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viernes, 10 de mayo de 2024

QUIEN VE SU VILLA... (XII)

                                                      Y ESTALLÓ LA GUERRA.

               Vemos, por las actuaciones de la Gestora nombrada por el gobierno del Frente Popular, que existía un latente estado de guerra civil, que se mascaba la tragedia. Todas aquellas multas, incluida la del padre del muchacho anarquista caído en Vera de Bidasoa, todo aquel autoritarismo, las decisiones sobre la expulsión de las Hermanas, los cambios en el callejero, el intento de asentamientos en el Coto y la dehesa, denotan su ideología totalitaria de izquierdas. Vuelvo a insistir que, a la vista de la pobreza existente en los jornaleros, justifico, en aquel momento, esa ideología. Y vuelvo a elogiar la ayuda a tanto necesitado.

               Por otra parte ellos no ocultaban esa ideología: calle de Dolores Ibarruri, de Galán y García, Barrio Rojo,… Más adelante con algunos brochazos anecdóticos, les bosquejaré el cuadro de la tensión que se vivía en el pueblo, en aumento, como en toda España, desde la proclamación de la II República: tres elecciones generales, cuarenta y pico crisis de gobierno; dieciocho incidentes violentos, además de la Revolución en Asturias, más de mil víctimas, en esos dieciocho incidentes, sin contar el más gordo de Casas Viejas, hubo 37 víctimas individuales en atentados, busquen en google, viene la de Villalpando, Francisco Gallego, 1 de junio de 1934, tanto de izquierdas como de derechas.

               A la vista de la deriva que tomó la II República, los intelectuales promotores, que veían en ella la forma de cambiar todos los vicios del viejo régimen, pusieron en boca de don José Ortega y Gasset el: “No es esto, no es esto”, sobre todo a partir del triunfo del Frente Popular. En abril de 1936, don Niceto Alcalá Zamora, uno de los principales artífices, miembro del Partido Derecha Republicana, dimite de su cargo, el máximo, de Presidente de la República; don Miguel de Unamuno, que había conversado con José-Antonio Primo de Rivera y mostrado simpatía, comienza a ser crítico con la deriva revolucionaria izquierdista que advierte. Le destituyen del cargo de Rector; ya en el “veinticuatro” le había destituido y desterrado el dictador con apoyo de la UGT y el PSOE, Miguel Primo de Rivera; los militares sublevados, Salamanca en su poder, le restituyen en el cargo. Por eso en concepto de tal, aunque ya de mala gana, (en desacuerdo con la represión, en algunos casos de amigos suyos, que los “nacionales” perpetran) asiste, preside en el Paraninfo de la Universidad, al acto patriótico con motivo de la Hispanidad, 12 de octubre de 1936. Como es de sobra conocido omito relatar el incidente con Millán Astray. No me callo que llevaba una carta para la mujer de Franco, escrita por la esposa de Atilano Coco, Maestro de Escuela, encarcelado por ser Pastor Protestante, pidiendo clemencia. Ya no se la pudo entregar. A Atilano lo fusilaron.

               Las masas obreras del campo y la ciudad, la Guardia de Asalto, algunos intelectuales, el PCE, la FAI-CNT, y la mayoría del PSOE, estaban por la revolución (que en la Casa del Pueblo de aquí ya se discutía cómo se iban a repartir las tierras). La reacción derechista fue el alzamiento, la sublevación militar, acelerada por el asesinato, sacado de la cama por Guardias de Asalto, de uno de los líderes de la oposición, José Calvo Sotelo. Iban, en principio, a por Gil Robles, pero éste ya se guardaba, y dormía fuera de su casa. Actuaron en represalia por el asesinato del Sargento Castillo.

               Los militares, en principio, no pensaban derrocar la república, sino imponer un gobierno autoritario de derechas, no exento de carácter social, que pusiera orden. Hubo guerra no porque parte de algunos mandos militares se mostraran fieles la república democrática y liberal, sino por la reacción de las masas proletarias, de izquierdas, por tanto, que salieron a la calle contra las derechas y fueron armadas por el Gobierno.

               ¿Pudo arreglarse aquello, evitada la guerra? Las cosas venían muy mal y desde muy atrás. Además el contexto internacional. Pienso en la sociedad de mi pueblo, idéntica, salvo la andaluza y algo la extremeña, a la del resto de la España llana. Dijo Galarza en un mitín: “nosotros apoyamos, además de a los obreros,  a los pequeños labradores, colonos explotados por absentistas”. Igual Antonio Sacristán  (PSOE) en la Diputación, cuando pedía gravar con la “décima” sólo a los terratenientes. Aquí no había cortijos para caza. Todo se labraba incluso las míseras tierras ahora de pinos.

               Hubiera hecho falta mucha generosidad, mucha tolerancia, mucha comprensión, mucho diálogo; muchos valores humanos… Desatada la  tormenta, estallado aquel polvorín social, emerge, como en todos los conflictos, lo peor de la especie humana: los odios, las crueldades, no identificables, en exclusiva, con las unas o las otras ideologías. Para entendernos: buenas y malas personas había, hay, en las derechas y en las izquierdas (si lo sabrá quien al significarse contra la corrupción local, recibió agresiones de elementos que representan lo peor del espectro diestro y siniestro, que se unieron para ponerme una querella falsa) si bien, las mejores estaban, están en el centro, quiero decir: las reflexivas, las que huyen del sectarismo, las que poseen valores humanos (honradez, espíritu de trabajo, de sacrificio, austeridad, solidaridad, empatía...)

               No es tiempo, como en el “treinta y siete”, Chaves Nogales dixit de “Héroes, bestias, ni mártires”, sino de reflexivos, ecuánimes, justos.

           Son anacrónicos, en general, los calificativos de fascistas, fachas (la "fachosfera" Sánchez dixit). El calificativo rojo, del que en sus orígenes se sentían orgullos los de izquierdas, como hemos visto en Villalpando, indica bien a las claras sus ideas totalitarias soviéticas. Rojo es sinónimo de comunista, anarquista, socialista extremo.

              Sí alguno de estos calificativos extremos tendrían vigencia, sería más el de rojo que el de facha, fascista. La deriva izquierdista de Sánchez, ocupando el espacio de Podemos y de Sumar, y los de Bildu, se haría acreedora a tal adjetivo. En cambio los votantes del PP y los de VOX no aspiran, no es su deseo acabar con la democracia. Al caudillo Sánchez sí que le gustaría. Los medios los está poniendo.

          Seguiré, s.D.q. con la serie en la que trato de corregir la interesada tergiversación histórica, llevada a cabo por inmorales que buscan avivar resentimientos en beneficio propio. Hablaremos de la Gestora de Derechas.

              

              

              

 

 

 

 

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