¡Bien!: Lo primero, como ya hice allí,
agradecer de corazón la presencia de las señoras y señores del club de lectura,
más de quienes fueron de exprofeso a la presentación; agradecimiento muy
sincero a Diego, el Bibliotecario promotor y organizador del acto. La presencia
institucional de “Chema” y Laura, no la olvidaré. Ya antes, en su labor de
gobierno, había tenido pruebas de su rectitud y ruptura con negativas actitudes
pasadas.
De mi familia valoro el cariño de todos,
(los ausentes lo fueron por la distancia y el trabajo) pero de quien más de
Inés, Edu y Hugo. Allí los pobres niños aguantando los rollos del abuelo.
La ausencia de Ángel Infestas fue suplida,
en parte, por su presentación escrita, leída por Diego.
¡Bueno!: la verdad es que por parte de
todos parece como si hubiera existido un acuerdo tácito de no meternos en las
profundidades de las que tan lleno está el libro, y menos en escabrosidades.
Comentamos la foto de la portada. Narré, lo más sucinto que pude el episodio de
la noche del 19 de julio, en que hubo el primer muerto, un muchacho de 19 años;
a instancia de Diego comentamos la foto del ciclista. Previamente repartimos
libros para que la vieran los asistentes. Ocupa una página entera. Un muchacho
de 17 años con su bici de carrera en Zamora. Pudo ser en el mes de junio de
1936. Era el mensajero de la Gestora Municipal. Llevaba papeles a los pueblos y
a la capital por aquella carretera de piso de piedras y tierra.
En torno a esa foto quise recordar los
horrores de aquella guerra. Que a ese adolescente, después de casi cinco meses,
de julio a diciembre, en aquella inmunda y hacinada cárcel, lo fusilaran, me
chirria; y más cuando ya habían matado al otro hermano dos años mayor.
Y es que todas aquellas barbaridades
sucedieron ayer por la mañana, que todavía vive alguna hermana de fusilado, y
de muerto en el frente; que este muchacho era de la edad de mi tía Lola; que
conocimos a padres, hermanos, hijos…
No quise allí explicar, además es obvio,
la intencionalidad del libro. Lo dice el título “La otra historia…”, libro,
según Ángel Infestas, “necesario y acertado para intentar comprender lo que
pasó en nuestro pueblo, para que
acabemos de superar las actitudes y conductas que lo provocaron”. Insisto en su
afán moralizante y pedagógico, aunque sea nadar contra corriente.
Cuando aquí llega un forastero y se
interesa por nuestra historia, como le ocurriera a Jesús Torbado en su viaje
por “Tierra de Campos”, una “Tierra mal bautizada”, enseguida le van a soltar
que fuimos los primeros del mundo bla, bla, blá…
Llevo años intentando que nos apeemos de
los falsos oropeles. En ello está de acuerdo el Profesor don Manuel Muriel
Rivas cuando afirma “que es absurdo y
nocivo para la formación del espíritu humano cualquier tipo de nacionalismo y
chauvinismo, sobre todo si este no viene acompañado de los valores de la
tolerancia y respeto al que es diferente”.
El quid del asunto es: nuestra pretendida
religiosidad (lo del voto, diez parroquias, tres conventos, no sé cuántas ermitas
y cofradías..), a lo largo de la historia, ¿nos ha hecho distintos, mejores? ¿Se ha notado en la convivencia, en la
solución de los conflictos de intereses? Lean “La otra historia…” y obtendrán
la respuesta. Para animarles a deglutir el libro, aunque sea de difícil
digestión, ahí les va un aperitivo.
Estamos en la primavera verano del año 1904, la clase obrera víctima de la miseria, la injusticia, ya no puede más. Estalla por toda la región la revuelta campesina. Los jornaleros se asocian, reúnen, acuerdan unos salarios y condiciones de trabajo que los patronos (también unidos en asociaciones) no aceptan; van a la huelga, se amotinan, de las capitales salen a los pueblos más importantes, como en el caso de éste, numerosas fuerzas de la guardia civil para hacer “respetar” el derecho al trabajo de los no huelguistas…
Les transcribo algunas de las reacciones
de los Patronos y de las Autoridades:
1º.- El Alcalde disolvió dos veces las reuniones que, con arreglo al
reglamento, celebraba aquella, a pretexto de que no se le había avisado con la
anticipación debida, llegando por tal motivo a instruir un sumario, que se
ignora si fue o no sobreseído.
2º.- Ordenó la detención de algunos socios por cantar himnos
socialistas.
3º.- Al Secretario de la Asociación obrera, vendedor ambulante, a quien
antes de pertenecer a la sociedad no se le ponían trabas en el ejercicio de su
pequeño comercio, se le sitia hoy materialmente por hambre.
4º.- Se prohibió al guarda municipal del ganado vacuno cuidar una
vaca propia de un pariente próximo de dicho Secretario, obrero también
asociado.
5º.- La proscripción de los asociados a los cargos de agentes de
la Autoridad municipal, que muchos de ellos solicitaron.
6º.- La expulsión de los
obreros pertenecientes a la Asociación de los trabajos que realizaban para los
patronos, colocando en su lugar a los que se separaban de ella.
7º.- El desahucio de que fue objeto un asociado, tan solo
por serlo, de la huerta que llevaba en arriendo, a pesar de pagar puntualmente
la renta.
8º.-El haber dejado los patronos de cocer el pan, como de
antiguo venían haciéndolo, en los hornos de los asociados.
Ahora les copio un fragmento de la proclama que los obreros de la
Asociación de Jornaleros de Villalpando manda a los compañeros de los pueblos
próximos:
¡Trabajadores del campo! Los que no estáis asociados, no traicionéis la
causa de los oprimidos, que somos todos los que dependemos de esta gente tan
poco cristiana, que ha venido alimentándonos con pan y cebolla, como recompensa
al excesivo trabajo que hacemos en la siega y en la era.
“Esta gente tan poco
Cristiana” (en otro pasaje afirman los jornaleros que la clase burguesa de Villalpando es la peor de la comarca; la
familia más rica poseía en su casa un oratorio particular, donde les decía misa
a diario en cura retirado, particular y viejico, por cuatro perras) patronos,
autoridades civiles y religiosas eran las mismas que ese año “refrendaron”, por
cuarta vez, el voto concepcionista.
Contra aquellos numerosos
curas, aquellas cofradías, aquellas
parafernalias (nada que ver con los pocos actuales y las benéficas Cáritas y Manos Unidas, por ej.), ¿cómo no
volverse anticlericales las masas jornaleras?
Les animo a que lo lean con atención, con el
fosforescente en la mano, para remarcar lo más llamativo. Esos hechos tan
dolorosos son nuestra historia de verdad. Ese cainismo es lo que hemos de
superar.
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