Sus últimos años los ha vivido placidamente en la Residencia. Cuando entró ninguno de sus hijos vivía en el pueblo, y ella no quiso salir a la ciudad. Allí la vi hará como dos meses. Sonriente como siempre.
Jamás vi enfadada ni triste a esta mujer. No sé si se enfadaría cuando su hijo Jose-Mari nos indujo a la cuadrilla de amigos, a chamuscar y comer el marranico que había tirado su abuelo Vicente.
Enviudó muy joven. Su esposo Nemesio Garea, cobrador del "coche de línea", la dejó con cuatro hijos, el citado Jose Mari, (de pequeño trasto como él solo, lo que le valió que el señor Narciso, "El Carnicero" le impusiera el apodo de: ¡Oh hacha!), Luis, Pedro y Elena. Ésta niña pequeña. El mayor, cuando murió su padre, andaría por los 17 años. Lo he podido ver en la lápida. Confiando en mi memoria, sería hacia 1958.
Luis y Pedro, con sus esposas, han regresado al pueblo. Luis Garea vive entregado a su tarea, libremente asumida, de concejal de urbanismo. Está siempre disponible para cualquier vecino. Siempre presto ayudar. En alguna ocasión he recurrido a él para alguna acción altruista con inmigrantes, "in extremis". La gestión de Luis, aun a costa de buena mojada en la capital, convaleciente de la superada enfermedad, solucionó el problema.
Luisa, "la Garea", una de tantas abnegadas madres de la posguerra, afable, bondadosa, de estar su espíritu en algún sitio, será gozando del premio merecido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario