Bien
temprano visité ese pueblo, cuando todavía no era un museo, como ahora, sino un
pueblo vivo de labradores, pastores, cisqueros, jornaleros…; cuando la muralla
servía de pared a cuadras, pajares, corrales. Debió ser por entonces, según
cuentan, cuando en su ladera se filmaron escenas del “Cid” (Sofía Loren,
Charlon Geston). Al rico del pueblo, el
padre del actual Manolo Pérez Minayo, se le había picado una cuba de vino. Fui
en la bici, ¿en qué si no?, a por una muestra para graduarlo.
Una vez
subida la cuesta por carretera empedrada, a pesar del abandono del patrimonio,
me impresionó aquel pueblo. Sentí
trasladarme a la Edad Media. Lo recorrí. Visité. En la calle principal
una lápida recordaba a un hijo de esa casa “caído por Dios y por España”. En el
Ayuntamiento, en lugar de la de José Antonio, al lado del crucifijo (del otro
lado, como en todos, la de Franco) estaba la foto de un joven Onésimo Redondo,
camisa azul y brazos cruzados.
Muchos
años después, por allí, cargué camiones de paja, de alfalfa, de cebada.
Ayer,
en lugar de los pantalones con rodilleras para las pacas, me puse la corbata.
Tenía el honor de presentar, junto a otros autores, mi librito “Aquellos
Pueblos”. Y eso en la “Villa del Libro”, el “Día del Libro”, en el centro “Miguel
Delibes” ( a quien, por cierto, una lectora, pobre de mí, me dijo le recordaba:
-es su mismo estilo), reconforta.
Fue
bonito. Algo me debí pasar de la media hora del coloquio con la periodista. Si
es que algunos asistentes me tiraban de la lengua. Con las anécdotas, tristes o
alegres disfrutaban. Luego pasamos a la firma de ejemplares. Unos cuantos
firmé.
Agosto de 2012. Al
recoger el premio, “Un Diez para Diez”, en la
modalidad de Literatura, que otorgan las revistas de “Tierra de Campos”,
en el cine de Villanueva, lleno hasta arriba, dije eso mismo: Es
reconfortante que por escribir, en lugar de darme puñetazos, sin mediar
palabra, me den premios”, lo que provocó la carcajada y el aplauso del
público.
No sé
si fue Quevedo, o Larra, quien dijo aquello de que en España, “escribir es llorar”. Gracias a los mejores a lo largo de la historia, a quienes dieron la
cara hablando, escribiendo, ( Maldigo la poesía cultural de los neutrales
/ que lavándose las manos / se desentienden y evaden, Celaya dixit) hoy ya
no es tanto así, aunque la profesión o la afición de periodista siga siendo una
actividad de riesgo.
El
papel de los medios en el progreso, en la mejora de nuestras sociedades
occidentales es fundamental. Son el contrapeso al poder político, tan proclive
a corromperse. ¿No ha sido el periodismo de investigación quien ha destapado la
mayoría de los escándalos de corrupción? Los periodistas punteros, los
creadores de opinión, sobre todo en la radio (Luis del Olmo, Oñaki Gabilondo, Carlos
Herreras, Julia Otero, Saenz de Buruaga, Carlos Alsina…) son los modernos
predicadores de la nueva moral. Son temidos pos los políticos. ¿No intentó F.G.
cargarse a Pedro J.?, por ej. ¿No se lo ha cargado Rajoy?
A los
que tienen el poder, aunque sea efímero y en un pequeño pueblo, les molesta la
libertad de expresión, sobre todo cuando
el "periodismo" de investigación, vía “yo te lo cuento pero a mí no me mientes”,
descubre posibles desmanes. Con la excusa de la ofensa personal y de la
calumnia, cuando no existen tales, sino una crítica política, intentan tapar la
boca con denuncias y con persecución al vocero, dificil de silenciar.
¡Gracias!
a tanto luchador anterior, no estamos en la Urueña del siglo XIII. Ahora
escribir puede también resultar, a veces, reconfortante.
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