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sábado, 29 de agosto de 2020


 

No quiero que nadie se dé por aludido, y menos que nadie se ofenda, pero no puedo evitar manifestar mi tristeza, pensando en personas concretas.

 Puede que el cambio de tiempo me haya puesto melancólico, puede, incluso, que estén tan a gusto, que la buena atención, que los fármacos palíen tristezas, pero es que me pongo en el pellejo de las personas que tienen bien la cabeza, allí almacenadas y encerradas, sin tener el consuelo de la visita de hijos, de nietos, de familiares, sin poder ver los programas de tele que les gustaban; su casa, su cama, sus recuerdos....,  y me da mucha pena.

Es posible que las trabajadoras, no sólo cuiden su cuerpo, sino también su espíritu, su alma.. El consuelo de unas frases cariñosas, unas preguntas, incluso un poco de conversación. No sé, no sé. Yo a mi madre, como hicieron mis primos con la suya, tía Lola, no la tendría allí.

Existen fáciles soluciones para que estén en su casa. He visto anuncios de una empresa que se dedica a eso. Además casos hay con hijos, nietos desempleados y sin cargas de tipo alguno. Esta deshumanización me aflije .

2 comentarios:

  1. SOLEDAD

    Sentada en la butaca

    a la vera de su cama

    rumiaba sus pensamientos

    sin entender qué pasaba.



    Tenía a sus cuidadoras,

    sus ángeles de la guarda,

    que le daban el cariño

    y todo lo que necesitaba.



    Mas, mirando a su horizonte,

    mirando, pero sin ver nada,

    unas lágrimas furtivas

    le surcaba por la cara.



    Sumida en su soledad,

    los recuerdos se agolpaban;

    su vida: una película

    por su cabeza pasaba.



    Recordaba aquel hombre

    al que tanto ella amaba,

    de cuando vivían felices

    en el calor de su casa.



    De sus hijos y sus nietos

    que ya no la visitaban,

    les oía por teléfono,

    y eso la consolaba.



    ¿Por qué no vienen a verme?

    ¿Por qué no veo sus caras?

    -Lo hacen para protegerte

    del virus que p’ahí anda-.



    Así las horas pasando,

    los días, y las semanas,

    ¿de qué me voy a quejar

    si cuidados no me faltan?















    Echa en falta el calor,

    echa en falta la mirada,

    los besos y los abrazos

    que con anhelo esperaba.



    Que pase pronto el maligno

    que me tiene confinada;

    que de paseo me lleven

    a dar una vuelta hasta casa.



    Soñando estos deseos,

    mirando por la ventana

    le daba gracias a Dios

    llena de paz y esperanza.



    Pablo Modroño. Mayo de 2020



    Recordando a los mayores que están sufriendo la soledad familiar en alguna Residencia.

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  2. Esto lo escribió Pablo en mayo. Hoy es 30 de agosto, y de nuevo confinados. Coincidimos mi hermano y yo en que cada persona y sus circunstancias son distintas. Hacemos repaso de los que han estado y están tan a gusto en la residencia, por propia voluntad, incluso; pero también le digo que yo he visto muchas lágrimas en ese lugar. Y, ahora, la pandemia lo ha puesto todo mucho peor. Sus versos están llenos de melancolía. No me levantan el ánimo, sino que me lo hunden más. Si todo son malas noticias, y no quiero especificar.
    Nunca lo humano me ha sido indiferente, y siempre me pongo en el lugar del que sufre. Sé que, según la sensibilidad de cada cual así es el sufrimiento. Los que ya no se dan cuenta..., pues es un consuelo. Pero los, y sobre todo las, que tienen bien la cabeza, ¡cómo lo estarán pasando!
    Busco consuelo: están los móviles, está el cariño de las cuidadoras que sé no les falta. Y los, las que tengan fe, ¡qué suerte! ¡Cómo me gustaría agarrarme a mi fe juvenil..!

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