martes, 9 de diciembre de 2025

AGRADECIMIENTO, Y LES SIGO CONTANDO. (XI).

 


                                     La familia al completo, (Gracia, Sara-Belén, Jesús, recién nacido, Álvaro, el quinto; David entre mis piernas.


                          Primera Comunión de Gracia. Sarita, aunque no se ve, embarazada de Álvaro. Y seguía guapa.
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    Las condolencias que sigo recibiendo, contribuyen, aún más, a aumentar un estado de ánimo que me incita a la amistad, a la paz con todos los conocidos,  amigos de dentro y de fuera del pueblo.

    Transcribo la reflexión, fruto de tan inmenso dolor, que escribí el primer día:
    
        " El pueblo: ¡Cuánto más agradable sería la convivencia si nos desprendiéramos de egos!

            Dijo Francisco, Jorge María Bergoglio, que “la alegría de Dios consiste en perdonar”. Son estos momentos, las partidas, las ocasiones para eso, el perdón, el zanjar rencillas.

          Estamos dispuestos a devolver los abrazos fraternos a todos cuantos, Cristianamente, nos acompañen"

    

    Ya he escrito como, desde el primer momento empezamos a recibir el apoyo moral de la mano, el beso, el abrazo. Cierto que  tantos como nos siguen dando pésames que no se enteraron aquel día. Estuvimos pocas horas, no pasó una noche, en el tanatorio. Además son muchos quienes viven fuera.
    Salí a la plaza al toro un rato. ¡Cuántas manos y cuantos abrazos! Y, sobre todo ayer, en San Nicolás, p0r la calle, en la plaza,  en el bar de Pedro. No quiero, ni debo, dar nombres. El gesto de que se acerquen a mi, en la barra, con el bar lleno, y me toquen a la espalda, para darme la mano, o al salir, son gestos que agradezco, porque son sinceros. No lo hacen por cumplimiento. Ninguna necesidad tienen de mí, de quedar bien conmigo.


    La reacción de unas cuantas personas, más de las que pude pensar, que han dado el paso, que han tenido el gesto de olvidar viejas rencillas familiares o personales, lo agradezco enormemente. Es mejor así. Que todos seamos un poco mejores. Creo es ejemplo que debemos dar los mayores a los más jóvenes. También a los inmigrantes, nuevos habitantes del pueblo. Vamos a darles ejemplo de unos valores, la amistad, uno importante, que los ayudará a integrarse.
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    ¡Bueno! Continúo con nuestro modo de vida: interinidades, aguardiente hasta 1970 y las pocas tierras: el tractorillo, unos arados de dos vertederas encargado a Vicente Sánchez, una rastra hecha por "Fufú" con los aros del carro, y el remolque. Ya he contado que lo del "peine" fue la primera conquista. Sembraba y tiraba el mineral a mano. Lo tapaba con la rastra..

    Estuve un curso completo, 69-70 en San Esteban. Al siguiente, 70-71 aquí. Empezamos en las viejas escuelas de Villa. En ellas, en un aula enorme, con enormes ventanales al nordeste, y sin estufa. Toda la clase con el abrigo puesto. Me salieron sabañones.

    El primero de abril de 1971, estrenamos el Colegio Comarcal de E.G.B. "La Inmaculada". En lo que quedaba de curso siguió de director, viejecito y con Parkinson, don Benigno Sánchez. Había sido alumno suyo. Fui su cayado. En mi segundo "Seiscientos", comprado nuevo, aunque "comercial" para no pagar el impuesto de lujo, algunos viajes hicimos a Educación en Zamora.

    Al curso siguiente me mandan a Pozoantiguo. Aunque no está tan lejos, 40 Kmts., la gasolina se llevaría medio sueldo. Había viviendas a elegir, las que habían abandonado los guardias civiles cuando suprimieron el Puesto de ese pueblo. En aquella enorme casa-cuartel fuimos los únicos habitantes.  Hube de llevar muebles, los justos, en el tractor y remolque. La cocina era económica. El combustible piñas y corteza de pinos que íbamos a buscar al bosque de Adalia.

    La odisea mayor fue en Riofrío de Aliste. Gracia tenía no había cumplido los cuatro años. Quedó en Villalpando con tía Petra. Ya iba al Colegio, a preescolar. Entonces ninguna mamá llevaba a los niños. Se juntaban los vecinos y los mayores cuidaban de los más pequeños. Aquí en Silera y la Fuente, entre  los Pisabarros pequeños, los ídem Toranzos (Pilar, Marta, Lourdes, Ricardo...) y la Modroño se juntaban unos cuantos.

    En ese pueblo nos alquilaron el piso de arriba de una casa, relativamente nueva, pero construida de ladrillo, de media hasta, sin cámara, el tejado de madera y pizarra, en un bajo, junto al río, lindante con camino embarrado... Al cocinar, o simplemente con nuestra respiración, se producía tal condensación en las paredes, que escurrían.

    Llegamos a ese pueblo, cargado el "Seiscientos" hasta arriba, (un armario de cocina  de fórmica, una cuna, cochecito de bebé..., en la baca) a comienzos de 1972.  Jesús con quince meses, David de tres mesicos. Deseando Sari que yo  llegara de la escuela para coger a Jesús. (Los caseros vivían en casa antigua de piedra, al lado) y bajarlo a en mis brazos, a calentar en la lumbre de leña, porque el niño, para reclamar atención de su mamá,  que amamantaba a David, lloraba.

    El último curso completo, de interino, lo pasé en Morales de Toro. Entonces, como nuestra economía ya había mejorado y comprado un "Seat 127", me desplazaba a diario. Tuve un magnífico compañero, Sisenando Pizarro Barrón. La escuela estaba llena de goteras.

    Nuestra economía había mejorado, por el siguiente motivo:

     Por Semana Santa de aquel año, estaba yo un día junto a la carretera de Madrid, en una parcelilla de mi tío Antonio que servidor había sembrado de alfalfa y arrendado a Floreal. Pasó a ser de mi propiedad, junto con otra de 2'5 Has. Le di por ellas a tío Antonio, un millón de pts., era lo más que le había ofrecido otro comprador, para lo cual hube de pedir un préstamos de setecientas mil. Eran entonces los intereses altísimos. Pasados seis meses, me pasan una factura de unas 50.000 pts. de intereses. ¡Imposible! Vendí esas 70 áreas de la carretera, para construir un hostal, en un millón cincuenta mil pts. Es ahora el solar de chalet y cubiertos de Paredes, y del taller Nacientes.

    Perdonen la digresión del párrafo anterior. ¡Pues eso!: estaba Floreal Blanco, con las ovejas, una tarde, y su hermano Alfonso. Para un "Renault 7" gris, matricula de Orense. Se baja un paisano y me pregunta si se podría comprar alfalfa en este pueblo. ¡Tú verás! Recién hecha la Concentración Parcelaría se habían sembrado muchas alfalfas. La oferta aquella primavera, que se veía venía buena, iba a ser enorme en toda la comarca.

    Nos dimos los teléfonos. Aquel paisano resultó ser  Manuel-Ángel Rodríguez Fernández, alcalde de Esgos (Orense), donde sacaba diez, de once concejales. Uno de los socios fundadores de la UTECO de Orense, actuales COREN, Cooperativas Orensanas. Tenía unas cincuenta vacas de leche, nave de gallinas ponedoras, otra de conejos... Al poco se metió a productor y distribuidor de hortalizas en toda la provincia. Un emprendedor que se metía en demasiadas aventuras.

    Con este hombre nos llegó a unir, durante muchos años, una amistad como hermanos. Esta casa era suya. Aquí comía, pernoctaba. Fue el gallego de las zanahorias. Como siempre, Sarita, sin poner mala cara a nada.

    Así, de esa manera, porque no lo eché en saco roto, porque le llamé y me ofrecí a mandarles alfalfa, fue como comenzó mi faceta de carga camiones de alfalfa, hierba, paja, cebada... Palizas...,  ya les contaré. Con la ganancia justa a tanto esfuerzo y preocupaciones, comenzamos a tener ahorros.

    Pero no dejé la enseñanza. Yo no valía para negociante especulador. Conseguí, todavía a tiempo, con la mejor nota, ingresar en el Escalafón de Profesores de EGB. Sarita, al acabar el examen oral, (había pasado previamente otro escrito), en la antigua Escuela Normal de Maestros de Zamora, se fundió conmigo en un gran abrazo, pero ya no tuvimos más niños.


   

    

    


    

    

domingo, 7 de diciembre de 2025

LAS DIFICULTADES EN LA HISTORIA DE NUESTRO AMOR. (X)

 

    


    En la foto, la aupé para sentarse,  Km. 235 de la carretera Madrid-Coruña, por donde paseábamos, se ve mi embeleso por Sarita. Ese era el motor de mi vida: trabajo y estudio, siempre con la ilusión de los esporádicos encuentros, siempre con la ilusión del matrimonio.

    La economía de esta casa, los tíos Petra, David, y servidor, dependía de que en vendimias recogiéramos más o menos orujo, para poder destilar más o menos aguardiente. Eso requería mucho trabajo, que tío David, enfermo, no podía realizar. Todavía los autónomos ni siquiera podían pertenecer a la Seguridad Social. Por lo tanto, menos, cobrar subsidio alguno. Por eso, a partir de los 20 años, peché con la situación de aguardientero, contada anteriormente, que hacía compatible con ejercer, a temporadas de maestro interino, En Cerecinos, comencé, como he dicho. El curso siguiente, completo, menos los quince días de vendimias, que puse una sustituta, ejercí en Bustillo del Oro.

    Me presenté a oposiciones, por primera vez, en 1965, sin, por culpa del trabajo, haberlas preparado. Me suspendieron. 

    En enero de 1966, acabada la destilación, como ya tenía algunos ahorros del escaso sueldo de interino, para pagar la pensión, me fui a dar clase a Zamora, con don Justo Caramés, calle Diego de Losada.   preparador de opositores. Era, además, Director del Grupo Escolar, "Jacinto Benavente".

    Me presenté en Valladolid. Saqué buena nota en el primer ejercicio. Era escrito. El más eliminatorio. El examen consistía en problemas matemáticos y análisis sintáctico gramatical. Pasé también el segundo ejercicio, que era oral. Ya sólo me faltaba el tercero, práctico, que era de trámite. Ahora, al repasar las cartas, marzo de aquel año, la ilusión con la que se lo contaba a Sarita, por entonces en Madrid, me da mucha pena.

    Tuve la desgracia de agarrar, fue por Semana Santa, una bronconeumonía que me tuvo dos meses en la cama. Incluso me tuvieron que llevar a una clínica privada (mi tío tenía un seguro médico), la del Rosario, en Valladolid. Estuve malísimo. No pude presentarme a aquel tercer ejercicio. Quedé en los huesos y muy tocado el sistema nervioso, por la pérdida de una oposición que ya estaba sacada. Ese tercer ejercicio iba a ser pasada dicha Semana Santa. Como a quienes aprobaban las oposiciones no les daban escuela, en "propiedad provisional" hasta comienzo del nuevo curso, para lo que faltaba de aquel, último trimestre, pedí, y me dieron escuela interina en Cotanes del Monte. Sólo pude tomar posesión. Los interinos no teníamos Seguridad Social, ni nada, pero nos permitían poner a alguien que nos sustituyera. Por mí fue a Cotanes, Evencio Núñez.   

    En la convalecencia, aquel verano del triste "sesenta y seis", cuando Sarita regresó de Madrid (había que atropar las legumbres y ayudar en la era) me dio mucho ánimo. Pudo haberme dejado. Otro novio, aquí o en Madrid, o ponerse a trabajar. Pudo haberlo hecho en Marconi.  Era incierto nuestro porvenir... ¡Dios mío, Dios mío! Siguió a mi lado. ¡Cómo no llorar ahora? Me sostuvo anímicamente. Así toda la vida. 

    Me fui reponiendo. Ya por julio comencé a trabajar. Del montón de orujo destilado que no habían llevado los pastores caliente, al salir de la caldera, para las ovejas, iba extendiendo porciones que ocupaban todo el corral, para que se secara. Una vez seco lo iba guardando. Todo a base de purridera, rastrillo, pala y carretillo. En la siguiente campaña de destilación suponía un importante ahorro en combustible, mezclado con carbón.

    En aquellas vendimias del "sesenta y seis" , segundas con el tractorcillo, recogimos bastante orujo. Seguí en casa en los dos meses y pico que duró la destilación. Un obrero, a mi tío, le costaría más que yo ganaba de interino. Acabada la destilación, por marzo, o así, volví a la escuela. Una de Castroverde de Campos fue mi destino. Había tres clases de niños, tres de niñas y una de párvulos. Siete maestros/as. El Director, don Rafael Lorenzo Antúnez. Un tío elegante, natural de Toro.

    Como tenía algunos ahorrillos, los del escaso sueldo de interino. Mi tío había vendido "bastante" aguardiente, pagado el tractor y ahorrado un poco; pudo pagar el humilde "banquete" nupcial, como teníamos donde cobijarnos, esta casa de mi tíos, que agradecían compañía,  pues a casarnos: 17 de julio de 1967.

    El curso siguiente, el del 67-68 lo pasé completo en las viejas escuelas de Villafáfila, donde ahora está "Adri-Palomares". Éramos también tres maestros: don Leopoldo Tejero, natural de ese pueblo, Antonio Cueto, tenía un Citroen 2 CV, su mujer, también maestra de niñas en otro edificio, pero en el mismo pueblo, y servidor. En las vendimias, durante dos semanas se hicieron cargo de mis alumnos para que yo pudiera recoger orujo.

    Le Vespa resistió hasta noviembre. La carretera, a partir de Tapioles, era un pedregal de cantos machacados. Sólo la transitaban Antonio Martín, que recogía leche para queso en un pequeño camioneto, y Mateo, el tendero de Tapioles, con el carro. Necesitaba un coche.

    Teníamos unos ahorrillos que no daban para un "Seiscientos" nuevo. ¡Qué error! Nos faltaba poco. Una pequeña financiación y, ya está. Pero no. Puede que traumatizado por las dificultades familiares de la infancia, he huido siempre de los préstamos. 

    Me  ofrecieron un "Seiscientos" de segunda mano, "que estaba en muy buenas condiciones". Había sido coche de la Auto-Escuela Marcelino, (recuerdo el nombre del propietario: José-Luis Sagredo de Miguel) de Zamora, que tenía una filial aquí, al lado de mi casa. ¡Qué canallada! Estaba de pena, hasta las ruedas eran recauchutadas. ¿Cómo  tuvo conciencia, uno del pueblo, para robar así a unos pobres muchachos que estaban empezando su vida, ahorrando perrica a perrica?

    No se preocupen. Ya les contaré  cómo fuimos remando, a brazo partido, para con la fuerza de nuestro amor, de nuestra capacidad intelectual y de trabajo, sortear tanto escollo.

    Espero, deseo, que ese "Amor" tenga una continuidad en el más allá.  Sarita fue un trocito de ese inmenso CIELO.


    


    
    El remolque que sustituyó al carro. En él Marcial Modroño, el primo militar que he citado, y su familia. David agarra la cabezada del macho. Venían de los majuelos.  Es el mismo remolque, con telerines, de la foto del tractor. Para eso faltaban dos años.

    Aquellas vendimias del "sesenta y tres", las pasamos muy negras. El "macho" (mulo) era valiente y tirador, pero la yegua, casi no la ven, era pequeñaja. En las cuestas arriba, cuando lo cargábamos bien,  se rendía. Ya no podían más los animalicos. Las odiseas mayores en la cuesta dentro del pueblo de Cerecinos, cuando regresábamos con mucha carga de San Esteban.

    Era inútil arrearlos. La yeguica respondía con coces. Echaba el freno. Los dejaba descansar. Ponía una calza detrás de las ruedas traseras. Dejaba a uno de mis ayudantes, en el pescante, de arreador. Pedía ayuda a Martino, el carretero, y a alguien más que estaba en el taller, donde la cuesta. Y nos poníamos a empujar, al tiempo que arreábamos.

    Así, a pechugones, íbamos subiendo la cuesta arriba. Cuando eran abajo, daba gusto, el remolque, a través de las retrancas, hacían trotar a las caballerías. Yo regulaba con el freno para no empujar tanto a los pobres animales.

    ¡Cuántas fatigas, Dios mío!



    

viernes, 5 de diciembre de 2025

CONTINÚO, (IX). "SIEMPRE FUISTE LA RAZÓN DE MÍ EXISTIR, ADORARTE PARA MÍ FUE RELIGIÓN..."

 



    Ahora, aunque alguien pueda pensar que somos viejos, como aquel amor fue tan intenso, recordarla  para mí es religión, es una razón para mi existencia. Las fotos reviven todo aquello.


    En ésta, en blanco y negro, estamos, los novios, yo de lado; entre ambos su hermana Rosi, era morena. Luego, Waldino Chimeno, "Tito", el padrino. A su lado don Santiago Serrano.  Un poco más atrás, don Primitivo. El niño del primer plano es Marino Cepeda. 

    

   Foto para el libro de familia numerosa.  Finales de marzo de 1973. Recién llegada del paritorio en el "Clínico". Faltaban cuatro meses para el sexto aniversario de la boda, fotos de arriba. Llegó Sara-Belén. Estábamos en el corral. Toda la ropita de los niños confeccionada por su madre. La niñita mayor es Gracia. Nació a los nueve meses  y diez días del casamiento, para fastidiar a las vecinas que andaban criticando. El niñito de pie es Jesús. El rubio gordito en mis piernas es David.

    

    Por culpa de "Ogino", el médico japonés del método de los días infértiles, Álvaro, después de Belén,  tardó tres años y seis meses en llegar.  Estamos en el embalse del Esla. Tenía poco más de diez meses. Como tardó, nació con cinco kilos. Y Sari tan guapa, a pesar de las cinco lactancias. La de Jesús y David casi se empalmaron. El rubito llorada. Era de hambre. Pepe Mazo, con la leche maternizada SAM, nos solucionó el problema.





                Jugábamos mucho con los niños. A todos les encantaba los tirara al alto. Esta de la foto fue de las últimas tiradas. Es  Álvaro, antes de cumplir los dos años. ¡Menudo jato!




        ¡Qué ternura de foto! Es en el corral un día festivo. Están todos con ropa de domingo. Sari con el vestido procedente del de novia. Adaptado por ella. Puede fuera por San Roque de 1972. Gracia, con cuatro años, desde niña tan dispuesta, ayuda a mamá. Están enseñando a andar a David. Tendría once meses. De la otra mano lleva a Jesús. No había cumplido los dos años. Aprendió muy pronto a andar. En el enero siguiente los Reyes ya le trajeron una pequeña moto de plástico.




      Sara-Belén, la niña más encantadora del mundo, siempre con su instinto maternal. Tendría cinco años. Ha de estar su mamá con ella. Tenemos de ella, como de todos, muchísimas más fotos. Por ej.: con la orla cuando se licenció Cum Laude en Medicina; de su boda, con sus niños el poco tiempo que pudo disfrutarlos. Prefiero no sacarlas del ámbito familiar, aunque no me resisto a colgar la de sus niños, Nacho y Rodrigo, hoy mozos: 1º de Arquitectura; 2º de Bachillerato. 

     Aquí tendrán la mitad de sus raíces, y unas paredes de las que podrán disfrutar, aunque sea, solamente alguna temporada. Sevilla, en todo, está muy distante de Villalpando.




    He seguido colgando fotos, y sus pies, porque bastantes amigos me animan a hacerlo.  Sé comparten nostalgias conmigo. Que las ven con cariño y respeto. Si es que, además, Rodrigo, comparte los genes de su abuela, ya lo ven.

    Regreso a mi intimidad, al recuerdo de aquel amor, de aquel idílico, sagrado, religioso, místico noviazgo, que decidió nuestras vidas, que las llenó de sentido y descendencia.

       












miércoles, 3 de diciembre de 2025

MÁS RECUERDOS. (VIII)




                         Vendimias 1965. Venimos, creo de San Martín, con el remolque hasta los topes cargado de orujo.  Yo llenaba las talegas en los lagares y dos muchachicos las subían. Ese año mis ayudantes, los ven en la foto, fueron Natalio Rabanales, "Rebulle" y Manolito el de "Cisla".



.    Alguien sostiene que lo íntimo es mejor guardarlo para sí. Pienso, en cambio, que son muchas las personas de cierta celebridad que escriben sus memorias, sus biografías. De todas algo se puede aprender, algo pueden ayudar a la mejora personal.

    Además es que estos días no soy capaz de hacer otra cosa que no sea recordar a Sarita. Sé que, sobre todo, a los y las de mi generación, incluso más jóvenes, que están fuera, les gusta recordar todo lo que cuento. Estoy recibiendo llamadas muy solidarias. Es que, incluso, el contarlo aviva mucho más los recuerdos. Todo quedará dentro de mí mientras viva.

    Me anima también el motivo de dejar esto para quienes nos vengan después. Y es el reflejo de una época, de un modelo social desaparecido, que tenía, también, aspectos muy positivos: los valores humanos basados, no sólo en la religiosidad, sino en una moral universal, y que producían goce espiritual. "¡Qué deseos al alma tenía de ser buena, y como se llenaba de ternura cuando Dios le decía que lo era"! Ese gozo de los mejores momentos, es mi mejor recuerdo.

    Fue un amor que venció muchas dificultades, no sólo la oposición paterna, sino, a lo largo del camino, circunstancias adversas ajenas a nosotros.

    Cuando comenzó el idilio, yo trabajaba y estudiaba, como les he contado. Aquel junio me examinaba de 3º de Bachillerato. Seguí con don Manuel Cossio dos años más, hasta las vendimias de 1961. Hace unos días me llamó Mari Lena, la hija mayor. Aquel curso aprobé 1º de Magisterio.

    Primera adversidad que puso en prueba nuestro amor: la rotura de una vertebra en la caída de un almendro. Cinco meses, en Madrid, la pobre con un corsé de escayola.

    Resumo: El rechazo a mi ingreso voluntario para hacer la mili en Aviación,  en Madrid, allí, entretanto, acabar los estudios de Magisterio y/o seguir en el Ejército, truncaron nuestros planes.

     Hube de volver al pueblo, a esta casa, con mis tíos solteros, David, Petra. Fue la forma de sujetar esta dicha casa, y que  aquel predio de corralones, tapiales y barro, entre Sara, nuestros hijos y yo lo hayamos,  convertido en pequeña y bonita urbanización. La tristeza es que Sara, lo nuevo, no lo haya podido disfrutar más tiempo.

    Y sujeté esta casa llenando pilos o noques de orujo en las vendimias, que destilábamos en el invierno.

    En el año "sesenta y dos", recogí y transporté con un carro y un macho. En el "sesenta y tres" ya pudimos comprar un remolque de cuatro ruedas; en el "sesenta y cuatro", una yegua más grande que junto al "Rubio", el macho, tirara del remolque. En las vendimias del 65 estrenamos el Barreiros R-335. Nos costó 153.000 pts. Pagó mi tío las 53.000, únicas pts. que tenía. Firmó una letra de 100.000 pts., que pagamos al final de la destilación con el aguardiente que vendimos a Francisco Arranz, alcoholera de Palencia.

     Fui con el camión, que llevaba siete u ocho bocoyes de aguardiente. Volví con 120.000 pts en un sobre. Recuerdo que en ese regreso hube de "hacer noche" en Valladolid. ¡Cómo no! ¿Dónde iba a ser? En casa de tía Juliana Alonso, con mis queridos primos los "Bercarios", Cimas. Le dí a guardar aquello tan valioso a mi tía. Aquel año, Luis Feliz, "Melitón", compró la casa de la plaza. Le costó 150.000 pts.

    Con el Barreiros podía recorrer pueblos más lejanos, Villarín, Benavente, por ej., recogiendo orujo. También comprábamos uvas. Un año hicimos cerca de mil cántaros de vino. Se lo vendimos a Cándido González, de León. Aquel día me di una de las grandes palizas de mi vida. Lo trasegamos de los "conos" (depósitos de ladrillo y cemento que habían sustituido a las cubas) con una bomba accionada por una palanca manual.

    Cada año, los de la emigración, veíamos aquello se acababa. Saqué el último orujo de muchos lagares. La última recogida fue en el año 1969. Recurrimos a comprar orujo a la bodega cooperativa que había empezado a funcionar en Benavente. Exprimían las uvas con unas prensas que no dejaban ni gota de mosto en los hollejos. Un desastre. Aquella última campaña, la del 69-70, casi no cubrimos gastos. En octubre de aquel año falleció, a los 55 años mi tío David. 

    Con el Barreiros pudimos empezar a cultivar las 18 Has. de los Modroños. Lo primero, sobre el "setenta", fue arrancar los majuelos. Valía más la vendimia que las uvas. Durante dos inviernos estuvimos llevando obreros a replantar pinos en el pinar del Raso. Además los tractores tenían un cupo mensual de gasóleo que tenía un precio como la mitad que el utilizado por los camiones. Por sobrante del cupo, mis primos de la gasolinera García Alonso, nos daban dos pts. por litro. Algunos meses era como un sueldico.

    La bodega, en el año 1972, se la vendí a Teodoro Gil, el de "Beninín", en 22.000 pts., que me dieron la vida. Con ellas le compré a Pablo Granado, de Rioseco, a través de Chencho, un "peine", segadora de forraje de dedos fijos y cuchillas de vaivén. Con ella segaba alfalfas mía, y de unos y otros. Los pisos sin arrodillar, cantos que se metían entre dedos y cuchillas, no más herramientas que una llave inglesa y un martillo, ni les cuento qué colas de "peines" en la fragua de Chencho. Para el rastrillo hilerador no me llegó el dinero. Me lo prestaba Luis "el Currero" a cambio de arrastrillarle lo suyo. Iba en la directa. Al llegar al cabecero tenía que pisar el freno. 

    Entre tanto, seguía estudiando. Terminé Magisterio en 1963. No lo hice, en septiembre del "sesenta y dos", por culpa de la música. La profesora era muy exigente. Había que saber solfeo. Estudiando por libre y en el pueblo, ¿Quién me iba a dar clase de solfeo?

    De cuando el intento de mili en Madrid, supe que la profesora de música de la Normal de Maestros, "Pablo Montesinos", no exigía solfeo, sino aprenderse las canciones regionales de un libro y cantarlas acompañados por ella al piano. Fui ahí cuando recurrí a don Santiago, de cura en Villamayor.

    Cambié la matrícula a Madrid. Fui al examen con el librito en cuestión. Empezó con los acordes. Era un villancico: "Madre a la puerta hay un niño / más hermoso que el sol bello / preciso es que tenga frío / porque viene medio en cueros.../ "

     Perdonen la inmodestia. Me salió bordado. -Tiene usted una excelente voz de barítono. Debería estudiar música en el Conservatorio. ¡Cómo para estudios en Madrid estaba la economía familiar..! Me dio Sobresaliente.

    Al día siguiente me examiné de la Revalida, con buena nota.

     Terminada la destilación 63-64, empecé a ejercer como interino en Cerecinos de Campos. Mi tío me compró una Vespa de 125 cc

    

    



    


domingo, 30 de noviembre de 2025

RECORDAR ES REVIVIR

 

                      CONTINÚO CONTANDO "LA HISTORIA DE UN AMOR" (VII)

    A lo que ayudan enormemente las fotos. Si pinchan sobre ellas las verán más grandes.


        Fue un domingo en la primavera de 1964. Pertenece al reportaje de la borrada ayer de los dos solos de perfil. En ésta nos acompaña nuestros protectores: su hermana Lolita y su esposo Manolo Alonso Castañón, de la familia de los "Castañonicos", hermano menor de "Cosco", Isaías e Ignacia, entonces Teniente de Aviación. Celebramos el final del largo veto paternal.



    Don Primitivo nos casó muy bien casados. Aquel sublime noviazgo tuvo un final feliz. Se aprecia en la joya de foto cómo recibimos el Sacramento con una inmensa devoción.


      ¡Qué se besen!: Nos hicimos de rogar, nos daba un poco de apuro, pero, al fin... En la foto está nuestro padrino, "Waldino Chimeno Modroño, llegado de la Argentina para el evento, y la insustituible Lolita, madrina. El modesto banquete (entremeses, merluza y pollo, nada de marisco) fue en el entonces restaurante "La Granja".



        La bella carita que asoma entre los dos, es la su hermana Rosi, quien se casaría al poco.


      En el cochazo de  Waldino, "Tito". un Doge-Dar, Valiam, traído en barco de su país. Nos llevó a las fotos de novios a Zamora.
                                         
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    En la entrada anterior conté el comienzo de nuestro atípico idilio. Vivimos emociones indescriptibles. La prohibición paternal hacía de nuestros  encuentros algo sublime. Inolvidables en el salón de los Mantecas, de Carnavales a la Feria,  a San Roque, a Navidad..., sentados en el rincón, por lo que su padre, desde el "Ambigú", lleno el salón, no nos veía. Omito pormenores de actuaciones casi heroicas, para no bailar, si no conmigo, en dos bodas que estuvo invitada. Una en Cerecinos, la de Rafa Alejos y Julita Cepedello, al comienzo del juvenil idilio. Otra la de José Bariego, "Peperre", y su prima e íntima entonces, Pili Barrios Riaño.

    Cuando conocí la historia de Carmen Diaz de Rivera, coetánea nuestra, pensé que nosotros, si algo nos hubiera separado,  hubiéramos vivido igual desolación. Les recomiendo la biográfica novela de Nieves Herrero, "Lo que escondían sus ojos".

     Esta Carmen fue hija adulterina de Sónsoles de Icaza, marquesa de Llanzol, casada con un militar 24 años mayor,  Francisco de Paula Díaz de Rivera, y de Ramón Serrano Suñer, cuñado de Franco, al ser hermanas las mujeres, y, durante dos años, quien más mandaba, por ser el más inteligente y culto de los próximos al caudillo. Era, además un hombre guapo y seductor. La veintiañera Sonsoles ( vestida siempre por Balenciaga) y Ramón Serrano, vivieron un intensa pasión, desahogada en distintos y secretos pisos. Fue así como concibieron a una niña a la que bautizaron como Carmen Diaz de Rivera. Si el Marqués de Llanzol supo que no era su hija, generosamente lo ocultó y le dio su apellido.

    Carmen, a los 17 años, enamoradísima del hijo menor de Serrano Suñer, al decidir casarse, su tía, Carmen de Icaza, hubo de descubrirle que eran hijos del mismo padre. Aquello la desoló anímicamente. (Intento de cura de sueño, ingreso unos meses en un convento de clausura, misionera en África...) Nunca, a pesar del puesto importante políticamente que llegó a alcanzar, "La musa de la Transición", superó aquello.

    ¡Bueno!: Me dirán que ya no tengo, ni Sari, 17 años. Pero ocurre que conservo la capacidad intelectual, la memoria...; ocurre que conservo, muy aumentado, el sentimentalismo, la sensibilidad emotiva,...  Ello me hace recordar el intenso amor que hubo de vencer tantas dificultades. No hago más que evocar todo aquello. Cómo ella me sostuvo en tantos momentos difíciles, el peor cuando perdimos a Sara-Belén. Me duele la fugacidad del tiempo.

    Pues, ya está: mientras viva no dejar de recordarla. Así vivir cada día.

    

viernes, 28 de noviembre de 2025

SIGO CON MI HOMENAJE A SARITA.

 

          Suprimo esta foto, de perfil, mirando el futuro porque es tan íntima, tan evocadora, está, como era, tan bella, tan santa que me da una pena enorme. Está en el álbum familiar que hace años no veía. Pertenece a un reportaje que nos hizo Manolo, el esposo de Lolita Riaño, la hermana mayor, para celebrar que, por fin, y gracias a su intervención, el Sr. Pablo Riaño, me aceptó. De esas hay alguna publicada en alguno de mis libros, pero esa, tan especial, no había querido sacarla. Ayer lo hice aquí, pero me he arrepentido. No puedo soportar esa nostalgia. Es muy triste comprobar como el tiempo todo lo devora, pero queda el recuerdo. Esa imagen es mía, sólo mía, como lo fue ella.

  
         

              ES LA HISTORIA DE UN AMOR… (VI)

Sí: un amor adolescente puro, limpio, inmenso, de novia, esposa, compañera, amiga, confidente, sostén anímico…

Continúo con sus inicios.

Aquella primera sesión de baile nos había dejado tocados. Me dolía que, al domingo siguiente, volviera a dar bailes a otros. Era necesario declararle mi amor, algo que debía ser íntimo, en solitario, algo que en el baile no era el lugar apropiado. El momento habría de ser al salir del Rosario.

Transcurrieron dos o tres días de la semana en que su hermana Carmela no la dejaba sola de la iglesia a casa. Debió ser un miércoles. Nos hicimos una seña. Le dijo a Carmela habría de ir a hablar con Suceso Allende, la amiga espiritual íntima. Cierto, abierta todavía la tienda en Zarandona, allí entró.

La seguí. Salió: soportal del Comercio Grande, tramo del cine, Angustías. Cuando enfiló la calle Real, yo tiré, corriendo por la calleja Castañón, entonces sin asfaltar. Salí a su cara antes de llegar a la esquina de “Coco”, cruce San Isidro, Plaza de San Pedro. la casa de sus padres estaba, está, muy reparada, frente al ábside de la iglesia.   Me planté en su cara.

-¡Hola!

- ¿Qué haces tú por aquí? -no me rehuyó

- A decirte que no puedo más Sarita! Necesito decirte que, desde hace tiempo,  te amo con todo mi ser, que pienso en ti de día y de noche, que te pido seamos novios.

-Me parece eres bastante atrevido. ¿No será una nube de verano?

-¡No muchacha, no! Es una borrasca atlántica que me tiene calado hasta los huesos.

-¡Hombre!. ¡No será para tanto!

-¡Cómo no, si eres lo más bueno y bello del mundo!

-¡Vete, vete! El domingo nos vemos en el baile.

No les voy a describir lo vivido aquel domingo, y en sucesivos esporádicos encuentros a lo largo de los meses, en el baile de los Mantecas. Prefiero dejarlo para mi intimidad. Simplemente: ¡inefable!

Estaba el salón, menos en la parte del escenario, porque también en él se daban comedias, rodeado de un anfiteatro con bancos de madera, que se llenaba de las mujeres casadas que no se perdían ripio de lo que abajo sucedía. Calaron pronto el idilio entre el Modroño y Sarita. Cuando lo supo Cobera prohibió totalmente a su hija predilecta, rubia como él, la relación.

Esa circunstancia, la de la prohibición, más la de que Sarita pasaba temporadas en Madrid ayudando a sus hermanos, hizo necesaria la relación epistolar. Ella y yo conservamos esas cartas. Las juntamos cuando la boda. He pasado tres mañanas ordenándolas, releyéndolas, reviviendo todo aquello, con tanta nostalgia, con tanto agradecimiento, con tanta compasión, hacía aquella muchacha, que no paro de llorar.

En aquellos años de tan intensa religiosidad, éramos dos ángeles. la religiosidad, misas, rosarios, comuniones, la Gracia de Dios, eran el fundamento de nuestro amor. Ello nos unía, a ello nos ayudábamos mutuamente. Vivíamos una especie de idílico misticismo, buscando el perfeccionamiento en las virtudes humanas. El esfuerzo, en el trabajo, en el estudio, por ej.

 

Sarita, hasta los 17 años, estuvo dudando en si seguir en la Alianza, “Las Aliadas de María”, congregación religiosa de calle, pero con votos, o no; dudando entre la virginidad o la maternidad. Al releer esas cartas tan íntimas, tan hondas, no paro de llorar. El escribir algo me desahoga, aunque sé que estas vivencias, ahora, son anacrónicas, pienso podrían tener alguna vigencia.

 

La lecturas de esas cartas me recuerdan que Sarita fue una chica inteligente. De ahí que, sin estudios reglados, tuviera la cultura que se ve en una perfecta ortografía, además de bonita letra; en el dominio del vocabulario y la redacción.

 

Una de las cartas más estremecedoras, en cuatro hojas arrancadas a un blog, me la escribe desde la Casa de Ejercicios en Zamora. Los dio don Matías Castaño, un cura de Ciudad Rodrigo. Al volver al pueblo, el correo, como casi siempre, fue mi hermana.

 

Me cuenta, de las doce de la noche a la una y media, la inmensa felicidad vivida esos tres días. Había consultado con Don Matías, hablado de nuestro amor. Le había dicho yo era un chico piadoso. Entonces el sacerdote la animó a buscar la santidad en ese noviazgo, que desembocaría en un matrimonio, en el “hogar en que se funda la dicha más perfecta”.

 

¿Se explican ahora un amor tan ideal, idílico, con cierto misticismo a veces, que superara tantas adversidades?

 

Su ejemplo final en tan larga incapacidad es consolador. Vivía sin dolores (o si los tenía no se quejaba) y sin temores. Se le olvidó casi todo, menos las oraciones. y las canciones religiosas.

   Quiero agarrarme a la esperanza, a la fe.

lunes, 24 de noviembre de 2025

ES LA HISTORIA DE UN AMOR, COMO NO HAY OTRO IGUAL... (V).

          Quito las fotos. Tengo tal tristeza, las fotos me producen tal nostalgia, tanta añoranza que deseo reservarlas para mi intimidad.


    
    Ya les conté que nuestra mutua atracción nació con los ojos, el reflejo del alma, entre los muros de San Nicolas, por las Cuatro Calles cuando iba a misa, en el caño de San Pedro; procuraba ir a dar agua a las mulas cuando ella llenaba el cántaro y el caldero en el chorro de la sirenita; en el ¡adiós! con sonrisita cuando nos encontrábamos por la calle. 

      
    Antes de entrar Sari en el baile, yo bailaba con todas, pero aquello, salvo con alguna que se arrimaba, no era ni fu ni fa.

    Supe que iba a entrar el domingo de Pascua. Durante Cuaresma y Semana Santa no había baile. Paseos y cine, eran la diversión. Saqué entrada de los primeros. Gloriosa época de baile a rebosar con la orquesta de los Gelasios, de Villanueva. Aunque la entrada con gramola era de 2 pts. a los chicos, y de 1 pts a las chicas, con la orquesta era de 6 y 2 pts. respectivamente, pero merecía la pena.

   El baile se iba llenando, mientras Pepita Manteca y Félix Feliz hacían sus exhibiciones de tangos, de valses, de pasodobles...  Las vi aparecer preciosas, las cuatro amigas eran guapas, Carmen Allende Vega, (sí, fue guapa), Geli Barrios, Lali la del Teniente, o Sargento Jefe del Puesto de la Guardia Civil,  Sarita la de Cobera, y su hermana Carmela, que iba de carabina.

     Había estrenado las primeras medias, el primer traje de mujer (creo es el de la foto), el primer carmín y las primeras sombras (entonces no había pestañas postizas), la primera realzante lencería, aunque la turgencia juvenil no la hiciera tan necesaria; peinadas de peluquería...

        Cruzar el Rubicón, la puerta por donde entraban los Templarios, del Salón de Fiestas Feliz, el baile de "los Mantecas", era adentrarse en el mundo de las emociones juveniles.  Sin apenas contacto entre mozos y mozas, más que, cuando mucho, el de las furtivas miradas, tener, de golpe y porrazo, entre tus brazos aquel cuerpo trémulo, mirarse a los ojos, contemplar, tan de cerca, aquella belleza, con el primer carmín en sus labios, el delicioso perfume, el rubor, dulce traicionero de aquella pudorosa muchacha, fue una emoción indescriptible. Fui el primero, conmigo bailó su primer baile. Mi nombre ("-¿Quién soy"?  Con voz muy débil, -"Agapito"), fue la última palabra que salió de sus labios.

    Tocaban los Gelasios: ... que me hizo comprender, todo el bien, todo el mal. que le dio luz a mi vida,.." Nosotros, ella y yo, enlazados, en medio del barullo del baile, le pusimos la letra.

    Terminada la pieza, como las otras amigas. volvió al corro. No era cosa de que ya, desde el primer baile, se quedara conmigo. Además su madre le había advertido que no diera caradas a ningún mozo, sobre todo a los vecinos: "Tarzán y su hermano anterior", "Maravilla", "Perre" (que ya andaba detrás de su prima Pili Barrios), Luis el de Coco, el más majo de todos, etc., todos mayores que yo. 

    -"Vuelve pasados tres". Me apoyé en un poste y a ninguna ya pedí baile. No perdía ojo a Sarita. Enseguida calé ciertas intenciones. Me jodía un montón   que otros le pusieran las manazas encima. Tíos que sabía yo ya habían ido a putas.

    Sin necesidad de llevar una libreta, bien tuvo en cuenta cuál me tocaba. Me acerqué al escenario y pedí a Gelasio tocaran "Lirio azul".

    Otra vez a cantar, un poco más cerca.  " "A la luz de la luna / de la noche callaaada / llama el indio a su amada / con tristeza y amor / Lirio azul de mi vida / en el valle te espero / que si no vienes yo muero / de tristeza y dolor". "Es el grito salvaje / que alza un jefe de tribu / porque ha muerto la india / que era todo su amor...

    Ya solo me dio otro baile. Tenía que cumplir con todos, aunque ninguno repitió. Volví a acercarme al escenario. -¿No os importa tocar Camino verde?

     Por último volvimos a cantar otra canción romántica: "Hoy he vuelto a pasar / por aquel camino verde /  que por el valle se pierde / en mi triste soledad...

    Cuando se acercaban las diez de la noche (-¡Que la Queda te toque en casa!), la desbandada. Las parejas de novios eran las últimas en salir. Las dos horas de baile nos sabían a muy poco. Aquella noche, antes de meterme en la cama, miré por la ventana que daba al corral, la torre de San Pedro, deseando llegara el domingo siguiente.
   
(Continuará s.D.q.)
    

sábado, 22 de noviembre de 2025

RECUERDOS BIOGRÁFICOS, Y MI VIDA JUNTO A SARITA. (IV).

   Volvamos al trabajo y al estudio.  

    En el verano de 1959, a unos parientes de doña Elena del Corral, la esposa de don Manuel Cossio, fabricantes de harina en León, les adjudicaron diez vagones del Servicio Nacional del Trigo de las paneras de Villalpando. Encargó a "Guaricha" el transporte con su camión hasta Castroverde, en cuya estación se habrían de pasar los sacos del camión al vagón. Y, ¿quién hacia ese trabajo?

    Sacos de ochenta kilos. En las eras se manejaban costales de 87'5 kilos, pero el carro que más, llevaba doce. El camión de "Guaricha" llevaba 50 sacos. O sea: 4.000 kilos. Y había que remontarlos en los vagones, 10.000 kilos, hasta arriba. Además, en plena recolección, don Manuel no encontró obrero para hacer ese trabajo. Fue entonces cuando me ofrecí. Ya había sacado muchos sacos de orujo de los pilos. El "guarda agujas" al ver a aquel muchacho flacucho, de 18 años, dudo fuera capaz de remontar los sacos. Pues fui. Unas sudadas terribles. Bajaba a beber agua y refrescar a un arroyo que corría por detrás de la estación. Gané 450 pts., que me sirvieron para cruzar los Picos de Europa, como, he contado.

     En septiembre de 1961 (había comenzado Magisterio  en junio del año anterior), me quedaban unas pocas asignaturas, de las tontas, la música, por ej. Al año siguiente entraría en quinta. Entonces íbamos a la mili en marzo del año que cumplíamos los 22. Quinto del "sesenta y dos" me tocaba ir a la mili en marzo de 1963. Una eternidad, me parecía. De ahí que decidiera ir voluntario un año antes.

    Teníamos un primo de mi padre, Marcial Modroño Paniagua, militar. Teniente del Ejército de Tierra. Venían todos los veranos a casa. Él movió papeles para que fuera voluntario al arma de aviación en el Cuartel General del Ejército del Aire en la Plaza de la Moncloa en Madrid, como mecanógrafo. Como un mes antes hube de presentarme para un examen. Quinientas y pico pulsaciones por minuto. (Si conservara todo como esto...) Me admitieron.

    Antes de incorporarme a la mili, decidí dejar alumbradas las sesenta cuartas de majuelos de mis tíos David y Petra. Desde el 2 de enero, al día siguiente de la riada, me tiré cavando viñas, ocho horas diarias, hasta mediados de febrero de aquel "sesenta y dos". La yeguica, hija de "la Cuca", me traía y llevaba: alforjas, botella de agua, fiambrera y fardel en cada seno. Reciente la matanza casi ningún día faltaba un chorizo de callos. Preparaba una hogueríca con palos y tamuja de los pinos de Quesada, y me sabía riquísimo.

    Un 21 de marzo de 1962, (había llegado el sábado anterior en el taxi de Ángel Alejos, "Zampa"; con mi primo "Taquín China", quien marchaba escapado de casa, y los maquinistas dragadores del Valderaduey), me presenté en el cuartel. Nos pasaron a un pabellón. Nos hicieron desnudar a todos, para el reconocimiento médico. como si fuéramos caballerías. Unos doscientos muchachos en pelotas. Humillante. Me encuentran un defecto físico, que resultó no ser nada, pero me metieron el miedo en el cuerpo. Si me habían tallado (lo hacían el año anterior de ir a la mili, eso era "entrar en quinta") en el ayuntamiento una semana antes. Lo de tallar era eso: medir altura, peso, perímetro torácico, vista, oído, fonendo, pies planos o no... A mí, como creo a todos los de mi quinta, don Tomás, el médico y Tomás "el Lolo", nos declararon aptos para servir a la patria. Mis datos fueron: altura descalzo, 1'73. Me superó un poco Marino Infestas. Éramos altos, para la época. Ahora, que me he achaparrado un montón, al lado los mocetones actuales, resulto pequeño. Peso 73 kilos. Perímetro torácico, 97 cts.

    Pues por culpa de un problema congénito, sin importancia, me rechazaron. Al año siguiente, en la Caja de Reclutas de Zamora, me querían hacer ir a la mili. Me dieron Cartilla Militar, si bien conseguí me declararan para Servicios Auxiliares.

    Aquello truncó mis planes: estando en la mili, en Madrid, acabaría Magisterio. Con ello y la mecanografía podría haber hecho carrera en el Ejército o dedicarme, bien pronto, licenciado, (la mili de voluntario era de casi dos años) a la enseñanza. Por supuesto: en estos planes, en este horizonte vital estaba la boda, el casamiento, con Sarita.

    Sarita. mi florerita, mi rubia preciosa, ¿qué hacía entre tanto?

      Intentar zafarse de su padre para vernos muy esporádicamente. Pasaba largas temporadas en Madrid, ayudando a su hermana Lolita. Aquí fue a la Escuela de las Hermanas hasta los dieciséis años. Tenía mucha capacidad para el estudio, pero es que ni siquiera se lo planteaban. Ninguna familia labradora podía mandar a sus hijas a un colegio de pago. Además, a estas chicas de la Sección Femenina (estuvo a los 16 años, en un campamento en Almeria) del nacional-catolicismo, las formaban para ser buenas esposas y madres.

    Ayudaban en casa, en la era, recolectando legumbres a mano, almendras, vendimiando... Hacían primorosas labores. Confeccionaban el ajuar, mientras escuchaban seriales radiofónicos. Su hermano Ángel, muy aficionado a la lectura, abastecía de libros a Sarita, a Rosi.

    Misa a diario a las diez. A la misma hora en que yo entraba en casa de Cossio. Solíamos "coincidir" en las Cuatro Calles. En el verano abría el balcón de la oficina, levantaba el pisa papeles de la Royal, quedaba hueco el grueso papel de oficio, Así, a la vuelta de misa, Sarita escuchaba el tableteo de las teclas como si fuera una ametralladora mandando flechazos de amor.

    Fue un 18  de septiembre de 1961. Sarita, siempre intrépida, se subía a los grandes almendros que festoneaban el famoso "Majuelo de Cobera", en el camino del Valle, a varear las almendras. Se rompió la rama. Cayó al suelo. Me extrañó no verla pasar a misa. Al salir del Rosario del día siguiente, su íntima de toda la vida, Carmen Allende Vega, me dio la noticia: "Tiene muchos dolores y ha quedado torcida". Lo de ir a verla a casa, imposible. Cobera me tenía "enfilao". Un Modroño, además chupatintas. Tenían un mejor partido para ella. No quiero ni pensarlo. Sarita era mía, solo mía, como yo era de ella, solo de ella.

    Cobera no tenía Seguridad Social, entonces no había para los autónomos, don Carlos, el médico, se temió lo peor, aunque no se lo dijo, sino:    -"Pablo, aunque tengas que vender una tierra, llévala a una buena clínica de Madrid."

    No tuvo que vender tierra alguna. Vivían con mucha austeridad, sin coche, ni móviles, ni electrodomésticos..., en el sobrao, en varales y ollas, buena matanza; algunos sacos de garbanzos, de harina, uvas y almendras...; huevos en primavera y verano...; labranza de par grande, de setenta yeras a cada hoja, que han llegado integras, en herencia, compra y renta a su nieto Álvaro. Tenía ahorricos, y llevó a su hija predilecta a la Clínica Ruber de Madrid.

    Eran la dicha Carmen, también sus primas  Pili y Geli Barrios Riaño, quienes me informaban: -" Mañana cogen el coche de línea de Valladolid para ir a Madrid".

     ¡Pobre!: vaya viaje en aquellos tartanos, en aquellas carreteras, en aquellos trenes, con una vertebra fracturada.

    Salí, como no, al coche de línea de Valladolid a las ocho de la mañana. Cobera no pudo evitar que intercambiáramos miradas y lágrimas, que fuera corriendo, detrás del tartano de Rufino, hasta San Lorenzo. Pasó por el quirófano un siete de octubre. Voy a releer las cartas. En una, cuando pudo escribir, más de un mes después, con mucho esfuerzo, me informó de tanto sufrimiento, aceptado con resignación, si bien las radiografías iban mostrando el arreglo.

    Cuando volvió al pueblo, en marzo del 62 (nos vimos en Madrid unos días antes, en casa de Lolita, Avnd. Manzanares, nº 12-7º C cuando fui a la frustada mili) vuelta a las dificultades para vernos. Su padre seguía mostrenco.


viernes, 21 de noviembre de 2025

RECUERDOS (III).- MI VIDA, y JUNTO A SARITA

 


                     Pinchen, por favor. Miren si no era preciosa. Estamos en la pista de "Torti". Teníamos 20 años. La otra pareja son Conchita Sánchez (Q.E.D.) y Eloy "Barril"


    Sigo recibiendo llamadas y pésames por la calle de tantas personas como no se enteraron o están fuera. Ello me anima a seguir escribiendo. Lo de compartir es una forma de mitigar el dolor, la ausencia.

    Habíamos quedado en que imposible mandarme a estudiar fuera, a un internado de pago, única forma que teníamos de estudiar los niños de los pueblos.

    La suerte, o la providencia, hicieron que al Colegio de las Hermanas llegara una, vasca de Azpeitia, sor Consuelo, muy preparada. Mi padre me sacó de la Escuela de Villa, dos cursos sólo estuve, y me mandara a dar clase de contabilidad y mecanografía con la monja dicha, por la tardes, fuera del horario escolar. En casa seguía practicando con la vieja Regminton, una joya que me han robado. A los trece años ya le pegaba bien a la tecla.

    Cuando llego del Campamento del F. de J. en San Pedro de las Herrerías, un 24 de julio de 1954, mi padre me pregunta si quiero ir a trabajar de mecanógrafo con el abogado don Manuel Cossío Berrios o a trillar en la era. Entonces los Modroños tenían la labranza con los Espinacos. Opté por lo primero.

    Fue así como, a los 13 años,  conseguí mi primer trabajo. De diez a dos y de cuatro a ocho, todos, menos los domingos, días de la semana. Además de escribir en una Royal, negra, grandona, al dictado cuando redactaba demandas, apelaciones, cartas o copiar enormes escrituras (entonces no había fotocopiadoras), además, digo, atendía a la caldera de carbón de la calefacción, subía al doble a poner cacharros en las goteras cuando llovía, y cuidaba, algunas veces, a sus dos niños más pequeños de los siete, Esperancita y José-Mari, a quien le encantaba masticar papel. Su padre le daba de "barba", pero el que más le gustaba era el de periódico. Eran frecuentes los recados a los Juzgados; al Comarcal, donde el Secretario era don José Peñas Benéitez y al de Instrucción, donde mandaba el llamado "juez rubio", Juan Antonio González. Cuando andaba por los dieciocho-veinte años, cuando había juicios (vistas orales se llaman ahora), dado que ya escribía rápido, me llamaba don José para actuar de mecanógrafo. La cosa consistía en ir escribiendo todo cuanto iban declarando, testigos, abogados y partes. ¿Se explican ahora como domino la redacción de recursos contra injusta sanción, y otras geras judiciales? Hacía también otros recados: ir por "petroleo", para la cocina, a casa de Chabolo; a por medio saco de pienso "an-cá Garibalde" para unos patos que tenía en el corral...

    El sueldo era de ciento veinticinco pesetas al mes, que entregaba con unción a mi abuela. Qué había que ayudar en casa.

    Así transcurrió un año, hasta que al comienzo del Curso 1955-56 se crea una academia con sede en casa de Vitorina, "la Pascualona", en la carretera de Madrid. frente a la casa de tío Antonio y Lola.

    Don Manuel Cossio llama a mi padre.

    -Mira Modroño, yo creo que, en lugar de darle el sueldo, que ya había aumentado a ciento cincuenta pts. mes, le pago las clases en esa academia, los libros, y le matriculo para que se examine por libre en el Instituto José Zorrilla de Valladolid.

    -Me parece muy bien, don Manuel.

    Fue así, a base de echarle horas entre la oficina, las clases y el estudio, como conseguí el título de Bachiller Elemental: ingreso, cuatro cursos y la reválida.

    De la misma forma conseguí el título de Maestro de Enseñanza Primaria. Éste, también por libre, en la Escuela de Magisterio de Zamora.

    Con don Manuel Cossío estuve hasta las vendimias de 1961. Último año que estuvieron juntos los hermanos Modroño, anduve con mi tío Antonio, sacando orujo de las bodegas. Llenamos, con carro y macho, el pilo grande de los Corralones y otro pequeño. 

    Por aquel entonces había muy poca relación entre muchachos y muchachas, separados en la escuela, en la iglesia, en los juegos,..( en los bares no entraban las chicas)  hasta que entrábamos en el baile. A diario, algunas chicas, después del Rosario, paseaban por los soportales. Ahí recuerdo mis primeros escarceos adolescentes: Tina y Yayi "Lizondas", Geli Barrios (me ha llamado hace dos días llorando la muerte de su prima), Carmen Paniagua Allende, nieta de la señora Aurea; vivía en Zamora, me gustaría saber de ella; Lali, hija de un teniente de la Guardia Civil... Eran amigas de mi hermana. Eso me ayudaba a que me dejaran pasear un poco junto a ellas.

    Las hijas de "Cobera", desde el Rosario a casa, y al baile cuando cumplieran los 18. Además Sarita tuvo tardío y sazonado desarrollo. ¡Claro!: aunque nunca hubiéramos cruzado palabra, nos conocíamos, desde niños, todos y todas los del pueblo. La belleza de Sarita, cuando espigó, en mi, como en otros muchachos, despertó admiración. Como el Rosario era el único sitio donde poder verla (también en Misa Mayor los domingos), le pedí a don Manuel me diera permiso, a las siete de la tarde, para ir al Rosario.

    En aquel antiguo y lóbrego templo, nació nuestro amor, sin palabras, sin lenguaje hablado que, con sus altibajos y crisis, (olvidadas, sólo recuerdo tanto amor) ha durado toda la vida. Su preciosa mirada azul, su mohín que no llegaba a sonrisa (hubiera sido descarada), cegaron mi mente. Aunque la veía muy superior, inaccesible Sólo pensaba en ella.

    ¿Saben ustedes el esfuerzo tuve que hacer para en la misa funeral no agarrarme al féretro para no dejarlo marchar? Fue entonces cuando me agarré, o intenté, a la fe. Cuando pensé: en aquella preciosa muchacha, en aquella esposa y madre ejemplar hay, debe haber algo más que la materia. Allí en la caja, ya no está mi Sarita.

(Continuará, s. D. q.)


P.D.- A propósito de recursos, de mis peleas por lo justo, quiero compartir con ustedes una alegría recibida ayer, que algo alivia mi dolor: una decisión judicial esperanzadora para que los poderosos no atropellen a los débiles, al débil. Servidor en este caso.

     Cuando la justicia es justa, uno se reconcilia con el Estado de Derecho.