Recuerdo de días felices. Ahí estamos con los seis nietos. Edu "pecho lobo". Pinchen para verla grande.
Querido tío
Agapito,
Soy tu sobrino-nieto Vicente, de la familia de Murcia, aunque yo ahora vivo en
California. Hijo mayor de tu sobrina Loli, la de Lola y Manolo.
Te escribo para mandarte mi pésame y decirte que os he tenido muy presente
estos días a la tía Sari, a ti y a tus hijos, y al resto de
la familia. Me hubiese gustado mucho poder acompañaros el jueves.
He leído las tres últimas entradas en tu blog. Al llegar a tu “dilema de conciencia” me vino a la mente un momento
importante que viví con Sari.
Estuvo visitándonos en Murcia–no recuerdo en qué año, era yo muy niño. Iba yo
cogido de su mano por la Calle de Correos de
Murcia. A la
altura de la iglesia de San Lorenzo, lo tengo grabado en la memoria, se
nos acercó un chico joven muy delgado, demacrado e inquieto, pidiendo unas
monedas. Sari se paró a hablar con él y pronto le preguntó si se gastaría el dinero
en droga. El chico confesó directamente que sí. Y Sari respondió que no podía
ayudarle con eso en buena conciencia, pero que podía comprarle algo de comida.
Y así hizo.
En aquellos años había mucha heroína en Murcia, y los niños veíamos a gente
pinchándose en los parques y quedarse como zombies. Recuerdo que cuando Sari se
paró yo estaba aterrorizado: los heroinómanos eran para mi figuras monstruosas,
un peligro del que huir inmediatamente. Sin embargo, Sari trató a este muchacho
con especial hospitalidad, respeto y compasión. Y con esto también me ayudó a
mí a humanizar a esta persona y a empezar a transformar mi propio miedo en
simpatía y responsabilidad; a transformar lo malo y doloroso en algo bueno y
alegre.
Como decías, para las personas buenas como Sari ha de haber un cielo, un lugar
mejor que éste, que ella ya estaba construyendo en esta vida: transformando lo
malo en bueno, trayendo el cielo a la tierra.
Un fuerte abrazo,
Vicente
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