OTAN: ¡DE ENTRADA, NO!. Y OTRAS DEMAGOGIAS.
El fallecimiento de D. Leopoldo Calvo Sotelo, me ha hecho recordar aquel engañoso eslogan felipista.
Me pongo a repasar la historia de España, y no quiero ir más atrás de finales del XVIII, a partir del reinado de Carlos III y, ¡qué desastre!, ¡qué desgobierno!. Entonces el pueblo llano ni elegía, ni decidía; sólo sufría. Alejado de los poderes, ocupado en la subsistencia, inculto, acrítico, desinformado, influenciado por la iglesia, consideraba la autoridad real como de origen divino, y aguantaba todo: el mantener a una “nobleza” parásita y dispendiosa, cuando en el pueblo había pestes y hambres, en ir a guerras promovidas por el interés de la camarilla reinante, o del valido de turno,....¿A quién se debió el desastre de Trafalgar, en batalla contra los ingleses que ni nos iba ni nos venía, con miles de muertos y la flota diezmada?. Al señorito Godoy de ascenso fulgurante porque se apiolaba a la ninfómana reina, la de Parma, y a sus coqueteos con Napoleón.
Reacciona el pueblo ante la invasión francesa. Los liberales aceptan las ideas de aquel país, pero no la invasión. Redactan una constitución pre-democrática. Echan a los gabachos, vuelve el felón, arrasa aquella siembra de libertades, que hubieran traído igualdad y progreso. Y vuelta atrás: el XIX y gran parte del XX, penosos.
Nuestra sociedad actual es jauja, comparada con aquella, aunque defectos y retos quedan un montón. Entre los primeros, el ansia de poder de ciertos seres humanos para conseguir lo cual, si es necesario recurren a la demagogia, engaño del pueblo, que es quien ahora elige. ¡Existe, todavía, tanta plebe sectaria fácil de engañar....!.
¡Cómo fardaba, allá por el ochenta, decirse de izquierdas!, cuando las camisas de franela, la barba, las chaquetas de pana y “el póntelo, pónselo”!. Entre sus dogmas el antiamericanismo, el antiatlantismo!.
Con Leopoldo Calvo Sotelo, uno de los políticos que desde el régimen trajo la democracia, en su breve y dramático mandato como Presidente del Gobierno, entramos en la OTAN, organización de naciones democráticas, a la que España no había podido pertenecer por no serlo, nacida durante los años de guerra fría para oponerse al expansionismo del bloque soviético. Aquel año 1981 todavía no había caído el telón de acero, aún la URSS no se había desintegrado.
Felipe, el carismático, y su “compa” el Guerra, antiatlantistas convencidos, ¡cómo aguijonearon al honrado Leopoldo por esa decisión!: -“los herederos del franquismo”, “los belicistas” “los mismos perros con distintos collares”, “nos han metido en la confrontación de los bloques”. “OTAN, de entrada, querían decir de entrar; NO”. Esa fue una de las promesas de la campaña electoral que llevó a la arrolladora victoria del 82.
Luego en el poder lo de: “entrada no”, se transformó en lo de: “salir menos”.
Para lavarse la cara se inventó un innecesario referéndum, consulta para decidir si seguíamos o no en la OTAN. Eso sí, cumpliendo cuatro condiciones, incumplidas y de las que nadie se acuerda. ¡Y, cómo no, patrocinó el SÍ!.
Fraga, ya entonces líder de la oposición, que será autoritario pero honrado, aconsejó la abstención. ¿Qué hubiera pasado si por chinchar a González hubiera patrocinado el NO, que se hubiera juntado al no de la izquierda de verdad?.
Los antiguos antiatlantistas reconvertidos llevaron el SÍ como corderitos. ¡Y menos mal!.
Ahora cuando oigo los elogios, falsos por póstumos, a Calvo Sotelo, por parte de quien le ultrajó, ¡pues ya ven!. Aunque sea políticamente incorrecto, lo que me importa un carajo, me desahogo así.
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