El sábado, al pasar por la calle del Olivo, salude a Leo Sinde, que podaba los rosales. Me dio las gracias por el artículo que dediqué en la voz con ocasión del funeral de su marido, fallecido de manera inesperada y, relativamente, joven, porque había sintonizado con su sentimiento. Comportíamos los mismos puntos de vista. A sus hijas, criadas en Madrid, le resultaba inaceptable la actitud de muchas de las personas que llenaban el tanatorio, al ser familia grande, con tan animadas e irrepetuosas conversaciones, con risas incluidas. Tuvo que contener a la mayor que estuvo decidida a invitar a salir a los que no guardaran respeto al dolor de la familia.
Por eso hoy voy a transcribir parte de ese artículo.
DAR EL PÉSAME
Ahora, en algo, ha cambiado, mejorado el ritual, pero el ostentoso defecto de la hipocresía se mantiene tal cual.
Son humanos y entrañables los entierros en los pueblos: velar en el tanatorio, todavía algunos en casa, ocasión de reencuentro de viejos amigos y familiares; la Misa de funeral en la querida iglesia del pueblico, cantos y liturgia consoladores que valdrían para avivar, y avivan las mortecinas fes; el cortejo fúnebre encabezado por la Cruz y el Sacerdote; el responso sobre la piedra ante la Capilla del robado Cristo, y el pésame.
Elogiamos lo que tiene de valioso en las personas que se comportan, las menos; vamos a criticar lo inaceptable.
Para empezar: si el difunto y los familiares han decidido una ceremonia religiosa, cien por cien de los casos que conozco, lo lógico sería que todos quienes acompañan entraran en la iglesia, en lugar de quedarse en el portal o el atrio donde el rumor de las conversaciones entra en el templo. ¡Y todavía eso......!.
Lo que es injuriante es la falta de respeto al inmenso dolor de los familiares. En mi pueblo, a los lados de la cruz, el cortejo lo inician dos filas, predominan las mujeres, donde van las cantoras, cualquiera puede serlo, y algún cantor; el coche fúnebre y los dolientes.¡Qué contraste!: detrás de éstos el tropel sin parar de cascar, e incluso de reír a dos pasos de los que lloran. Luego dan la mano o besan, diciendo: “¡te acompaño en el sentimiento!”.
¡Mentira!, ¡qué coños vas acompañar en el dolor si no lo tienes!. ¡Si has venido todo el camino de jujú!. ¡Si, incluso has ido de ex profeso solo que a “dar la mano”, por cumplir..!. Pues de eso se trata, del cumpli-miento.
¡Y cuanto antes cumpla, mejor!. Por eso se apelotonan, y sigue la parleta casi hasta llegar al primer deudo en la fila recibiente de pésames.
Cierto que no son igual de tristes todos los entierros. Pero, hasta en los más desgarradores hay zoquetes irrespetuosos. Recuerdo en el de una joven madre donde el dolor de la extensa familia nos impregnaba a casi todos, donde muchos estábamos con lágrimas en los ojos que se desbordaron al besar a los muchachos, dos patanes detrás de mí, en el “pre dar la mano”, hablaban de la molienda que echaban de comer a los marranos...... .Volví la cabeza, los miré de arriba abajo, se callaron.
Hace pocos días enterramos a un amigo, del 43. En la infancia vivíamos por Santa María, íbamos juntos al parvulario agarradico de la mano, de su hermana y mía, un poco mayores . Había venido a pasar unos días al pueblo, a preparar la casa para vivir la merecida jubilación, en octubre ya pensaban quedarse. Un infarto cerebral en dos días lo llevó al otro barrio. La mujer y las hijas, las auténticas dolientes, estaban destrozadas. A través del Cura dieron las gracias por acompañarles, y no recibieron pésame.
Pensando en todos los irrespetuosos de la parleta, la chirigota, el cumpli-miento, ¡qué bien hicieron!. Ellas saben que la gente sincera que compartía su dolor, se lo estaban diciendo con la liturgia, con el respetuoso silencio, al menos.
Como familiar muy cercano a Antonio, difunto marido de Leo Sinde,y al cual me unia un cariño especial;agradecer el interes que has puesto al hablar de él aqui.
ResponderEliminarMi agradecimiento a ti que lees y comentas mis escritos.
ResponderEliminarIntento que una de mis facetas de humilde escrito pueblerino, sea criticar defectos. Uno que me repatea es el de la hipocresia y la falta de respeto al dolor ajeno.
El último entierro habido en Villalpando, ha sido el de un hombre de la edad de Antonio, en plena actividad hasta que cayó enfermo, y duró pocos meses. Imagínate cómo estaban su esposa y los dos hijos. ¡Bueno!: pues pegando a ellos, iban dos mujeres que no cerraron pico en todo el camino, hablando bobadas. ¡Coño!: que se nota a la legua que os importa un bledo el dolor de los familiares. Y además esa parleta es una falta de respeto. Me iban poniendo del hígado. Ambas son de mucha práctica religiosa. Penoso.