Dijo Francisco, Jorge María Bergoglio, que “la alegría de Dios consiste en perdonar”. Son estos momentos, las partidas, las ocasiones para eso, el perdón, el zanjar rencillas.
Estamos dispuestos a devolver los abrazos fraternos a todos cuantos, Cristianamente, nos acompañen"
Ya he escrito como, desde el primer momento empezamos a recibir el apoyo moral de la mano, el beso, el abrazo. Cierto que tantos como nos siguen dando pésames que no se enteraron aquel día. Estuvimos pocas horas, no pasó una noche, en el tanatorio. Además son muchos quienes viven fuera.
Salí a la plaza al toro un rato. ¡Cuántas manos y cuantos abrazos! Y, sobre todo ayer, en San Nicolás, p0r la calle, en la plaza, en el bar de Pedro. No quiero, ni debo, dar nombres. El gesto de que se acerquen a mi, en la barra, con el bar lleno, y me toquen a la espalda, para darme la mano, o al salir, son gestos que agradezco, porque son sinceros. No lo hacen por cumplimiento. Ninguna necesidad tienen de mí, de quedar bien conmigo.
La reacción de unas cuantas personas, más de las que pude pensar, que han dado el paso, que han tenido el gesto de olvidar viejas rencillas familiares o personales, lo agradezco enormemente. Es mejor así. Que todos seamos un poco mejores. Creo es ejemplo que debemos dar los mayores a los más jóvenes. También a los inmigrantes, nuevos habitantes del pueblo. Vamos a darles ejemplo de unos valores, la amistad, uno importante, que los ayudará a integrarse.
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¡Bueno! Continúo con nuestro modo de vida: interinidades, aguardiente hasta 1970 y las pocas tierras: el tractorillo, unos arados de dos vertederas encargado a Vicente Sánchez, una rastra hecha por "Fufú" con los aros del carro, y el remolque. Ya he contado que lo del "peine" fue la primera conquista. Sembraba y tiraba el mineral a mano. Lo tapaba con la rastra..
Estuve un curso completo, 69-70 en San Esteban. Al siguiente, 70-71 aquí. Empezamos en las viejas escuelas de Villa. En ellas, en un aula enorme, con enormes ventanales al nordeste, y sin estufa. Toda la clase con el abrigo puesto. Me salieron sabañones.
El primero de abril de 1971, estrenamos el Colegio Comarcal de E.G.B. "La Inmaculada". En lo que quedaba de curso siguió de director, viejecito y con Parkinson, don Benigno Sánchez. Había sido alumno suyo. Fui su cayado. En mi segundo "Seiscientos", comprado nuevo, aunque "comercial" para no pagar el impuesto de lujo, algunos viajes hicimos a Educación en Zamora.
Al curso siguiente me mandan a Pozoantiguo. Aunque no está tan lejos, 40 Kmts., la gasolina se llevaría medio sueldo. Había viviendas a elegir, las que habían abandonado los guardias civiles cuando suprimieron el Puesto de ese pueblo. En aquella enorme casa-cuartel fuimos los únicos habitantes. Hube de llevar muebles, los justos, en el tractor y remolque. La cocina era económica. El combustible piñas y corteza de pinos que íbamos a buscar al bosque de Adalia.
La odisea mayor fue en Riofrío de Aliste. Gracia tenía no había cumplido los cuatro años. Quedó en Villalpando con tía Petra. Ya iba al Colegio, a preescolar. Entonces ninguna mamá llevaba a los niños. Se juntaban los vecinos y los mayores cuidaban de los más pequeños. Aquí en Silera y la Fuente, entre los Pisabarros pequeños, los ídem Toranzos (Pilar, Marta, Lourdes, Ricardo...) y la Modroño se juntaban unos cuantos.
En ese pueblo nos alquilaron el piso de arriba de una casa, relativamente nueva, pero construida de ladrillo, de media hasta, sin cámara, el tejado de madera y pizarra, en un bajo, junto al río, lindante con camino embarrado... Al cocinar, o simplemente con nuestra respiración, se producía tal condensación en las paredes, que escurrían.
Llegamos a ese pueblo, cargado el "Seiscientos" hasta arriba, (un armario de cocina de fórmica, una cuna, cochecito de bebé..., en la baca) a comienzos de 1972. Jesús con quince meses, David de tres mesicos. Deseando Sari que yo llegara de la escuela para coger a Jesús. (Los caseros vivían en casa antigua de piedra, al lado) y bajarlo a en mis brazos, a calentar en la lumbre de leña, porque el niño, para reclamar atención de su mamá, que amamantaba a David, lloraba.
El último curso completo, de interino, lo pasé en Morales de Toro. Entonces, como nuestra economía ya había mejorado y comprado un "Seat 127", me desplazaba a diario. Tuve un magnífico compañero, Sisenando Pizarro Barrón. La escuela estaba llena de goteras.
Nuestra economía había mejorado, por el siguiente motivo:
Por Semana Santa de aquel año, estaba yo un día junto a la carretera de Madrid, en una parcelilla de mi tío Antonio que servidor había sembrado de alfalfa y arrendado a Floreal. Pasó a ser de mi propiedad, junto con otra de 2'5 Has. Le di por ellas a tío Antonio, un millón de pts., era lo más que le había ofrecido otro comprador, para lo cual hube de pedir un préstamos de setecientas mil. Eran entonces los intereses altísimos. Pasados seis meses, me pasan una factura de unas 50.000 pts. de intereses. ¡Imposible! Vendí esas 70 áreas de la carretera, para construir un hostal, en un millón cincuenta mil pts. Es ahora el solar de chalet y cubiertos de Paredes, y del taller Nacientes.
Perdonen la digresión del párrafo anterior. ¡Pues eso!: estaba Floreal Blanco, con las ovejas, una tarde, y su hermano Alfonso. Para un "Renault 7" gris, matricula de Orense. Se baja un paisano y me pregunta si se podría comprar alfalfa en este pueblo. ¡Tú verás! Recién hecha la Concentración Parcelaría se habían sembrado muchas alfalfas. La oferta aquella primavera, que se veía venía buena, iba a ser enorme en toda la comarca.
Nos dimos los teléfonos. Aquel paisano resultó ser Manuel-Ángel Rodríguez Fernández, alcalde de Esgos (Orense), donde sacaba diez, de once concejales. Uno de los socios fundadores de la UTECO de Orense, actuales COREN, Cooperativas Orensanas. Tenía unas cincuenta vacas de leche, nave de gallinas ponedoras, otra de conejos... Al poco se metió a productor y distribuidor de hortalizas en toda la provincia. Un emprendedor que se metía en demasiadas aventuras.
Con este hombre nos llegó a unir, durante muchos años, una amistad como hermanos. Esta casa era suya. Aquí comía, pernoctaba. Fue el gallego de las zanahorias. Como siempre, Sarita, sin poner mala cara a nada.
Así, de esa manera, porque no lo eché en saco roto, porque le llamé y me ofrecí a mandarles alfalfa, fue como comenzó mi faceta de carga camiones de alfalfa, hierba, paja, cebada... Palizas..., ya les contaré. Con la ganancia justa a tanto esfuerzo y preocupaciones, comenzamos a tener ahorros.
Pero no dejé la enseñanza. Yo no valía para negociante especulador. Conseguí, todavía a tiempo, con la mejor nota, ingresar en el Escalafón de Profesores de EGB. Sarita, al acabar el examen oral, (había pasado previamente otro escrito), en la antigua Escuela Normal de Maestros de Zamora, se fundió conmigo en un gran abrazo, pero ya no tuvimos más niños.