LA MÁS GRAVE DE LAS CORRUPCIONES.
En
pleno franquismo, servidor, muchacho de dieciocho años, llevaba ya cinco
trabajando de mecanógrafo, recadero y calefactor, con un Abogado del pueblo.
En
el Juzgado de Instrucción salió una vacante para nombrar a un juez interino. No
se exigía titulación alguna. Únicamente probidad moral de la persona,
acreditada por el certificado de buena conducta expedido por la Guardia Civil,
y partida de nacimiento.
Convencí
a mi tío Antonio, padre de cuatro hijos, por entonces con ya muy precaria
economía, para que solicitara la plaza, que le supondría un sueldito al mes muy
necesario.
Como
había nacido en Argentina, en los años que duró la emigración de sus padres, me
costó “Dios y ayuda” obtener esa partida de nacimiento, del año 1914, en los
confines del interior en tierras de repoblación.
¡Pues
bien!, ¡cómo no!: la plaza fue para un ocioso rico solterón, explotador,
mujeriego y sinvergüenza. Me indigné, presenté un escrito de protesta que, si
no lo para el Abogado (cosas de chicos le dijo al juez), le hubiera costado una
multa a mi necesitada familia.
Mi
abuela, con la que vivía, no paraba de decirme. A ver si aprendes hijo, “Con la justicia y la inquisición, chitón”,
que si no, según eres, muchos palos vas a recibir en la vida.
No
le hice mucho caso y en algún charco seguí metiéndome.
Llegó
la democracia. Me ofrecieron organizar la UCD en la comarca. El trabajo para
sustentar a mí numerosa familia, y faltaba el quinto, absorbía mi tiempo.
Ignoraba, después lo rechazaba, que un cargo público, la alcaldía de mi pueblo,
por ej., pudiera ser un medio de vida. Después, cuando fui concejal, devolví el
sueldo.
Pasaron
años, y esa corrupción que ahora se destapa, se extendía como mancha silenciosa,
sin dejar casi nada sano, por todo el país. También llegó a esta provincia, a
mi pueblo.
Yo
la conocía, tenía pruebas, por eso, personalmente, sin abogados en principio,
recurrí a los tribunales, aunque con temor de lo advertido por Quevedo: “Cuando no hay justicia tener razón es
peligroso”.
Un
juez honesto, en primera instancia, admitió nuestra denuncia. Ante pruebas tan
evidentes, dictó auto de imputación y llamó a declarar a las personas
denunciadas. Año 1999. Lo recurren. La misma Audiencia del “Caso Zamora” revoca
la imputación y sobresee.
Hay
otra historia de evidente fraude electoral manejando el voto por correo de
ancianos de una residencia, practica repetida en todas las elecciones, también
tapada. Si bien el susto por la denuncia en 2003, consiguió evitar el fraude en
el 2007, y hacer que al pueblo llegara la limpieza.
Lo
mío es un pequeño botón de muestra de la
interferencia del poder político en el judicial, de la politización de la
justicia (C.G.P.J., Supremo, Constitucional, magistrados “progresistas”, “conservadores”,
“nacionalistas”, que votan según su adscripción, según los intereses de quienes
los han nombrado) desde los tiempos de F.G. (recordemos a García Pelayo, el
Juez Marino Barbero…) hasta la actualidad.
Ahora
ya, ante el “Puyolazo”, se recuerda, destapa, evidencia cómo el origen de todo
el sunami estuvo en el sobreseimiento del caso “Banca Catalana” (sí, esa fue la
buena herencia que Jordi recibe de su padre Florenci), como la mayoría de los
Magistrados, tanto en Barcelona como en Madrid, desoyendo toda la verdad que
los fiscales Jiménez Villarejo y Mena defendían, obedecen al poder político
(gobiernos de González, Aznar, Zapatero y ,¿ahora Rajoy?) para, por “razones de
estado”, seguir consintiendo todas las tropelías.
Y
bien, por suerte no toda la justicia está corrompida. Ahí tenemos al juez
Castro, la juez Alaya, Ruz, Grande Marlasca, Mena, nuestro compañero Jiménez
Villarejo…
Confiemos,
luchemos para que los vientos nuevos, limpios de PODEMOS se lleven la peor de
las corrupciones, la de un poderoso sector la justicia española.
No hay comentarios:
Publicar un comentario