CRÓNICA DE UN ENCIERRO. 18 agosto 2.025.
En la primera foto se ve al fondo como llega la avanzadilla de la manada y el tropel de caballistas.
A. Modroño Alonso
CRÓNICA DE UN ENCIERRO. 18 agosto 2.025.
Pueden pinchar para verlos más grandes.
Por cada melón cerrado y bueno que nos compren a 80 cts./kilo, le regalamos uno abierto; que están igual de buenos, solo que es necesario limpiar un poco los bordes. Pueden venir por los Corralones de once a trece horas, aún en estos días de fiesta.
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COLABORANDO CON EL AYUNTAMIENTO.
He ido esta mañana al melonar. Ya tuve buen cuidado de fijarme si había señales. Salí por el camino de Cruces, continué por el camino de los Gallegos, hasta el Transversal, al llegar al cruce, seguí por el de Valladolid, hasta los pinos de Quesada, sin infringir señal alguna. Igual al regreso. Las de la foto están en los otros brazos de la "cruz".
En 2.023, cuando accedí a la Ctª de Quintanilla desde el camino del mercado, NO HABÍA SEÑAL ALGUNA. Le reto al Agente y al Puesto denunciantes, a que me muestren la señal que indicaba el corte de dicha carretera, motivo por el que me denunciaron, cuando tampoco lo indicaba bando alguno. Que muestren las preceptivas señales de entonces, como las de la foto.
Esto lo voy a aportar como prueba en la denuncia, Art. 404 Código Penal, contra el Jefe Provincial de Tráfico, Sr. Colmenares, y contra el Director General, Sr. Pere Navarro.
Circulé unos quinientos metros, desde ese cruce dicho, hasta la entrada, por la servidumbre del Barrero, en nuestra parcela, la que tiene pinos y almendros toda la orilla, desde el punto kilométrico 1,800 ap., hasta el 3'200 Ap. Me quedé al principio de dicha parcela.
Me marcho, con la bici, hasta la Puerta Villa.
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ENCIERRO INCOMPLETO. Tres horas después.
Estos campos me transmiten mucha paz. Ese es mi gran deseo: paz, paz, fruto de la justicia. Que el azar nos sea favorable. A veces, cuando menos lo esperas, a cambio de ayuda, uno recibe daño.
TRANQUILOS, QUE AQUÍ SEGUIMOS.
-¡Que hace
mucho tiempo que no escribes!, -me han dicho unos cuantos buenos amigos.
Pues es que
he estado muy ocupado. Después de dos años, ocho resoluciones sancionadoras y
otros tantos recursos, ante la amenaza de embargo no me ha quedado más remedio
que chinchar 240 euros en la Agencia Tributaria, por una multa de 200, que si
hubiera pagado y callado, hubieran sido 100 euros.
Como la
verdad y la razón son muy tozudas, como creo que no estamos en los tiempos de
mi abuela, cuando me decía: -calla hijo, que cuando no hay justicia tener razón
es peligroso, pues no me rindo: acabo de presentar recurso ante el Tribunal
Administrativo Contencioso Regional de C y L, pidiendo la devolución de lo
injustamente obligado a pagar.
Y, ya de
paso, he mandado por correo denuncia a la Fiscalía de la Audiencia Provincial
de Zamora, por la presunta comisión de un dolo recogido en el Art. 404 del
Código Penal, por parte del Jefe Provincial de Tráfico y del Director General.
Todo ello acompañado de abundantísima documentación. Unos cuarenta folios:
todas las resoluciones de la Jefatura Provincial y de la Dirección General,
insistentemente sancionadoras sin atender a las numerosas pruebas por mi
presentadas que prueban la falsedad del hecho denunciado.
Les copio un
pequeño fragmento de mi último recurso:
"Cuarto: El segundo motivo en que se apoya la decisión de
archivo de mi Recurso de Reposición, verdadero fondo del asunto: “no se
acredita la existencia de error material aritmético o de hecho en el que se
fundamente la solicitud” .
¿Cómo que no existe error de hecho? ¿Acaso no he probado, con la abundantísima
documentación aportada, la falsedad de
la infracción? ¿Acaso contra la “presunción de veracidad del agente
denunciante, (Art. 14, Real Decreto
320/1994) no he aportado pruebas concluyentes en contrario? Ello está
recogido en el Art. 105 de la Ley
General Tributaria, 58/2003. CARGA DE LA PRUEBA: “Quien haga valer sus derechos deberá probar los hechos constitutivos de
los mismos”. Ese es mi caso. Hacer valer mis derechos ciudadanos, Art. 24 de la C.E., para evitar la
indefensión por decisiones administrativas injustas, operando al antiguo modo
de “Causa General”-
Pues a ver qué pasa. De momento he
quedado muy a gusto.
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Otra ocupación es vender melones. Si
bien hoy, con el mercadillo, he tenido mucha competencia.
Viendo ayer la buena venta, retiré
la oferta de a SESENTA CÉNTIMOS si vendía más de 10 kilos.
He visto que hoy en el mercadillo
estaban 69 cts. O sea, 70. Unos melones enormes. Los nuestros son también de
buen tamaño aunque no tan grandes.
Saben ustedes para conseguir esos
melonazos ¿la cantidad de productos químicos que llevan encima?
A los nuestros, por fuera de lo
acolchado, la broza se la hemos quitado con la azadilla, como toda la vida, Gladis
y servidor, doblando el lomo, un ratico cada día.
¡Claro!: eso se puede hacer en
como dos cuartas, que es lo que tenemos de melonar, 550 plantas; pero en la
Mancha donde cultivan miles de Has…, ya se pueden imaginar cómo les quitan la
broza.Y los bioestimulantes para que se hagan tan gordos. Y la hibridez…
Creo bien merece la pena pagarlos
10 CÉNTIMOS más el kilo.
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También me ocupo en obras de
caridad, a pesar de que en ocasiones a quienes les dan pan, les muerdan la
mano.
Como estamos en fiestas no quiero
entristecerlos con ejemplos de la maldad de los seres humanos. Miren qué
horrible lo que está ocurriendo en Gaza, por ej. Malos hay por todas las
partes. A pesar de lo cual, como también hay bondad, muchas personas buenas entre los naturales del pueblo, como el clan "Citos", por ej., reconforta luchar por la
causa del bien.
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Les prometo en breve publicar la
segunda parte de la génesis, en Cotanes, de la Cuca.
Empezando a sembrar a primeros de abril; replantar de nuevo toda la superficie a finales; acolchado, vasos tapando a las plantitas pequeñas, mucha zoleta quitando broza, por fin los hemos conseguido para San Roque. Nunca antes de finales de mes.
Están para consumirlos los días de fiesta. Los vendemos a 80 cts. kilo, si llevan menos de 10 kilos. A SESENTA CÉNTIMOS SI LLEVAN MÁS DE 10 KILOS. Están para durar más de una semana.
Los tenemos accediendo desde la calle Corralones. Entren y llamen que alguien aparecerá a despachar.
-Ya haces días que no escribes, me dice un bloguero.
Cierto: Me ha dado pereza. Es más cómodo, sentado en el jardín, leer; regar el huerto, llegarme a Villamayor o Quintanilla en la bici, hacer algún recado; salir a la plaza, o al Arte; ver tan interesantes podcast en YouToube, o alguna película.
De política, después de tanta crítica al Sánchez, incluso en el libro recién publicado, sale lo de Montoro. ¡Quita ya, hombre!
Como estamos en verano, es momento de vacacionar los asuntos importantes, que nos afectan. Por eso, me decido a publicar una biografía, unos hechos divertidos, incluso ligeramente licenciosos.
Puede que este relato posea cierta erótica. Podríamos calificarlo para mayores cuya libido esté en franca disminución. Jóvenes no entran en este blog. Además, anda que no tienen acceso a videos de coyunda, anda que no están hiper sexualizados. Saben que desapruebo la promiscuidad sin fines procreativos, causa del invierno demográfico que lleva al lento suicidio de las sociedades occidentales. Pero a los y las mayores, sobre todo si están desparejados, que ya han cumplido con su fidelidad a la pareja, que han procreado, no les viene del todo mal un poco de literatura erótica. Pues allá vamos:
GÉNESIS DE "LA CUCA". Primera parte.
Yegüeja pequeña y reponchuda, se la compró mi tío a unos tratantes de Benavente.
–“¡Señó Davi!: si es mu manso el animalico; se monte usté”. Le cincharon una manta, se montó, y ni un ruido. ¡Claro!: le habían llenado la barriga de amapolas, primas carnales de la otra papaverácea somníferum, la del opio. (Si la tía “Melona” se colocaba con una infusión de capullos y manzanillas. Para disimular cantaba: “Cigüeña berreña, la casa se te quema, los hijos se te van para Villamayor,…”). Lo malo fue al día siguiente, cuando se le pasó el efecto.
Indagando supimos que procedía de los Domínguez de Cotanes. Pequeñaja y desmedrada, la querían tener de burra, pero eran tales sus mañas y picardías que no podían con ella.
En la poda y el alumbre de los majuelos, como no hubiera un árbol cercano, cuando el cavador o podador se alejaba hasta el extremo del lineo, ella se las arreglaba para escaparse, llenar la barriga en cualquier sembrao, y volver pa casa. Al llegar a las traseras, llamaba con la pata delantera.
Mira que le ponían siempre cebada con la paja, en la cebadera, de la que se desprendía de dos cabezazos, pues a ella le gustaba mucho más el verde. Con la misma facilidad, a mordiscos, se desentrababa. La única forma segura de sujetarla era atándole la cadena de un tiro, por encima del casco, a un árbol.
Era sorprendente su habilidad para abrir cualquier puerta detrás de la que hubiera comida, sobre todo si eran salvaos o maquila pa los marranos. Yo la vi girar con los dientes el llavón de la panera. Lo de montarla se pareció a un rodeo.
-”Mira aguardientero, le dijo el Domínguez mayor, -si es que nosotros ya no podíamos con ella. Nos había cogido las sobaqueras. Un día, a mi hermano, echó a correr, pegó el salto carnero, salió por las orejas, y se le rompió un brazo. Sólo obedece a la vara, a uno joven y, cuando está muy brava, llevarla al rifón, pero en Cotanes no tenemos Parada”.
Con tales antecedentes, entre mi tío y yo, con la vara de fresno, la fuimos amansando. Y, cuando era buena, le dábamos un puñico de alfalfa.
Cuando nos la pedían para el “Domingo Tortillero” o para ir a por uvas, siempre les advertíamos: -“Que se note no le tenéis miedo”. Rara vez volvían con ella a casa.
Vino con nosotros, unos días, un pariente asturiano; muchacho de largas patas que abrazaban la barriga de la yegüeja. Como no conseguía descabalgarlo, se metió en la laguna de Torroyo, que es honda, y se echó, de forma que solo asomaba la cabeza con el pescuezo estirado. ¡Menos mal que el asturiano sabía nadar!
Todo ese comportamiento, como el de los humanos, tiene su explicación en los genes. Veamos.
Como casi todos los años, cuando brotaban las cunetas y las eras, iban llegando, desde más abajo, a los pueblos del adobe, los titiriteros. A unos le llamábamos húngaros, a otros zíngaros, para distinguirlos de los buhoneros quincalleros (“Cruzan por Tierra de Campos,/ desde Zamora a Palencia / que dicen Tierra de Campos / lo que son campos de tierra”).
Por camino, desde Cabreros, se vio llegar el carromato: dos mulas viejas, flacas y llenas de mataduras mal lo arrastraban; en el pescante el patriarca, dentro la numerosa familia de artistas; en la baca, los palos, las sogas y las argollas del trapecio; un ventanuco a cada lado, una chimenea en el techo..; detrás, a pie, la cabra que subía y bajaba por empinados peldaños al reducido templete, y el domesticado poni entero, cuyas cabriolas encantaban a los aldeanos.
Eran los alcaldes permisivos con estos trapecistas, payasos y músicos ambulantes. Aparcaban al abrigo del juego de pelota; recorrían el pueblo, anunciando, a tamboril y corneta la “gran función”; consentían que su ganado pastase por las eras.
Tenían los Domínguez, como casi todos los labradores de par de mulas, una de vida regalona yegüona de vientre. Sólo, y si había apuro, la enganchaban en la trilla. Si, descansada, retozaba, allá ella: “Yegüa que por su gusto trota, no aborta”.
Por abril, de recién parida, la estacaban con mucha soga, en “la reñal” sembrada de centeno, pa que, con el verde, le viniese el celo. Y le vino.
Al poni de los titiriteros le llegó el fato de las feromonas de la yegüa salida que le alteró la testosterona sin estrenar. Con un trotecillo cochinero se fue acercando. Seductor comenzó el olisqueo, a restregar su lomo por la panza de la yegüona que mascullaba espuma.
Su erección alcanzaba el suelo; la hembra espatarracada. con el rabo levantado, se ofrecía lujuriosa, pero, por más entrenamiento de cabriolas, el caballejo no alcanzaba.
Entre la reñal y la era había un linderón, al que la hembra reculó la ansiosa; el macho aprovechó el desnivel, pegó un brinco y, enchufando, prácticamente cabalgó a la hembra. El tío, sin prisa, como si tuviera práctica, fue generoso. Su miembrecillo exploraba la enorme cavidad, se lo hizo desear, hasta que dio con el punto G.
En la mutua eyaculación los relinchos gozosos de ambos se oyeron en el contorno.
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