AGRICULTURA, POLÍTICA AGRARÍA COMÚN Y DESPOBLACIÓN RURAL.
A
mi artículo sobre la “intelectualidad villalpandina”, a propósito de incluir,
con justicia, en esa relación a Fernando Cartón, quien también, sacándolo del
cuerpo, es agricultor, me llegó un mensaje contrario a mi postura sobre lo que
debería ser la reforma de la PAC.
Ello
ha provocado civilizado debate.
Hoy me llega otro mensaje constatando que en
la “Tierra de Campos” palentina la mayoría de los ATP (Agricultores a Título Principal), viven en la
ciudad. Algo que, desde hace bastantes años sé.
Además ayer en
las Cortes de CyL, por unanimidad, se ha aprobado la primera Ley Agraria de la
Comunidad, que va en el sentido de lo que los Sindicatos Agrarios, sobre todo
Coag y Upa, y yo, venimos defendiendo.
Como el asunto
es de gran importancia quiero resumir y
aclarar las siguientes precisiones.
Premisa primera: Lo de vivir en el
pueblo (cierto que también según sea el pueblo) o en la ciudad va en
gustos. Sé que no es igual vivir en
Villalpando que en Quintanilla, aunque no es tanta la diferencia. Dicho lo cual
no necesariamente se vive con mayor calidad de vida en la urbe que en el campo.
Como digo que
va en gustos, a mí, entre la locura de vivir en una gran metrópoli en una
vivienda colmena o en confortable casa en Cotanes, como la construida por el
hijo de Tomás Vicente, prefiero el último lugar.
Estamos
hablando de la poco poblada “Tierra de Campos”. En los núcleos mayores,
Rioseco, Mayorga, Valderas, Villalón, Sahagún, Villalpando…, están todos los
servicios básicos. En caso de emergencia tenemos al 112 en diez minutos. Y,
aunque ahora en la tele tienes todo tipo de películas, si quieres ir al cine, o
al gimnasio, o a la piscina climatizada te plantas en un cuarto de hora en
Benavente.
Igual es la
calidad de vida en la mayoría de estas buenas casas de los pueblos, que en un
piso de 70 metros…, oyendo el ascensor cada poco, la cadena del wáter y el
chiqui-chiqui de los vecinos.
Con esto
quiero decir que no me dan envidia los “agricultores” que viven en las
ciudades. Cierto insisto que de Villalpando no sé si hay alguno, verdadero y buen profesional.
DESPOBLACIÓN
RURAL. La emigración, el trasvase campo ciudad, fue algo necesario e inevitable cuando España pasó del atraso a país
desarrollado.
Hasta los años
sesenta del pasado siglo el 70 % de la población vivía en los pueblos, y a la
agricultura y ganadería se dedicaba el 50% de la población activa, que, en
cambio, no producía alimentos suficientes para ella y el resto de españoles.
Cuando la
repoblación medieval de la meseta, fueron surgiendo pequeñas aldeas por
doquier, allí donde había agua, pastos y las mejores tierras. Poco a poco se fueron
concentrando y dieron lugar a las aldeas y villas que han llegado hasta
nosotros. Como cada matrimonio tenía muchos hijos, la población fue aumentando.
Llegó a su máximo a principios del siglo XX. Ese aumento demográfico trajo
consigo la roturación de más tierras y montes. Aun así, como se labraba con
bueyes, luego con mulas, las tierras, por lo general no estarían en un radio
superior a los seis, siete kilómetros, por ello esa era la distancia media de
unas a otras aldeas.
A finales de
los cincuenta empiezan a llegar los primeros tractores y cosechadoras. Tardó
unos años en mecanizarse el campo. Cuando lo
hizo, casi del todo, sobraron miles y miles de brazos. Emigraron
jornaleros, pequeños agricultores, sus hijos, gente de los oficios…, pero
todavía la mayoría de quienes entonces eran agricultores medianos y pudieron
comprar un tractor, resistieron complementando todo el tiempo libre que les
dejaba la agricultura y la escasez de ingresos que el trigo producía, con la
ganadería.
En las cuadras
de las mulas se metieron vacas de leche. Un camión había comenzado la recogida
diaria. A fin de mes el dinero de la leche se convirtió en el sueldo de los
campesinos. En las tierras se sembraba cebada y alfalfa para las vacas. Otros
optaron por las cerdas de cría. Además, cómo no, siguieron y aumentaron las
ovejas. Ello supuso el mantenimiento de los pueblos, con niños, con jóvenes,
vivos, hasta finales de siglo. Todavía, mucho, con un 16 % de población activa
en el campo.
Aquellas
pequeñas explotaciones mixtas, en su mayoría, no tuvieron relevo generacional.
La competencia se hizo mayor. Se primó el abandono de la producción láctea. Más
gente fue abandonando el sector. La producción ganadera se fue concentrando en
grandes macroexplotaciones. Y los labradores que resistieron fueron cogiendo,
de una forma u otra, las tierras de los que abandonaban, por jubilación ya en
la mayoría de los casos.
Actualmente
andamos ya, en cuanto a población activa en el campo, por el 5 %, a la altura
de los países más desarrollados. No sólo producimos alimentos para todos los
españoles, sino que exportamos.
A finales de
los ochenta, principio de los noventa, la agricultura tradicional del cereal
secano, estuvo al borde del colapso, cuando se liberalizaron los precios y no
podíamos competir con el exterior. Algunos de los que se habían metido en
préstamos para compra de tierras, maquinaría, o regadíos, se fueron al garete.
LAS AYUDAS DE
LA POLÍTICA AGRARIA COMÚN, “alias” la PAC, a partir de 1993, frenaron la
debacle. Hicieron posible la continuidad de la agricultura. Los políticos
europeos se dieron cuenta que este es un sector estratégico, que no podíamos
cerrar el campo; que no podíamos dejar la despensa a merced de las
importaciones de alimentos, aunque fueran más baratos.
Como era una
época de abundancia,( en el primer mundo, que en el tercero se morían de hambre),
de cereales, carne, leche…, en lugar de seguir primando los precios (como se
hacía en España pagando el trigo el SENPA por encima del precio de mercado
mundial) optaron por subvencionar las has.
Los objetivos
de la PAC eran que los campesinos vivieran dignamente, produjeran alimentos
abundantes de fácil compra, y MANTUVIERAN EL MEDIO RURAL.
Con el último
presupuesto ha ocurrido lo contrario: los que tienen muchas tierras, por lo que
cobran mucho de la PAC, les ha permitido comprar, además de tractorazos,
todoterrenos para ir a los encierros, piso en la ciudad, e irse, como es el
caso de los palentinos, aquí mucho menos, a vivir en el piso urbanita.
Me temo que
gran parte de las aldeas que vemos de Rioseco a Palencia, de Becilla a Sahagún,
de impresionantes iglesias mudéjares, y algunas de por aquí, aunque menos, no
tienen remedio, aunque vivieran en ellas los tres o cuatro labradores que
quedan en cada una. El problema es que la población activa en el campo, los
cerealeros, en esas zonas, es tan escasa que no da para sostener todos los
pequeños pueblos.
Ahora bien:
frente a ese modelo de agricultura extensiva en monocultivo, de grandes
explotaciones, agresiva con el medio ambiente dado el uso de abundantes
fertilizantes químicos y pesticidas, donde retiran la paja porque les estorba,
donde los suelos se van empobreciendo en materia orgánica, hay otro modelo de
agricultura sostenible en simbiosis con la ganadería, diversificada, con
rotaciones; complementada con actividades medioambientales, ganaderas, pensando
incluso en otras recrías, en la que, para vivir una familia en los pueblos, no
se necesitan tantas tierras.
La reforma
actual de la PAC y la Ley Agraria de
Castilla y León van por este camino. Sé que entre eso, y la crisis, tan bien
capeada en el campo, a los pueblos, sobre todo a los medianos y grandicos, les
queda vida.
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