He contando en mis sencillos libros con dos prologuistas villalpandinos y de lujo: LUCIANO LÓPEZ GUTIÉRREZ y MIGUEL-ÁNGEL FELIZ MARTÍNEZ.
En la premura para publicar, "Víctimas de la guerra civil en Villalpando", el impresor o servidor, omitió, al final del prólogo, escribir el nombre del autor, referido Miguel-Ángel.
En este momento me hallo corrigiendo los dos libros sobre el tema, publicados en papel: "Víctimas..." y "La otra historia de la villa", para publicarlos digitalmente. Claro, ¡cómo no!, con letras bien grandes ya he enmendado el yerro.
Al releer dicho prólogo me admiro de nuevo, de la enorme calidad del mismo, de la precisión amena de ir resumiendo cada capítulo. Es por eso que lo traigo aquí para que ustedes lo lean y disfruten.
P R
Ó L O G O.
Ha sido
necesario el transcurso de setenta años para que un nacido en esta tierra venga
a honrar la memoria de las víctimas de la Guerra Civil en Villalpando, de las
personas que en distintas circunstancias perdieron su vida a causa o como
consecuencia de ella, rescatándolas del olvido
colectivo.
Decía Francis Bacon que lq historia es la ciencia de la memoria. A través de
las publicaciones que ha venido realizando en los últimos años en torno a
diversos temas villalpandinos (Charlas de fragua y solana, Crónicas de ayer y
de hoy desde un pueblo zamorano, Memorias de Andrés Vázquez), Agapito Modroño,
con sus finos retratos de personajes y costumbres de esta tierra, está llevando
a cabo una labor de recopilación histórica que, en cierto modo, completa y
actualiza la Historia que nos legara don Luis Calvo Lozano. Sólo que en este
caso, su narración es más directa, al estar basada esencialmente en los
testimonios de sus protagonista o persona muy allegadas a ellos, acudiendo a la
documentación únicamente como complemento o corroboración de la manifestación
oral. Esto le dota de una frescura de la que generalmente carecen los relatos
históricos, y hace que la obra tenga interés general, pese a su confesada
vocación localista. Si esto se añade un estilo narrativo de gran fluidez, con
una utilización de particularismos del lenguaje de Tierra de Campos que sólo
puede hacer alguien nacido y criado en ella, su lectura se transforma en un
regalo para el espíritu.
Como un nuevo padre Isla, en su Fray Gerundio, nos sumerge en el alma de esta tierra mal bautizada, en que la sequedad y la aridez son sólo la cáscara, mísera envoltura, de un elemento humano de una gran talla moral y de una generosidad sin límites, independientemente de su adscripción política o del lado de la trinchera que le tocó ocupar. Es una exaltación del hombre con sus virtudes y sus errores. Valoración que compartimos, pero pese a que profesionalmente estemos en contacto con el lado más oscuro del hombre, creemos más cada día en él, por lo que en él se encuentra de reflejo de su creador.
En el primer capítulo de la obra, descriptiva de la situación social de
Villalpando en las tres décadas que preceden a la Guerra Civil, lleva a
cabo un estudio antropológico riguroso, estratificando la sociedad
villalpandina en función de sus ocupaciones, modo de vida y distribución de la
riqueza, concluyendo con documentados ejemplos de precios de artículos de
primera necesidad cuya comparación con las posibilidades de la mayor parte de
la población produce escalofríos. Como dice Agapito, aquella pobreza y aquella
injusticia fueron el caldo de cultivo para la efervescencia política.
En
el segundo ´tercero recoge los datos demográficos del censo del año 1930. De
gran interés por constituir un retrato completo, con total fidelidad, de lo que
era Villalpando en ese momento, y en el que aparte de la pérdida de la mitad de
aquella población, con respecto a nuestros días, se deja ver la desaparición de
numerosas actividades artesanales y culturales. ¡Qué pena esas dos bandas
de música!
El capítulo cuarto enumera las distintas corporaciones municipales desde los
años veinte, con expresión de sus miembros y agrupaciones políticas,
poniendo énfasis en el análisis de las respectivas Comisiones Gestoras,
de izquierdas y de derechas, que sucesivamente se ocuparon de la gestión local,
y en el que al autor, con base en una rica documentación, nos sitúa en los
momentos previos al enfrentamiento civil, realizando una fina disección de la
vida pública del pueblo, que se complementa en el capítulo siguiente al tratar
de los partidos políticos y resultados electorales. Destaca la positiva y
honesta actuación de los gobernantes gestores en su conjunto.
El capítulo sexto lo dedica a la guerra, relatando los tristes acontecimientos
que tuvieron lugar en la villa a partir del 18 de julio de 1936, pormenorizando
con gran lujo la peripecia de cada una de las víctimas de uno y otro bando,
intercalando en ellos el relato titulado “El Jornalero”, como simbolismo
de la paz que no fue posible.
Hay que destacar la valentía de Agapito para acometer este proyecto en torno a algo tan delicado, cuando aún no había transcurrido suficiente tiempo para que existiera una perspectiva serena y desapasionada, siendo inevitable que esta lectura produzca sentimiento contradictorios.
Es aquí donde reside el mayor mérito de la obra, escrita con una exquisita imparcialidad, buscada de propósito, no obstante poner el dedo en la llaga, y arropándolo todo con un gran cariño y comprensión.
Así cuando se refiere a los fallecidos, con expresiones como… era un santo…,
guapo, era un niño.., o cuando habla de lo material…, del cachico tierra…;ese
relato intercalado en la obra, “El Jornalero”, que cala en lo más hondo, y que
es un canto a la reconciliación. Un intento de restañar las heridas causadas en
una contienda fratricida en la ambos bandos cometieron atrocidades a causa de
un clima de odios que no podemos permitir que se repita.
El rigor histórico, el imponente respecto por las personas, el buen hacer
literario y la honestidad son los ejes transversales del trabajo, sin olvidar
el compromiso que todos tenemos que asumir para garantizar el mejor de los
mundos posibles.
Todos los trabajos de investigación en esa dirección suponen sumar esfuerzos en
pos de una sociedad mejor, para que las generaciones presentes y futuras
conozcan la verdad de forma completa y sin miedos, desde la pluralidad y la
apertura al conjunto de la sociedad. Estamos hablando de víctimas de la violencia,
violencia que nunca tuvo, ni tiene, que existir, donde a pesar de haber
vencedores y vencidos, todos perdemos.
La modélica Transición política, fruto del acuerdo entre las distintas
tendencias, no ha llevado a un régimen constitucional, a un Estado social y
democrático de Derecho, que garantiza la igualdad de las personas ante la ley,
propiciando que obras como la presente puedan ver la luz y lograr la loable
pretensión de su autor.
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