SEMANA SANTA EN VILLALPANDO.
¿Quieren
que les regale los oídos repasando en el libro “Parroquias y Cofradías”, y
otros al uso, relatando los sobados tópicos chauvinistas según, los cuales
tenemos un glorioso pasado, somos los primeros del mundo en no sé qué, y acabe
diciendo : ¡somos los mejores!
Perdonen.
No ese mi estilo. Busco lo profundo. Detesto lo perdurable de la España de
“charanga y pandereta”.
Pero no se
asusten. Voy a comenzar por lo frívolo y festivo, al estilo de los telediarios
de estos días.
Como el
tiempo ha acompañado (aunque nuestros campos estén sedientos) el pueblo ha
estado muy animado. Se han aireado tantas casas cerradas. La “ocupación hostelera”
ha rozado el cien por cien. Los desfiles procesionales han lucido en todo su
esplendor. Llenas terrazas y barras… De la movida nocturna no les puedo
informar.
Pasemos a
lo religioso, a lo sociológico.
El
viernes salí al ábside de Santa María. En ese momento, ya en la plaza la banda,
desfilaban los de “la urna” (urnia decíamos antes). Tenue la del bar, poca
luz. Tan impresionante el silencio como sus túnicas y sus faroles. Recordé
cuántos desfiles, en sentido contrario, hacia el camino de Villalobos, han
presenciado esos ladrillos mudéjares, cuando la comitiva paraba ante “el Jesús”
(hornacina en el ábside central) para rezar un responso.
En la
plaza oportunamente breve el sermón. La gente ocupaba los soportales en menor
número que por San Roque.
Salí a
Santiago, por dentro del arco, buscando la soledad para observar, recordar,
reflexionar.
¡Qué
distintas! estas procesiones a las de antes en las que entre cantos mezclados
con parletas, detrás de los ciriales, desfilábamos por las aceras todo el pueblo:
niños, niñas, hombres y mujeres, todos por separado. Aquellas eran unas
procesiones de pueblo. Las actuales son casi ciudadanas. Se están reduciendo a
las cofradías.
Desde el
punto de vista estético y, creo, por lo tanto, piadoso, cuánto hemos mejorado:
carrozas, flores, luces, banda, mayor número de cofradías, imágenes
restauradas, silencio, organización… Señalo, pidiendo disculpas de antemano,
una queja extendida por el pueblo: la lentitud que imponen a la procesión los
de la Vera Cruz. El viernes, desde la puerta de “Pablo el Sastre”, hasta la de
Palmira “Tachuelera”, pararon cinco veces. Las hacen pesadas, la gente se
cansa. Es elogioso el comportamiento del resto de cofradías soportando su ritmo
de tanta parada y lentitud.
Mi
sentimiento religioso, vacilante ante mi racionalidad, ante el mal ejemplo de algunos practicantes, surgía ante las imágenes
a las que han rezado, alumbrado, llorado mis ancestros. Es la carga emotiva de
ir con mi abuela a rezar al “monumento” de las monjas, que había ayudado a
colocar a mi tío Paco y “Pacucho”; de ir de la mano de mi tía Petra, como
después fue mi hija, alumbrando a “La Dolorosa”; a la que llevó mi tío David el
año “cuarenta” como promesa por no haber “caído” en los frentes de la guerra
civil; es el recuerdo de las semanas santas vividas con fe, con intensidad en
los oficios de “las monjas”, en los “turnos” ante el Santísimo; en las homilías
de D. Tomás, en las pláticas de algunos predicadores. Recuerdo, creo el año
1968, o 69, la que predicó al padre Félix Enrique, misionero joven entonces. Además de
elocuente, era tan sincero lo predicado… Estaba respaldado por su vida
entregada a los pobres, por su testimonio de misionero en Sudamérica, donde murió joven, porque,
aunque enfermo, siguió en la entrega…
Todos los
años por estas fechas, a la vista de las multitudes en las procesiones, se
debate si España sigue siendo un país católico. Aquí, viendo como la mayoría
del pueblo participa, desfilando o presenciando, me pregunto: ¿es Villalpando un pueblo
Cristiano?
La Semana
Santa, vaya obviedad, es, o debería ser, en esencia, una fiesta religiosa. La
gran fiesta de la Cristiandad. Es la celebración en los oficios, en la
escenificación de las procesiones de los hechos que originaron el Cristianismo.
Jesús de
Nazaret nada dejó escrito. Las primeras noticias nos la da Pablo de Tarso,
quien no le conoció personalmente. El más antiguo de los evangelios se escribe
sobre el año noventa, sesenta después de su muerte. Todos recogen la tradición
oral de dos generaciones anteriores, por lo que existen entre ellos
diferencias. Algo sobrenatural debió ocurrir, además de lo rompedor del
mensaje, para que, a partir de su muerte sus ideas prendieran con esa fuerza.
Después una larga historia de expansión, de poder, de errores y aciertos, de
luces y sombras.
Ser
cofrade significa ser católico. ¿Aceptan los cofrades, creen en todos los
dogmas de la Iglesia Católica?
Y, sobre
todo, cofrades y participantes ¿practican, o intentan practicar, la moral del
Evangelio, tan coincidente con la ética laica universal?
Entre las
motivaciones respetables para llegar túnica hay de todo: tradición (porque fue
mi padre), costumbrismo, y en mayor o menor grado un fondo religioso. También, en
los que no llevan capuchón, cierto afán de lucimiento. No sé cuándo se va a
disociar, de una vez, lo religioso y lo político.
Como de
todo hay, desde el inmenso respeto de quien desfila descalzo/a, o llevando una
cruz, o movido por la piedad, aplico para otros cofrades los versos a D. Guido:
“Gran pagano, /se hizo hermano / de una
santa cofradía; el Jueves Santos salía, / llevando un cirio en la mano / ¡Aquel
trueno! / vestido de Nazareno.
Como
repudio a la crueldad de la crucifixión, que en jaraneras procesiones por otros
lares, ya no conmueve; como repudio a tantas atrocidades en la historia de la
humanidad, en nuestros días…; como rechazo a la violencia, al sufrimiento
inflingido al semejante, a tantos millones de víctimas de atrocidades, me quedo
con los versos del mismo autor: ¡ Oh no
eres tu mi cantar, / no puedo cantar ni quiero / a este Jesús del madera / sino
al que anduvo en la mar…
No hay comentarios:
Publicar un comentario