Anoche volví a sentir ese entusiasmo por lo español que tenía adormecido. Ese adormecimiento es una reacción contra los nacionalismos fanáticos que producen crímenes, guerras, desolación. He superado el tribalismo ancestral de ver como enemigo, al de otro pueblo, al de otra nación, aunque me quede, como a todos, algo de esa rivalidad, de cierta agresividad, que antes llevaba a las guerras y ahora encuentra en el fútbol válvula de escape.
Cuando yo era niño o joven, apenas nos comíamos, un rosco, en el deporte, y en lo demás. El gol que marcó "Zarra", Telmo Zarraonandía, a Inglaterra en los mundiales de Brasil, 1950 creo, lo viví de niño escuchando por la radio la retransmisión con el comedor de esta casa lleno de hombres y de humo. Cuando Bahamontes quedó "Rey de la Montaña" en el Tour de 1954, lo seguíamos en el campamento de San Pedro de las Herrerías por el "Imperio" que colgaban en el tablón de anuncios. Cuando ya ganador, en 1959, ¡la leche", todas las noches por radio París.
La selección española de fútbol, cuando ya jugaban los famosos Di.Stéfano y Puskas, nacionalizados, nada. Les culpábamos de que no sentían los colores, de que eran astros que guardaban sus piernas por sus equipos, donde cobraban millones.
Primera gran alegría que recuerde (las copas de Europa seguidas que ya ganaba el Madrid, no me daban alegría, porque a sus figuras los consideraba mercenarios, estaba por entonces en contra de los primeros contratos millonarios extranjeros, cuando en España apenas comenzábamos a salir de la pobreza), primera alegría, digo, fue cuando ganamos la primera copa de Europa. Fue un día de la Feria. Vi el partido donde Bartolo. Año 1964. A la mayoría de las casas no había llegado la tele. Y ganamos, nosotros, los peladitos españoles, nada menos que a Rusia, con el famoso gol de cabeza de Marcelino. ¡Qué proeza!.
Mis voces, y las de mis hijos, en el mundial de 2.010, asustaban a Guadillo, la Cabrita, Deco, etc. tomando el fresco en la puerta.
Lo de ayer fue precioso. De pronto hemos empezado a conocer a futbolistas desconocidos. En la pasada liga no he visto apenas partidos. Además, puede que la mitad, juegan en equipos europeos. Sus orígenes nos dicen el cambio sociológico, demográfico en el que estamos inmersos. Su actuación no puede ser más positiva: son un grupo de muchachos, unos cuantos hombres padres de criaturas, llenos de virtudes humanas; por eso han hermanado. Unos cuantos, ellos o sus padres, nacidos fuera de España han defendido los colores de la nación que tan bien los ha acogido. Están perfectamente integrados.
Fíjense: Americ Laporte y Robín Le Normand, son franceses. Vinieron jóvenes el fútbol español. Se han nacionalizado. Son españoles.
Los dos más queridos: Nico Willians. Sus padres, ghaneses, saltaron la verja en Melilla. Recalaron en Pamplona. Allí nació Nico.
Lamine Yamal, padre marroquí, madre guineana. Fue la abuela,Fátima, quien dio el salto desde Tánger. Trabajo de sirvienta en Madrid. Acabaron en Cataluña. Allí nació, hace 17 años, cumplidos antes de ayer, en Esplugas de Llobregat.
Hay tres andaluces, y del mismo pueblo, los Palacios, Navas, Fabíán y Gabi, que de Andalucia no sólo salen toreros.
Dani Olmo, Cucurella, y alguno más, además de Lamine son catalanes; Pedri es canario, Fernán Torres, valenciano; Joselu, hijo de de emigrantes gallegos, nació en Stugar; regresaron cuando tenía cuatro años. Vascos, !cómo no!: Oyarzabal, Merino, Unai Simón, si bien de padre zamorano, guardia civil, más alguno que no recuerdo.
La lista de madrileños es amplia. Todo es proporcional a la población: Rodri, Morata, Carvajal, Nacho.
¿No podría trasladarse la multiculturalidad, étnica y geográfica, el ejemplo de la selección, al resto de España?
Es complejo el problema migratorio. Otro día, s.D. q. le dedicaré más espacio.
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