viernes, 5 de septiembre de 2025

MUDANZAS.

 

                                        LA CASA DE MI TÍO PACO, el Carretero.

 




            Ahora al pasar he visto que estaban embalando y sacando los muebles a un camión de mudanzas. Los llevan a Zamora. Me ha podido la nostalgia. He pedido permiso y, puede que por última vez, la he recorrido.

            ¡Que casona! Se lo oí contar a Carmen y a Nana muchas veces:

            -Mi padre vendió las pocas tierras de mi madre en Villárdiga (la madre, Patrocinio Chimeno fue hija de Primitivo Chimeno, enviudado de una muchacha de ese pueblo, al nacer la niña, a causa del parto de la misma. El Chimeno se casó en segundas nupcias, sobre los 27 años, con María Modroño de veinte; con quien, entre los nacidos en España y Argentina, sumaron nueve hijos más. A la niña la criaron los abuelos paternos, en este solar desde el que ahora escribo). Ese dinero no llegaba para los materiales y el albañil. ¡Lo que trabajó el pobrecico mi padre!

            Puede que tenga de planta construidos, doscientos metros cuadrados. En la planta baja un portal grande, de donde parte la escalera. A la derecha una sala con ventana a la calle desde la que se accede a un dormitorio interior. A la izquierda un comedor, también con ventana a la calle. Entre éste y la cocina, otro dormitorio, más pequeño, aunque con dos camas. Era el de Carmen y Nana, la galería, con el baño y despensa al fondo.

            En la esquina de calle la Fuente y Corralones: el taller, desde la calle al corral. En éste estaba el horno de meter los aros, un porche dos cuartos trasteros que habían sido cuadra pa el burro y pocilga; en otro cuarto más, al fondo, contra la casa de la señora Petra, hoy de Jaime Rubio, otro cuarto en el que tenían la cocina de “verano”. Al fondo el pozo, compartido con la casa lindante dicha.

            Arriba conté cuatro dormitorios, el “hall” de entrada desde la escalera, un comedor, otra sala, la galería al sureste para secar la ropa; un comedor, otra sala. Todas las piezas, las clásicas de dieciséis metros cuadrados y tres y medio, por lo menos, de altura.

            Sigo con el relato de Carmen: -Cuando estaban tirando la casa vieja, en la esquina, apareció una tinaja, al hacer el cimiento, sellada. Paco Méndez, el albañil, dijo que lo que hubiera dentro habría de ser para los dos, sin que nadie se enterara. Mi padre dijo que era suyo. No se pusieron de acuerdo y allí quedó la tinaja”.

            A mí se me ocurre podrían mirar con un detector de metales, aunque alguien ya lo habrá hecho.

            Aquella casa, sobre todo cuando desaparecieron los carros, emigrado Remigio, casado Pacucho…, fue un medio de vida de esa familia de Carmen, sobre todo, porque Nana siempre estuvo con su hermano cura, don Primitivo, quien tiene la plus marca de sacar ánimas del purgatorio. No daba a bondo de tantas misas como le encargaban.

            Fue medio de vida porque Carmen cogía pupilos de categoría, a quienes, si eran solteros y jóvenes animaba se casaran con señoritas del pueblo. Así lo hizo el Secretario Judicial Jesús Seoane y el, entonces teniente de la Guardia Civil, guapo y recién salido de la Academía, don Francisco Alonso Vega.

Tuvieron otro pupilo “célibe”, no casadero. Cuando todavía era obligatoria la sotana, sobre la panza prominente, usaba una corta, para lucir los botos camperos, además de las gafas de sol y gomina en el pelo. Éste no sacaba ánimas del purgatorio, se dedicaba en exclusiva a la capellanía de las monjas, lo que complementaba con el negocio del taxí. Si no le quito la intención “Pisabarros”, que tenía escopeta por ser guarda del campo, se lo hubiera “cargao”.  ¡Que la cosa con la niña no fue pa tanto, hombre!

            Después, el piso de arriba, lo alquilaban. Por ahí paso Justo el panadero y Valentina, que vive, con Manolo y Angélica; un director de Banesto que se llamaba Lucio; Victor Palmero y familia. Creo el último alquilado fue Berto  “el Huevero” y Elízabeth, la de Juanitín. ¡Cuánto vale esta chica! ¡Cualquier la tose ahora! Yo a los civiles les tengo mucho respeto, por si acaso. A ésta, además admiración y afecto. No es hacerle la pelota.

            ¡Cuántos recuerdos!: del taller y las tertulias de viejos, cuando yo era niño. Conocí a un combatiente en la guerra de Cuba, que vivía en la calle del Espino; cuando metíamos, encajábamos los enrojecidos aros sobre las ruedas de los carros; de las averías de Luisito, pequeño de la señá Valentina…; de mi tía Patro, enferma joven de cáncer de mama; de su entierro, sin conocer el “Cantomisa” de Primi. Yo tenía seis años…

            Más gratas, ya en los buenos tiempos, las tertulias, cuando don Primitivo, cura en Cerecinos (por fin consiguió sacar el carnet de conducir) y  Villalpando, se reunían, en torno a la camilla, con buen brasero eléctrico, gruesas faldas, almidonado mantel,  los curas comarcanos en casa de Carmen y Nana: don Tomas, don Santiago, don Nemesio, don Primitivo…; bastante domingos, Luis Ruiz y Mari Miranda, alguna Toranza, Sara y yo… Para todos había café con leche bizcochos…

            Carmen y Nana Gutiérrez Chimeno han sido las personas más abnegadas y santas que he conocido. Siempre aquí con nosotros en los momentos difíciles: cuando mi abuela, mi tío David, mi tía Petra... Carmen velaba. A mi me echaba a la cama. Cuánto, en los momentos difíciles he llorado en sus hombros.

            Ahora, cuando embalan sus muebles, se llevan entre ellos girones del alma de mis queridos primos. He visto una agenda del 2.007. Creo tardaron algo más en ir a la Residencia, Carmen y Primi. Nana, la menor, se fue antes al cielo.

            Sobre un cajón, desvencijado, con salpicaduras secas de alguna gotera, en la galería vieja sin cristales de arriba, yace un sobado tocho en el que apenas se puede leer el titulo: “Liturgia de las horas”. El “Breviario” que don Primitivo, durante su largo curato leyó, rezó a diario… ¿¿¿…???

Cayetano Posada, quien fue su monaguillo en Tapioles, junto a otras anécdotas divertidas, me informa que don Primitivo, allí, en ese pueblo, hizo obras de caridad.

Triste cuando no quedan herederos residentes que mantengan esas antiguas casonas.

                                           ------------------------------------------ 



    Escalera de acceso a la planta superior. Abajo, el fondo, la puerta de acceso a la entrañable galería de las tertulias.




¡¡¡LA CUNA!!! Deberían conservarla. Allá por el año 1922 la había en pocas casas. La estrenó Remigio, el mayor. Entre los objetos he visto enmarcada una foto suya. Era un muchacho guapetón, un buen mozo. Por el "cuarenta y uno o cuarenta y dos" se alistó voluntario en ferrocarriles, puede que por la influencia de las monjas, de las que su abuela, la señá Victoriana era demandadera..
Remigio ya se quedó en ferrocarriles, en Asturias. Fue maquinista de máquina de vapor. Casó con ¿Pacita?, una asturiana de Villabona, buena moza y guapa, guapa. hija de Quico, un minero como el de Victor Manuel. Venía por el verano. Se hizo amigo de mi tío David, dueño de majuelos y buena bodega: -"prestaime más bajai a bodegue que a mina".

En el "veinticuatro" nació Carmen, don Primitivo en el "veintisiete", "Pacucho" en el "veintinueve, Nana en el "treinta y dos". Entre ellos "algún angelico se fue al cielo". Si tengo noticia de dos mellizos que nacieron el año de la guerra, bautizados de urgencia para que no fueran al Limbo de los Niños.

1 comentario:

Antonio-Isidro de Caso Crespo dijo...

Buenas tardes amigo Agapito. Te he leído con ternura y sentimientos compartidos. Te mando este escrito, porque considero que tu blog, es un periódico de información y quiero que lo sepas. Solo con el corazón y ternura se puede leer claramente este correo. Con pena de despedida de la calle Silera número 4. Se ha vendido “la casa de la abuela” Siiii…porque cada pared y rincón de esa casa de “la carrisia” y de Isidro el pastor de “los chicharros”tiene su enjundia, nacimientos, vivencias y recuerdos con mucha historia. El corral, con todas las paredes de barro en ruinas, ahora patio, las habitaciones que fueron testigos de mi niñez, mis sueños… ahora son días muy tristes, que nunca pensé que llegarían, estas sensaciones tan llenas de sentimientos. Yo nací bajo su techo, también Fernando, Jacin hijos de mis hermanas, el único hogar que conocí hasta los 14 años. Desde entonces, ha sido mucho más que paredes y ventanas. Ha sido el escenario de todos mis recuerdos más preciados, esos que con el tiempo se vuelven más valiosos. En esta casa de la calle Silera número 6, ahora 4, di mis primeros pasos, en un “taca ta” hecho con ocho palos y cuatro ruedas, que después usaron mis sobrinos Ferndo y Jacin, sentí las primeras caricias de mi madre, de mi padre y de mis tres hermanas, compartí secretos, construyendo mundos imaginarios entre sus paredes. Cada rincón de esa casa, aunque muy reformada, guarda una historia. La calle donde jugaba hasta el anochecer, las habitaciones, el cuarto de los chorizos, el corral, que fueron testigos de mis sueños y mis pesadillas, el salón, donde nos reuníamo todos a comer dos días, cuando mis hermanas se casaron, sin saber que esos momentos simples serían los más valiosos. Y no puedo evitar mi tristeza y las lágrimas están brotándome por mi cara. Al dar las llaves, al nuevo propietario, es como si mi vida hubiera hecho un guiño, de una despedida simbólica, como si quisiera recordarme que un trozo de la vida se me ha ido, siempre vivirá en mi corazón. Hermanas, hijos, nietos, Vic nieto, sobrinos, sobrinas sé lo que esta casa significa para todos. Aunque para algunos no haya sido el primer hogar, si fue el lugar donde realmente construisteis una vida. Pero quiero que a través de este escrito sepais que cada rincón lleva el esfuerzo y el sacrificio que hicieron, primero mis padres y después yo para tener un lugar lleno de amor y recuerdos. No sólo levantaron una casa, sino un refugio que nos cuidó y protegió a todos muchos años, aunque no fuera últimamente muy visitada por todos vosotros. Escribiendo este mensaje estoy sintiendo mucha tristeza y pena por la despedida, es natural, pero quiero que sepais todos, que esta casa que hemos mantenido mis padres y posteriormente yo, que hemos transformado, no se va con la venta de estas paredes. Todo sigue vivo en nosotros, en los recuerdos, en el amor que compartimos. Lo que nos regalaron, conocimos y vivimos en esta casa no desaparece.
Lloro hoy, sí, porque es el cierre de un capítulo enorme de mi vida, de mucho trabajo y esfuerzo desde que me la dejaron de herencia mis padres. Lo hecho en esta casa vivirá por siempre en mi corazón. A toda la familia de Caso Crespo les doy las gracias por haberla llenado de tanto amor. La despido, pero lo que me dio, lo llevaré por siempre en mi corazón.