domingo, 30 de noviembre de 2025

RECORDAR ES REVIVIR

 

                      CONTINÚO CONTANDO "LA HISTORIA DE UN AMOR" (VII)

    A lo que ayudan enormemente las fotos. Si pinchan sobre ellas las verán más grandes.


        Fue un domingo en la primavera de 1964. Pertenece al reportaje de la borrada ayer de los dos solos de perfil. En ésta nos acompaña nuestros protectores: su hermana Lolita y su esposo Manolo Alonso Castañón, de la familia de los "Castañonicos", hermano menor de "Cosco", Isaías e Ignacia, entonces Teniente de Aviación. Celebramos el final del largo veto paternal.



    Don Primitivo nos casó muy bien casados. Aquel sublime noviazgo tuvo un final feliz. Se aprecia en la joya de foto cómo recibimos el Sacramento con una inmensa devoción.


      ¡Qué se besen!: Nos hicimos de rogar, nos daba un poco de apuro, pero, al fin... En la foto está nuestro padrino, "Waldino Chimeno Modroño, llegado de la Argentina para el evento, y la insustituible Lolita, madrina. El modesto banquete (entremeses, merluza y pollo, nada de marisco) fue en el entonces restaurante "La Granja".



        La bella carita que asoma entre los dos, es la su hermana Rosi, quien se casaría al poco.


      En el cochazo de  Waldino, "Tito". un Doge-Dar, Valiam, traído en barco de su país. Nos llevó a las fotos de novios a Zamora.
                                         
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    En la entrada anterior conté el comienzo de nuestro atípico idilio. Vivimos emociones indescriptibles. La prohibición paternal hacía de nuestros  encuentros algo sublime. Inolvidables en el salón de los Mantecas, de Carnavales a la Feria,  a San Roque, a Navidad..., sentados en el rincón, por lo que su padre, desde el "Ambigú", lleno el salón, no nos veía. Omito pormenores de actuaciones casi heroicas, para no bailar, si no conmigo, en dos bodas que estuvo invitada. Una en Cerecinos, la de Rafa Alejos y Julita Cepedello, al comienzo del juvenil idilio. Otra la de José Bariego, "Peperre", y su prima e íntima entonces, Pili Barrios Riaño.

    Cuando conocí la historia de Carmen Diaz de Rivera, coetánea nuestra, pensé que nosotros, si algo nos hubiera separado,  hubiéramos vivido igual desolación. Les recomiendo la biográfica novela de Nieves Herrero, "Lo que escondían sus ojos".

     Esta Carmen fue hija adulterina de Sónsoles de Icaza, marquesa de Llanzol, casada con un militar 24 años mayor,  Francisco de Paula Díaz de Rivera, y de Ramón Serrano Suñer, cuñado de Franco, al ser hermanas las mujeres, y, durante dos años, quien más mandaba, por ser el más inteligente y culto de los próximos al caudillo. Era, además un hombre guapo y seductor. La veintiañera Sonsoles ( vestida siempre por Balenciaga) y Ramón Serrano, vivieron un intensa pasión, desahogada en distintos y secretos pisos. Fue así como concibieron a una niña a la que bautizaron como Carmen Diaz de Rivera. Si el Marqués de Llanzol supo que no era su hija, generosamente lo ocultó y le dio su apellido.

    Carmen, a los 17 años, enamoradísima del hijo menor de Serrano Suñer, al decidir casarse, su tía, Carmen de Icaza, hubo de descubrirle que eran hijos del mismo padre. Aquello la desoló anímicamente. (Intento de cura de sueño, ingreso unos meses en un convento de clausura, misionera en África...) Nunca, a pesar del puesto importante políticamente que llegó a alcanzar, "La musa de la Transición", superó aquello.

    ¡Bueno!: Me dirán que ya no tengo, ni Sari, 17 años. Pero ocurre que conservo la capacidad intelectual, la memoria...; ocurre que conservo, muy aumentado, el sentimentalismo, la sensibilidad emotiva,...  Ello me hace recordar el intenso amor que hubo de vencer tantas dificultades. No hago más que evocar todo aquello. Cómo ella me sostuvo en tantos momentos difíciles, el peor cuando perdimos a Sara-Belén. Me duele la fugacidad del tiempo.

    Pues, ya está: mientras viva no dejar de recordarla. Así vivir cada día.

    

viernes, 28 de noviembre de 2025

SIGO CON MI HOMENAJE A SARITA.

 

          Suprimo esta foto, de perfil, mirando el futuro porque es tan íntima, tan evocadora, está, como era, tan bella, tan santa que me da una pena enorme. Está en el álbum familiar que hace años no veía. Pertenece a un reportaje que nos hizo Manolo, el esposo de Lolita Riaño, la hermana mayor, para celebrar que, por fin, y gracias a su intervención, el Sr. Pablo Riaño, me aceptó. De esas hay alguna publicada en alguno de mis libros, pero esa, tan especial, no había querido sacarla. Ayer lo hice aquí, pero me he arrepentido. No puedo soportar esa nostalgia. Es muy triste comprobar como el tiempo todo lo devora, pero queda el recuerdo. Esa imagen es mía, sólo mía, como lo fue ella.

  
         

              ES LA HISTORIA DE UN AMOR… (VI)

Sí: un amor adolescente puro, limpio, inmenso, de novia, esposa, compañera, amiga, confidente, sostén anímico…

Continúo con sus inicios.

Aquella primera sesión de baile nos había dejado tocados. Me dolía que, al domingo siguiente, volviera a dar bailes a otros. Era necesario declararle mi amor, algo que debía ser íntimo, en solitario, algo que en el baile no era el lugar apropiado. El momento habría de ser al salir del Rosario.

Transcurrieron dos o tres días de la semana en que su hermana Carmela no la dejaba sola de la iglesia a casa. Debió ser un miércoles. Nos hicimos una seña. Le dijo a Carmela habría de ir a hablar con Suceso Allende, la amiga espiritual íntima. Cierto, abierta todavía la tienda en Zarandona, allí entró.

La seguí. Salió: soportal del Comercio Grande, tramo del cine, Angustías. Cuando enfiló la calle Real, yo tiré, corriendo por la calleja Castañón, entonces sin asfaltar. Salí a su cara antes de llegar a la esquina de “Coco”, cruce San Isidro, Plaza de San Pedro. la casa de sus padres estaba, está, muy reparada, frente al ábside de la iglesia.   Me planté en su cara.

-¡Hola!

- ¿Qué haces tú por aquí? -no me rehuyó

- A decirte que no puedo más Sarita! Necesito decirte que, desde hace tiempo,  te amo con todo mi ser, que pienso en ti de día y de noche, que te pido seamos novios.

-Me parece eres bastante atrevido. ¿No será una nube de verano?

-¡No muchacha, no! Es una borrasca atlántica que me tiene calado hasta los huesos.

-¡Hombre!. ¡No será para tanto!

-¡Cómo no, si eres lo más bueno y bello del mundo!

-¡Vete, vete! El domingo nos vemos en el baile.

No les voy a describir lo vivido aquel domingo, y en sucesivos esporádicos encuentros a lo largo de los meses, en el baile de los Mantecas. Prefiero dejarlo para mi intimidad. Simplemente: ¡inefable!

Estaba el salón, menos en la parte del escenario, porque también en él se daban comedias, rodeado de un anfiteatro con bancos de madera, que se llenaba de las mujeres casadas que no se perdían ripio de lo que abajo sucedía. Calaron pronto el idilio entre el Modroño y Sarita. Cuando lo supo Cobera prohibió totalmente a su hija predilecta, rubia como él, la relación.

Esa circunstancia, la de la prohibición, más la de que Sarita pasaba temporadas en Madrid ayudando a sus hermanos, hizo necesaria la relación epistolar. Ella y yo conservamos esas cartas. Las juntamos cuando la boda. He pasado tres mañanas ordenándolas, releyéndolas, reviviendo todo aquello, con tanta nostalgia, con tanto agradecimiento, con tanta compasión, hacía aquella muchacha, que no paro de llorar.

En aquellos años de tan intensa religiosidad, éramos dos ángeles. la religiosidad, misas, rosarios, comuniones, la Gracia de Dios, eran el fundamento de nuestro amor. Ello nos unía, a ello nos ayudábamos mutuamente. Vivíamos una especie de idílico misticismo, buscando el perfeccionamiento en las virtudes humanas. El esfuerzo, en el trabajo, en el estudio, por ej.

 

Sarita, hasta los 17 años, estuvo dudando en si seguir en la Alianza, “Las Aliadas de María”, congregación religiosa de calle, pero con votos, o no; dudando entre la virginidad o la maternidad. Al releer esas cartas tan íntimas, tan hondas, no paro de llorar. El escribir algo me desahoga, aunque sé que estas vivencias, ahora, son anacrónicas, pienso podrían tener alguna vigencia.

 

La lecturas de esas cartas me recuerdan que Sarita fue una chica inteligente. De ahí que, sin estudios reglados, tuviera la cultura que se ve en una perfecta ortografía, además de bonita letra; en el dominio del vocabulario y la redacción.

 

Una de las cartas más estremecedoras, en cuatro hojas arrancadas a un blog, me la escribe desde la Casa de Ejercicios en Zamora. Los dio don Matías Castaño, un cura de Ciudad Rodrigo. Al volver al pueblo, el correo, como casi siempre, fue mi hermana.

 

Me cuenta, de las doce de la noche a la una y media, la inmensa felicidad vivida esos tres días. Había consultado con Don Matías, hablado de nuestro amor. Le había dicho yo era un chico piadoso. Entonces el sacerdote la animó a buscar la santidad en ese noviazgo, que desembocaría en un matrimonio, en el “hogar en que se funda la dicha más perfecta”.

 

¿Se explican ahora un amor tan ideal, idílico, con cierto misticismo a veces, que superara tantas adversidades?

 

Su ejemplo final en tan larga incapacidad es consolador. Vivía sin dolores (o si los tenía no se quejaba) y sin temores. Se le olvidó casi todo, menos las oraciones. y las canciones religiosas.

   Quiero agarrarme a la esperanza, a la fe.

lunes, 24 de noviembre de 2025

ES LA HISTORIA DE UN AMOR, COMO NO HAY OTRO IGUAL... (V).

          Quito las fotos. Tengo tal tristeza, las fotos me producen tal nostalgia, tanta añoranza que deseo reservarlas para mi intimidad.


    
    Ya les conté que nuestra mutua atracción nació con los ojos, el reflejo del alma, entre los muros de San Nicolas, por las Cuatro Calles cuando iba a misa, en el caño de San Pedro; procuraba ir a dar agua a las mulas cuando ella llenaba el cántaro y el caldero en el chorro de la sirenita; en el ¡adiós! con sonrisita cuando nos encontrábamos por la calle. 

      
    Antes de entrar Sari en el baile, yo bailaba con todas, pero aquello, salvo con alguna que se arrimaba, no era ni fu ni fa.

    Supe que iba a entrar el domingo de Pascua. Durante Cuaresma y Semana Santa no había baile. Paseos y cine, eran la diversión. Saqué entrada de los primeros. Gloriosa época de baile a rebosar con la orquesta de los Gelasios, de Villanueva. Aunque la entrada con gramola era de 2 pts. a los chicos, y de 1 pts a las chicas, con la orquesta era de 6 y 2 pts. respectivamente, pero merecía la pena.

   El baile se iba llenando, mientras Pepita Manteca y Félix Feliz hacían sus exhibiciones de tangos, de valses, de pasodobles...  Las vi aparecer preciosas, las cuatro amigas eran guapas, Carmen Allende Vega, (sí, fue guapa), Geli Barrios, Lali la del Teniente, o Sargento Jefe del Puesto de la Guardia Civil,  Sarita la de Cobera, y su hermana Carmela, que iba de carabina.

     Había estrenado las primeras medias, el primer traje de mujer (creo es el de la foto), el primer carmín y las primeras sombras (entonces no había pestañas postizas), la primera realzante lencería, aunque la turgencia juvenil no la hiciera tan necesaria; peinadas de peluquería...

        Cruzar el Rubicón, la puerta por donde entraban los Templarios, del Salón de Fiestas Feliz, el baile de "los Mantecas", era adentrarse en el mundo de las emociones juveniles.  Sin apenas contacto entre mozos y mozas, más que, cuando mucho, el de las furtivas miradas, tener, de golpe y porrazo, entre tus brazos aquel cuerpo trémulo, mirarse a los ojos, contemplar, tan de cerca, aquella belleza, con el primer carmín en sus labios, el delicioso perfume, el rubor, dulce traicionero de aquella pudorosa muchacha, fue una emoción indescriptible. Fui el primero, conmigo bailó su primer baile. Mi nombre ("-¿Quién soy"?  Con voz muy débil, -"Agapito"), fue la última palabra que salió de sus labios.

    Tocaban los Gelasios: ... que me hizo comprender, todo el bien, todo el mal. que le dio luz a mi vida,.." Nosotros, ella y yo, enlazados, en medio del barullo del baile, le pusimos la letra.

    Terminada la pieza, como las otras amigas. volvió al corro. No era cosa de que ya, desde el primer baile, se quedara conmigo. Además su madre le había advertido que no diera caradas a ningún mozo, sobre todo a los vecinos: "Tarzán y su hermano anterior", "Maravilla", "Perre" (que ya andaba detrás de su prima Pili Barrios), Luis el de Coco, el más majo de todos, etc., todos mayores que yo. 

    -"Vuelve pasados tres". Me apoyé en un poste y a ninguna ya pedí baile. No perdía ojo a Sarita. Enseguida calé ciertas intenciones. Me jodía un montón   que otros le pusieran las manazas encima. Tíos que sabía yo ya habían ido a putas.

    Sin necesidad de llevar una libreta, bien tuvo en cuenta cuál me tocaba. Me acerqué al escenario y pedí a Gelasio tocaran "Lirio azul".

    Otra vez a cantar, un poco más cerca.  " "A la luz de la luna / de la noche callaaada / llama el indio a su amada / con tristeza y amor / Lirio azul de mi vida / en el valle te espero / que si no vienes yo muero / de tristeza y dolor". "Es el grito salvaje / que alza un jefe de tribu / porque ha muerto la india / que era todo su amor...

    Ya solo me dio otro baile. Tenía que cumplir con todos, aunque ninguno repitió. Volví a acercarme al escenario. -¿No os importa tocar Camino verde?

     Por último volvimos a cantar otra canción romántica: "Hoy he vuelto a pasar / por aquel camino verde /  que por el valle se pierde / en mi triste soledad...

    Cuando se acercaban las diez de la noche (-¡Que la Queda te toque en casa!), la desbandada. Las parejas de novios eran las últimas en salir. Las dos horas de baile nos sabían a muy poco. Aquella noche, antes de meterme en la cama, miré por la ventana que daba al corral, la torre de San Pedro, deseando llegara el domingo siguiente.
   
(Continuará s.D.q.)
    

sábado, 22 de noviembre de 2025

RECUERDOS BIOGRÁFICOS, Y MI VIDA JUNTO A SARITA. (IV).

   Volvamos al trabajo y al estudio.  

    En el verano de 1959, a unos parientes de doña Elena del Corral, la esposa de don Manuel Cossio, fabricantes de harina en León, les adjudicaron diez vagones del Servicio Nacional del Trigo de las paneras de Villalpando. Encargó a "Guaricha" el transporte con su camión hasta Castroverde, en cuya estación se habrían de pasar los sacos del camión al vagón. Y, ¿quién hacia ese trabajo?

    Sacos de ochenta kilos. En las eras se manejaban costales de 87'5 kilos, pero el carro que más, llevaba doce. El camión de "Guaricha" llevaba 50 sacos. O sea: 4.000 kilos. Y había que remontarlos en los vagones, 10.000 kilos, hasta arriba. Además, en plena recolección, don Manuel no encontró obrero para hacer ese trabajo. Fue entonces cuando me ofrecí. Ya había sacado muchos sacos de orujo de los pilos. El "guarda agujas" al ver a aquel muchacho flacucho, de 18 años, dudo fuera capaz de remontar los sacos. Pues fui. Unas sudadas terribles. Bajaba a beber agua y refrescar a un arroyo que corría por detrás de la estación. Gané 450 pts., que me sirvieron para cruzar los Picos de Europa, como, he contado.

     En septiembre de 1961 (había comenzado Magisterio  en junio del año anterior), me quedaban unas pocas asignaturas, de las tontas, la música, por ej. Al año siguiente entraría en quinta. Entonces íbamos a la mili en marzo del año que cumplíamos los 22. Quinto del "sesenta y dos" me tocaba ir a la mili en marzo de 1963. Una eternidad, me parecía. De ahí que decidiera ir voluntario un año antes.

    Teníamos un primo de mi padre, Marcial Modroño Paniagua, militar. Teniente del Ejército de Tierra. Venían todos los veranos a casa. Él movió papeles para que fuera voluntario al arma de aviación en el Cuartel General del Ejército del Aire en la Plaza de la Moncloa en Madrid, como mecanógrafo. Como un mes antes hube de presentarme para un examen. Quinientas y pico pulsaciones por minuto. (Si conservara todo como esto...) Me admitieron.

    Antes de incorporarme a la mili, decidí dejar alumbradas las sesenta cuartas de majuelos de mis tíos David y Petra. Desde el 2 de enero, al día siguiente de la riada, me tiré cavando viñas, ocho horas diarias, hasta mediados de febrero de aquel "sesenta y dos". La yeguica, hija de "la Cuca", me traía y llevaba: alforjas, botella de agua, fiambrera y fardel en cada seno. Reciente la matanza casi ningún día faltaba un chorizo de callos. Preparaba una hogueríca con palos y tamuja de los pinos de Quesada, y me sabía riquísimo.

    Un 21 de marzo de 1962, (había llegado el sábado anterior en el taxi de Ángel Alejos, "Zampa"; con mi primo "Taquín China", quien marchaba escapado de casa, y los maquinistas dragadores del Valderaduey), me presenté en el cuartel. Nos pasaron a un pabellón. Nos hicieron desnudar a todos, para el reconocimiento médico. como si fuéramos caballerías. Unos doscientos muchachos en pelotas. Humillante. Me encuentran un defecto físico, que resultó no ser nada, pero me metieron el miedo en el cuerpo. Si me habían tallado (lo hacían el año anterior de ir a la mili, eso era "entrar en quinta") en el ayuntamiento una semana antes. Lo de tallar era eso: medir altura, peso, perímetro torácico, vista, oído, fonendo, pies planos o no... A mí, como creo a todos los de mi quinta, don Tomás, el médico y Tomás "el Lolo", nos declararon aptos para servir a la patria. Mis datos fueron: altura descalzo, 1'73. Me superó un poco Marino Infestas. Éramos altos, para la época. Ahora, que me he achaparrado un montón, al lado los mocetones actuales, resulto pequeño. Peso 73 kilos. Perímetro torácico, 97 cts.

    Pues por culpa de un problema congénito, sin importancia, me rechazaron. Al año siguiente, en la Caja de Reclutas de Zamora, me querían hacer ir a la mili. Me dieron Cartilla Militar, si bien conseguí me declararan para Servicios Auxiliares.

    Aquello truncó mis planes: estando en la mili, en Madrid, acabaría Magisterio. Con ello y la mecanografía podría haber hecho carrera en el Ejército o dedicarme, bien pronto, licenciado, (la mili de voluntario era de casi dos años) a la enseñanza. Por supuesto: en estos planes, en este horizonte vital estaba la boda, el casamiento, con Sarita.

    Sarita. mi florerita, mi rubia preciosa, ¿qué hacía entre tanto?

      Intentar zafarse de su padre para vernos muy esporádicamente. Pasaba largas temporadas en Madrid, ayudando a su hermana Lolita. Aquí fue a la Escuela de las Hermanas hasta los dieciséis años. Tenía mucha capacidad para el estudio, pero es que ni siquiera se lo planteaban. Ninguna familia labradora podía mandar a sus hijas a un colegio de pago. Además, a estas chicas de la Sección Femenina (estuvo a los 16 años, en un campamento en Almeria) del nacional-catolicismo, las formaban para ser buenas esposas y madres.

    Ayudaban en casa, en la era, recolectando legumbres a mano, almendras, vendimiando... Hacían primorosas labores. Confeccionaban el ajuar, mientras escuchaban seriales radiofónicos. Su hermano Ángel, muy aficionado a la lectura, abastecía de libros a Sarita, a Rosi.

    Misa a diario a las diez. A la misma hora en que yo entraba en casa de Cossio. Solíamos "coincidir" en las Cuatro Calles. En el verano abría el balcón de la oficina, levantaba el pisa papeles de la Royal, quedaba hueco el grueso papel de oficio, Así, a la vuelta de misa, Sarita escuchaba el tableteo de las teclas como si fuera una ametralladora mandando flechazos de amor.

    Fue un 18  de septiembre de 1961. Sarita, siempre intrépida, se subía a los grandes almendros que festoneaban el famoso "Majuelo de Cobera", en el camino del Valle, a varear las almendras. Se rompió la rama. Cayó al suelo. Me extrañó no verla pasar a misa. Al salir del Rosario del día siguiente, su íntima de toda la vida, Carmen Allende Vega, me dio la noticia: "Tiene muchos dolores y ha quedado torcida". Lo de ir a verla a casa, imposible. Cobera me tenía "enfilao". Un Modroño, además chupatintas. Tenían un mejor partido para ella. No quiero ni pensarlo. Sarita era mía, solo mía, como yo era de ella, solo de ella.

    Cobera no tenía Seguridad Social, entonces no había para los autónomos, don Carlos, el médico, se temió lo peor, aunque no se lo dijo, sino:    -"Pablo, aunque tengas que vender una tierra, llévala a una buena clínica de Madrid."

    No tuvo que vender tierra alguna. Vivían con mucha austeridad, sin coche, ni móviles, ni electrodomésticos..., en el sobrao, en varales y ollas, buena matanza; algunos sacos de garbanzos, de harina, uvas y almendras...; huevos en primavera y verano...; labranza de par grande, de setenta yeras a cada hoja, que han llegado integras, en herencia, compra y renta a su nieto Álvaro. Tenía ahorricos, y llevó a su hija predilecta a la Clínica Ruber de Madrid.

    Eran la dicha Carmen, también sus primas  Pili y Geli Barrios Riaño, quienes me informaban: -" Mañana cogen el coche de línea de Valladolid para ir a Madrid".

     ¡Pobre!: vaya viaje en aquellos tartanos, en aquellas carreteras, en aquellos trenes, con una vertebra fracturada.

    Salí, como no, al coche de línea de Valladolid a las ocho de la mañana. Cobera no pudo evitar que intercambiáramos miradas y lágrimas, que fuera corriendo, detrás del tartano de Rufino, hasta San Lorenzo. Pasó por el quirófano un siete de octubre. Voy a releer las cartas. En una, cuando pudo escribir, más de un mes después, con mucho esfuerzo, me informó de tanto sufrimiento, aceptado con resignación, si bien las radiografías iban mostrando el arreglo.

    Cuando volvió al pueblo, en marzo del 62 (nos vimos en Madrid unos días antes, en casa de Lolita, Avnd. Manzanares, nº 12-7º C cuando fui a la frustada mili) vuelta a las dificultades para vernos. Su padre seguía mostrenco.


viernes, 21 de noviembre de 2025

RECUERDOS (III).- MI VIDA, y JUNTO A SARITA

 


                     Pinchen, por favor. Miren si no era preciosa. Estamos en la pista de "Torti". Teníamos 20 años. La otra pareja son Conchita Sánchez (Q.E.D.) y Eloy "Barril"


    Sigo recibiendo llamadas y pésames por la calle de tantas personas como no se enteraron o están fuera. Ello me anima a seguir escribiendo. Lo de compartir es una forma de mitigar el dolor, la ausencia.

    Habíamos quedado en que imposible mandarme a estudiar fuera, a un internado de pago, única forma que teníamos de estudiar los niños de los pueblos.

    La suerte, o la providencia, hicieron que al Colegio de las Hermanas llegara una, vasca de Azpeitia, sor Consuelo, muy preparada. Mi padre me sacó de la Escuela de Villa, dos cursos sólo estuve, y me mandara a dar clase de contabilidad y mecanografía con la monja dicha, por la tardes, fuera del horario escolar. En casa seguía practicando con la vieja Regminton, una joya que me han robado. A los trece años ya le pegaba bien a la tecla.

    Cuando llego del Campamento del F. de J. en San Pedro de las Herrerías, un 24 de julio de 1954, mi padre me pregunta si quiero ir a trabajar de mecanógrafo con el abogado don Manuel Cossío Berrios o a trillar en la era. Entonces los Modroños tenían la labranza con los Espinacos. Opté por lo primero.

    Fue así como, a los 13 años,  conseguí mi primer trabajo. De diez a dos y de cuatro a ocho, todos, menos los domingos, días de la semana. Además de escribir en una Royal, negra, grandona, al dictado cuando redactaba demandas, apelaciones, cartas o copiar enormes escrituras (entonces no había fotocopiadoras), además, digo, atendía a la caldera de carbón de la calefacción, subía al doble a poner cacharros en las goteras cuando llovía, y cuidaba, algunas veces, a sus dos niños más pequeños de los siete, Esperancita y José-Mari, a quien le encantaba masticar papel. Su padre le daba de "barba", pero el que más le gustaba era el de periódico. Eran frecuentes los recados a los Juzgados; al Comarcal, donde el Secretario era don José Peñas Benéitez y al de Instrucción, donde mandaba el llamado "juez rubio", Juan Antonio González. Cuando andaba por los dieciocho-veinte años, cuando había juicios (vistas orales se llaman ahora), dado que ya escribía rápido, me llamaba don José para actuar de mecanógrafo. La cosa consistía en ir escribiendo todo cuanto iban declarando, testigos, abogados y partes. ¿Se explican ahora como domino la redacción de recursos contra injusta sanción, y otras geras judiciales? Hacía también otros recados: ir por "petroleo", para la cocina, a casa de Chabolo; a por medio saco de pienso "an-cá Garibalde" para unos patos que tenía en el corral...

    El sueldo era de ciento veinticinco pesetas al mes, que entregaba con unción a mi abuela. Qué había que ayudar en casa.

    Así transcurrió un año, hasta que al comienzo del Curso 1955-56 se crea una academia con sede en casa de Vitorina, "la Pascualona", en la carretera de Madrid. frente a la casa de tío Antonio y Lola.

    Don Manuel Cossio llama a mi padre.

    -Mira Modroño, yo creo que, en lugar de darle el sueldo, que ya había aumentado a ciento cincuenta pts. mes, le pago las clases en esa academia, los libros, y le matriculo para que se examine por libre en el Instituto José Zorrilla de Valladolid.

    -Me parece muy bien, don Manuel.

    Fue así, a base de echarle horas entre la oficina, las clases y el estudio, como conseguí el título de Bachiller Elemental: ingreso, cuatro cursos y la reválida.

    De la misma forma conseguí el título de Maestro de Enseñanza Primaria. Éste, también por libre, en la Escuela de Magisterio de Zamora.

    Con don Manuel Cossío estuve hasta las vendimias de 1961. Último año que estuvieron juntos los hermanos Modroño, anduve con mi tío Antonio, sacando orujo de las bodegas. Llenamos, con carro y macho, el pilo grande de los Corralones y otro pequeño. 

    Por aquel entonces había muy poca relación entre muchachos y muchachas, separados en la escuela, en la iglesia, en los juegos,..( en los bares no entraban las chicas)  hasta que entrábamos en el baile. A diario, algunas chicas, después del Rosario, paseaban por los soportales. Ahí recuerdo mis primeros escarceos adolescentes: Tina y Yayi "Lizondas", Geli Barrios (me ha llamado hace dos días llorando la muerte de su prima), Carmen Paniagua Allende, nieta de la señora Aurea; vivía en Zamora, me gustaría saber de ella; Lali, hija de un teniente de la Guardia Civil... Eran amigas de mi hermana. Eso me ayudaba a que me dejaran pasear un poco junto a ellas.

    Las hijas de "Cobera", desde el Rosario a casa, y al baile cuando cumplieran los 18. Además Sarita tuvo tardío y sazonado desarrollo. ¡Claro!: aunque nunca hubiéramos cruzado palabra, nos conocíamos, desde niños, todos y todas los del pueblo. La belleza de Sarita, cuando espigó, en mi, como en otros muchachos, despertó admiración. Como el Rosario era el único sitio donde poder verla (también en Misa Mayor los domingos), le pedí a don Manuel me diera permiso, a las siete de la tarde, para ir al Rosario.

    En aquel antiguo y lóbrego templo, nació nuestro amor, sin palabras, sin lenguaje hablado que, con sus altibajos y crisis, (olvidadas, sólo recuerdo tanto amor) ha durado toda la vida. Su preciosa mirada azul, su mohín que no llegaba a sonrisa (hubiera sido descarada), cegaron mi mente. Aunque la veía muy superior, inaccesible Sólo pensaba en ella.

    ¿Saben ustedes el esfuerzo tuve que hacer para en la misa funeral no agarrarme al féretro para no dejarlo marchar? Fue entonces cuando me agarré, o intenté, a la fe. Cuando pensé: en aquella preciosa muchacha, en aquella esposa y madre ejemplar hay, debe haber algo más que la materia. Allí en la caja, ya no está mi Sarita.

(Continuará, s. D. q.)


P.D.- A propósito de recursos, de mis peleas por lo justo, quiero compartir con ustedes una alegría recibida ayer, que algo alivia mi dolor: una decisión judicial esperanzadora para que los poderosos no atropellen a los débiles, al débil. Servidor en este caso.

     Cuando la justicia es justa, uno se reconcilia con el Estado de Derecho.

    

martes, 18 de noviembre de 2025

RECUERDOS, (II). MI VIDA JUNTO A SARITA.

 

    Sigo contándoles mis orígenes, mis antecedentes familiares.

    Los Modroños, ya antes de la guerra, habían conseguido comprar la vieja casa del abuelo, Pedro Chimeno, en calle Silera. Todo a base de trabajo. No sólo sacar, transportar, destilar madres y orujo, sino que también, en primavera, se abastecían de leña (cuando los llevaron a la guerra tuvo mi abuela que comprar tizos). Iban con el carro a la dehesa, y en el día, arrancaban de cuajo una encina y la troceaban.

   Ya con la "fábrica" en este corral, tiraron la vieja casa del abuelo y construyeron una nueva, ésta. Unos pocos años después, ya lo recuerdo, compraron la casa lindero al Sr. David Curto, "el Burrero", donde está ahora el jardín y parte de la casa de Gracia; compraron el solar de los Corralones a los herederos de don Teodoro Núñez. En él, orilla al solar de la señá Petra, hoy de Jaime Rubio, levantaron, con tapial una cocina, cuadras y pajar. Todavía quedó un corral muy grande que llenaban de orujo destilado, de estiércol, de tizos,...

   Compraron, a la viuda de don Félix Donadeu,  "la Jabonera", un herrenal  ("reñal") grande con mucha fachada a la carretera de Madrid, donde había existido un mesón, y que daba la vuelta por detrás de la casa y huerto de la "Botera" y la del Sr. Andrés, el molinero, hasta Berrabueyes. En ese solar había habido, en un local grande, una fábrica de jabón. En el lindero con lo que hoy es el parque "Padre Leoncio", había don Félix empezado a construir un local grande para ampliar la fábrica de jabón.

  Este Donadeu era un francés muy emprendedor. Aquí compró la fábrica de la luz, en el molino de Conejo, que abastecía al pueblo. Tenía almazaras en la Mancha. Un infarto se lo llevó prematuramente; con solo dos niñas, todos los proyectos se truncaron.

    Mi padre y mis tíos cavaron y encementaron cuatro enormes pilos para el orujo; construyeron dos casas de planta baja, una para nuestro padre, Mateo, y la otra para su hermano Antonio. Ésta, reparada, se conserva tal cual. En ella tía Lola pasó los últimos años de su larga vida. Ahora es propiedad, y la ocupa a temporadas, mi primo Goyo. La de Mateo, Pablo, mi hermano, la reconstruyó totalmente, levantando otra planta. En la parte del solar que da a Berrabueyes, mi hermana Ana María y Félix, su marido, construyeron una vivienda nueva. 

   Compraron también los Modroños, que fue muy sonado en el pueblo, los majuelos de doña María López, en los "Pinos de Quesada", y otros tres majuelos grandes por ahí. Se hicieron, en total con dieciocho hectáreas y media. Ahora nada, entonces bastante. Compraron también la bodega a Juan Pulido. Y, por desgracia, compraron "un camión", Chevrolet, un cacharro de tres mil kilos de carga, que les costó 100.000 pts., y formó parte del declive económico familiar, que, con mucho dolor, viví de pre adolescente.

    Se empezaron a arrancar majuelos, en los pueblos de más, Cerecinos y Prado, empezaron todos los majueleros a vender las uvas a camiones que venían a la plaza. Empezó la competencia entre los aguardienteros al quedar mucho menos orujo. Llegó un momento, en que aquello no daba para vivir tres familias: la de mi padre, tío Antonio y la de la de mi abuela con los tíos solteros, Petra, David y servidor. 

    Se metieron a más labradores. Cambiaron, ¡qué error!, otra "reñal" que habían comprado, frente a las monjas, hoy casas y patios de Julio, "el pescadero" y Javi Núñez. a Nino Allende, padre de Milagros, por una tierra de siete cuartas, que casi lindaba con otras siete cuartas, en los "Quince Puentes", donde ya tenían una poza con noria y alfalfa. En la de "Nino" picaron otra poza y sembraron remolacha, (tú verás, media Ha.) que regaban con un motor de gasolina, "Piva". ¡Qué sudores! cada vez que a mi abuela le pedían  los veinte duros para llenar, donde la Zaurila, el garrafón de gasólina, que traía yo a cuestas.

    Omito más detalles porque son penosos. Cuando se murió mi abuela, un cuatro de noviembre, casi el mismo día que Sarita, de 1962, las tres familias repartieron y se separaron. Mi tío Antonio, Lola y sus hijos, emigraron a Madrid, a una portería, barrio Salamanca. A mi padre lo colocaron de guarda nocturno de las máquinas que habían venido a dragar el Valderaduey. Le regalaron un enorme chaquetón de cuero. ¡Cuánto frío no pasaría en aquella cuadra de conejo medio en ruinas..! A Pablo, mi hermano, antes de ir a la mili, le colocaron de ayudante de los maquinistas. El sueldico integro a mi madre... ¿Para qué les voy a seguir narrando más penurias?

    Como cerró la otra "fábrica" de aguardiente que había en el pueblo, la de "Peterete", donde hoy está el chalet que construyó su difunto hijo, mi querido Jesús Boyano, "el policía", mi tío David muy enfermo, apenas si podía trabajar, como medio de subsistencia  (entonces no había subsidios) siguió con los majuelos, la bodega y... ¡"la fábrica"! Todavía quedaba algo de orujo por los pueblos, cuando los labradores hacían vino para el gasto. Yo tenía 20 años, cuando empecé a sacar orujo de las bodegas, para sostener la casa.

    Salí del parvulario de las Hermanas, a los ocho años, sabiendo ya leer, escribir y las "cuatro reglas". En la Escuela de Villa me metieron con más mayores. A una tía abuela modista, Candelas Modroño, que vino de "vacaciones" (aquí, siendo niño, cuando las vacas gordas, venían Modroños de Oviedo, Zamora, Barcelona, Madrid, cada poco), no se le ocurrió mejor idea para remendar mis pantalones de pana, que coser una culera, en vez de cuadrada, como la de todos, redonda. Más pequeño, el que se sabía todos los ríos ("el Duero nace en los Picos de Urbión, provincia de Soria, pasa por Soría, Aranda de Duero, Roa, Peñafiel, Tordesillas, Toro y Zamora..."), las cuentas, el Catecismo, y con una culera redonda..., ¡ya está!: ¡Culo balón! A darme pataditas. No podía jugar a dola, porque cuando "quedaba", me daban las petacas mucho más fuertes, por culo balón. Me río yo del "bulling", o como se diga, de ahora. Además tenía el tirador más bonito, porque el mango (que lo había hecho el tío que mataron en la guerra) era de alambre de grueso cobre dorado. Un amiguito un poco mayor, a quien recuerdo con mucho cariño, Marcial Gallego, me protegía.

    Le dijo el maestro a mi padre que yo valía "pa estudiar". Y vino un fraile del Corazón de María de Zamora, para llevarme a estudiar, no para fraile, sino  el bachillerato en el internado de pago. Cuando les dijo la cuota mensual, ¡imposible! Empezaba ya el declive del negocio.

    Ya les iré contando, s.D.q., cómo fui haciendo para merecer el amor de aquella muchacha angelical.

    


        Esa foto es del carnet de cuando me matriculé, como alumno libre, en la Escuela de Magisterio de Zamora.

    


lunes, 17 de noviembre de 2025

"SARITA ERA UNA SANTA




   Pinchen, ¡por favor!, para ver esa foto mayor. El traje de novia se lo hizo ella. Luego lo arregló para ser un vestido de calle. Waldino Chimeno Modroño, "Tito", nuestro padrino, nos llevó, al salir de misa, a Zamora, a hacernos la foto.

    Nuestra nieta Inés tiene, en sus preciosos 19 años, un gran parecido con su abuela.

     ( Rememoro a Gabriel y Galán),"El ama era una santa  me dicen todos cuando me hablan de ella. Santa, santa, santa me ha dicho el viejo señor cura de la aldea,..."

    A mí me lo están diciendo todas las personas cariñosas en llamadas de teléfono, en Wassap, en visitas a casa: "Sarita, mi catequista, era muy buena". ¡

    Cómo agradezco tantas muestras de cariño! No quiero citar nombres porque la lista es la larga y alguno quedaría fuera: personas de Villalpando que están fuera, de la comarca, del pueblo...

    Miren el ejemplo con un drogadicto que cuenta el sobrino de Murcia. Aquí, nuestra casa siempre estuvo abierta a todo el mundo. A más de un transeúnte que venía por las monjas, les dio de comer. En una ocasión eran dos, cuando la crisis del 2.008. Uno español y el otro magrebí. Les dio de nuestra comida. Recuerdo teníamos cocido. El musulmán, aunque intenté convencerle de que a Alá le daba igual comiera o no de cerdo, rechazó el chorizo, el tocino, el espinazo. Sarita el frio dos huevos. 

  Podría contar muchos más detalles. Un búlgaro que vivía en Cerecinos nos tenía cogidas las sobaqueras. Siempre con zalameros gestos de agradecimiento.

     A Sarita la bondad le viene por vía materna. Los apellidos de su madre, Alonso Núñez, y viceversa, procedentes de tres enlaces matrimoniales entre tres y tres hermanos hermanas, fueron, son de buena gente. Recuerden, si no, a Manolo y Aurelio Núñez Alonso, a Bastían, a la señora Ángela, "la Pachica", a Lucía, la de Pelesín, madre del conocido cura Bariego Núñez; a Conce la de "Tinajo"; a Dionisio Boyano Núñez; a Anita, la de Rupidera; a todos mis tíos "Maragatos", que tienen el mismo Alonso. Los  abuelos maternos de Sari, Eulogio "Cabrito" y el mío, Eustaquio, eran hermanos.

    Sara madre bien que ayudó a vecinos necesitados. A la "Pascua", cuando regresaba de la dehesa con el haz de leña, y lo había vendido en alguna casa: -"¡Anda Sara!, dame un cuartillico de vino, que es la sangre de Nuestro Señor Jesucristo". Bajaba a la bodega y le espitaba la jarra de barro: -"Ten mujer, con este cacho de pan y tocino, y pasa a la lumbre a secarte". Y le ponía unos palicos de manojo. -"Eres muy buena. Si no me hubieran matao al hijo..."

    Casarse con el más pobre de todos sus pretendientes, destrozado anímicamente por las secuelas de una bronconeumonía, fue un acto de caridad supremo. ¡Qué muestra más inmensa de amor! ¡Cómo no voy a llorar!.


RECUERDOS.

 

    Me anima el último comentario que he recibido y no contestado (lo hago ahora) a que "siga escribiendo, que eso puede ayudar a la gente a ser más buena". Ese deseo de bondad inunda mi ser. Además no puedo, ni quiero escribir de otras cosas. La vida de Sarita es un ejemplo de bondad. Miren lo que cuenta el sobrino de Murcia.

    Lo que más me hace llorar es el recuerdo de las dificultades económicas, de que con valentía ella las iba superando, de como me sostenía anímicamente.

    Aunque siento cierto pudor por revelar intimidades, aunque conocidas por los de nuestra generación, les voy a ir haciendo más confidencias.

    Nos casamos por amor, sin tener resuelto el porvenir. El año anterior, por culpa de una bronconeumonía, perdí una oposición de la que sólo me faltaba el tercer ejercicio, que era de trámite. Me quedó destrozado el sistema nervioso. Por otra parte no iba a ser una excepción: todos los jornaleros y los pequeños labradores se casaban sin tener otra cosa que sus brazos. Nosotros, por lo menos, teníamos una casa, ésta, que hemos reparado y reconstruido mucho, en la que me crie, en la que vengo viviendo casi toda la vida, por aquel entonces con mis tíos Petra y David Modroño.

    El negocio de la aguardientería, sobre todo en los años de la posguerra y II Guerra Mundial, había sido próspero. La materia prima (madres y orujo) abundantes, cuando los majuelos rompían la monotonía del cereal en todos estos pueblos y las bodegas se llenaban de vino; de alcohol había mucha demanda.

    Daban las alquitaras, en Cerecinos, Fuentes de Ropel y Villalpando, para vivir tres familias. Puede que mis abuelos, trajeran unas pocas perras de la Argentina. Lo justo para comprar una casica en la calle Limpia, que ni casa tenían. Sé que mi padre, el mayor, de mozo, trabajó algunos veranos en la recolección, en casa de los Piteras.

    Consiguieron ahorrar para comprar una alquitara, un carro, una mula y unas cuantas "pipas" (toneles) en que transportar "las madres". Había que meterse en las cubas para sacarlas.

 (Continuará) s.D.q.

    

sábado, 15 de noviembre de 2025

SARITA NO ABORTÓ.

 



                Esta foto es del Título de Familia Numerosa. Faltan los dos mayores, Gracia y Jesús. Miren Sara-Belén. Siempre apoyada en mi hombro. Le faltaba un año para obtener la Licenciatura Cum Laude en Medicina. Álvaro en el centro, cursaba los cinco cursos de la Formación Profesional Agraria en la Granja Escuela de la Santa Espina. Se preparaba para lo que es: un magnífico agricultor profesional, feliz y realizado. David recién había terminado la Ingeniería Técnica rama metal. Cuando se arruinó la empresa en que trabajaba,  inició su aventura empresarial, "Biomaser", con una furgoneta, un compañero fontanero y el cobertizo de nuestra casa. Fueron los años más felices de nuestra vida.


    Permítanme que cite a unas cuantas familias ejemplares que todos conocemos. 

    Sarita no abortó, ni sus hermanas Lola y Rosi Riaño. Ni Paulita Ameigide, ni Lola Gutiérrez, ni Maruja Zamora, ni Julita Sardón...; ni, unos años antes, Matilde Cepeda, ni Esperanza Allende, ni María la de Pisabarros, ni Sole Blanco... Si salto más años atrás, cuando mi generación, lo difícil es no encontrar familias numerosas.  Ahí están Granados Boyano, Manriques Vicente , los San Pedro Sinde,  Los "Enriques", los Arturos Gallego...; "Pintores", "Melitones"... 

    Ahora mismo, en la actualidad, aún existen familias numerosas. Las más ejemplares. Tienen hijos por convicción moral y social: Marta Toranzo Cepeda, dos mocetones, "toranzo", morenos guapos, más la pareja de mellizos; Sara Miranda Riaño, médico, cuatro críos preciosos, su hermana Miriam, cuatro alemanitas; Ana Modroño Blanco, ginecóloga, tres niñas, la mayor va a ser "quinta", y un chaval. Quiero citar a la más joven de familia numerosa, tres, de momento: la dulce y encantadora Rebeca Guaza y Fernando Infestas.

    Mi abuela Ana Alonso, por ej., tuvo nueve hijos. La paterna, María Chimeno, seis. Su hermana Josefa, los Espinacos, fueron nueve. Su hermana Canuta, los "Camilos". Boyano Chimeno, fueron ocho. Su hermano Primitivo Chimeno, los de la Argentina, una hija huérfana al nacer. Joven aún se casó con María Modroño, hermana de mi abuelo Goyo. Otros ocho Chimeno Modroño, primos dobles de los Modroño Chimeno.

     Sí. Reconozco que, sobre todo en las familias más humildes, hubo madres heroicas, abnegadas y sufridas hasta el límite. Pero convengan conmigo, que repoblaron España y la sacamos de la pobreza, que trajeron al mundo seres muy útiles socialmente.

    Todo esto viene a cuento de la noticia: la Ayuso se ha negado a entregar la lista de los médicos, de la sanidad pública madrileña que, por motivos de conciencia, se niegan a practicar el aborto. ¡Con dos ovarios! Manda idem que intente la "progresía" imponer su ideología suicida de forma autoritaria. En el fondo estos izquierdistas son unos dictadores que intentan imponernos su estilo de vida.

    Debería abrirse públicamente esta cuestión trascendental de la escasez de nacimientos y del ABORTO.

    Todo arranca de la pérdida de unos valores morales, de la moderna filosofía que ha entronizado al sexo, como móvil vital. Vivimos una hipersexualización social. Ya no, como decía Gabriel y Galán, en el hogar, en la familia se funda, se encuentra, la dicha más perfecta. Ahora no: hedonismo, materialismo, cambios de pareja, promiscuidad sexual, evitando la procreación, que los críos estropean, al menos durante nueve meses, los cuerpos esculturales; destrucción de la familia.

    No sé si es un error de la naturaleza que la hembras carguen con el mayor peso en la perpetuación de la especie. A cambio les concede el goce de la maternidad, el que los hijos amen a la madre sobremanera.

    Bien. Admitamos incluso que cada una joda cuanto quiera sin querer la preñez. Si es que existe una multitud de opciones anticonceptivas, fáciles y muy a mano. Las que renuncien a la maternidad y sin más problemas, tienen el DIU, (dispositivo intra uterino). En las parejas, estables, puede ser el varón quien opte por la infertilidad mediante la vasectomía. Pero no es necesaria la cirugía, cuando están los condones por todas las partes. Pero supongamos que les entra el calentón y no tienen la gomita a mano. ¡Pero si está la píldora del día después..! ¡Va!: si quedo preñada aborto y ,¡ya está!

    Ciento siete mil abortos en 2.024. Un pastón para los sistemas de salud. Con lo necesarios que son los españolitos. Pero si la mamá no quiere criarlo hay familias que sí. Y está regulado lo de las adopciones.

   Por supuesto: admito la objeción de conciencia. Destruir un feto es un crimen, aparte de las consideraciones sociales y económicas de la escasez de nacimientos.

    Y lo llaman progresismo a lo del invierno demográfico occidental (mayor, con mucha diferencia, el número de defunciones que de nacimientos). Nuestras sociedades del bienestar, de los derechos humanos, de las democracias, caminan de cara al precipicio, a la desaparición.

    Y si esos huecos los llenaran los hispanos, que se fueran adaptando, integrando, ¡menos mal! Los islamistas no necesitan ya cimitarras para dominar Europa. Tienen el vientre de sus mujeres. 

    Si no fuera algo confidencial les contaría el buenísimo detalle que tuvo ayer conmigo una de las chicas hondureñas y su novio, Andrea se llama, de esta familia tan amigos.

    También les cuento que, anteayer le he alquilado, parte del piso de arriba de esta casa, en Silera, desde donde escribo a un chico venezolano. Vive con la familia de un hermano, pero está deseando traer a su joven esposa colombiana. Tiene NIE  como refugiado político. En dos meses le darán el definitivo. He visto es un chico prudente, educado. Me cuenta si le pregunto. No pudo, por culpa de la situación de su país, terminar los estudios de ingeniería. Sus padres son maestros...

   Uno más de los nueve millones de venezolanos huidos de Maduro, el amigo de Zapatero y de Sánchez.

    Noto que a Sarita le está gustando que esas paredes entrañables, esa chimenea, ese calor de hogar donde se criaron nuestros hijos, puedan disfrutarlos una nueva familia.


                               

       Saliendo de misa de las monjas. Verano 2.024. Para quienes no vivan en el pueblo: de izquierda a derecha: Milagros Mazariegos, viuda de "Quines"; Enedina del Pozo, viuda de José de la Puente; Carmen Allende, esposa de Cándido Sánchez. La del andador es Sarita; a su lado la amiga del alma, Lola la de Abundio (he llorado con ella en la Residencia). Sigue Angelines, hermana menor de Milagros, hijas de Segundo "Marcos" (buena persona como él solo). Por último Angelines, (la otra rubia guapa del pueblo) la menor del Sr. Cecilio, viuda de Luis Núñez.

jueves, 13 de noviembre de 2025

UN TESTIMONIO ENTERNECEDOR.

 

                            

Recuerdo de días felices. Ahí estamos con los seis nietos. Edu "pecho lobo". Pinchen para verla grande.

    LES COPIO LA CARTA QUE ME HA ENVIADO EL HIJO MAYOR DE NUESTRA SOBRINA Mª LOLI, desde los Ángeles, en California.

Querido tío Agapito,

Soy tu sobrino-nieto 
Vicente, de la familia de Murcia, aunque yo ahora vivo en California. Hijo mayor de tu sobrina Loli, la de Lola y Manolo.

Te escribo para mandarte mi pésame y decirte que os he tenido muy presente estos días a la tía 
Sari, a ti y a tus hijos, y al resto de la familia. Me hubiese gustado mucho poder acompañaros el jueves.

He leído las tres últimas entradas en tu blog. Al llegar a tu “
dilema de conciencia” me vino a la mente un momento importante que viví con Sari.

Estuvo visitándonos en Murcia–no recuerdo en qué año, era yo muy niño. Iba yo cogido de su mano por la 
Calle de Correos de Murcia. A la altura de la iglesia de San Lorenzo, lo tengo grabado en la memoria, se nos acercó un chico joven muy delgado, demacrado e inquieto, pidiendo unas monedas. Sari se paró a hablar con él y pronto le preguntó si se gastaría el dinero en droga. El chico confesó directamente que sí. Y Sari respondió que no podía ayudarle con eso en buena conciencia, pero que podía comprarle algo de comida. Y así hizo.

En aquellos años había mucha heroína en Murcia, y los niños veíamos a gente pinchándose en los parques y quedarse como zombies. Recuerdo que cuando Sari se paró yo estaba aterrorizado: los heroinómanos eran para mi figuras monstruosas, un peligro del que huir inmediatamente. Sin embargo, Sari trató a este muchacho con especial hospitalidad, respeto y compasión. Y con esto también me ayudó a mí a humanizar a esta persona y a empezar a transformar mi propio miedo en simpatía y responsabilidad; a transformar lo malo y doloroso en algo bueno y alegre.

Como decías, para las personas buenas como Sari ha de haber un cielo, un lugar mejor que éste, que ella ya estaba construyendo en esta vida: transformando lo malo en bueno, trayendo el cielo a la tierra.

Un fuerte abrazo,

Vicente