ha sido identificado otro gen, el “Finlandés”, de propensión a la bondad, que, junto al anterior, influyen, positivamente en éste, y negativamente en el MAO-A, regulando la serotonina cerebral.

De lo escrito no quiero sacar conclusiones pesimistas, estoy convencido es mayor el bien que el mal ( lo dice Tobeña), sino realistas.

Si Dios quiere, reflexionaremos en el próximo artículo, bajando ya más a pie de tierra, para  buscar soluciones para seguir con mi sermoneo laico, o no tanto, pues mamo de las Bienaventuranzas.



           
           



1 comentario:

Txina Villalpando dijo...

Si lees y comentas lo que alguien quiere escuchar eres bueno. Si lees y ni fu ni fa comentando, eres eso, ni fu ni fa. Si lees y comentas lo que alguien no quiere escuchar, eres malo, mezquino y zorro.